lunes, 20 de septiembre de 2010

Unidad 4 y 5

UNIDADES 4/5: EL ANTIGUO TESTAMENTO
ABRAHAM / MOISÉS


El Antiguo Testamento tuvo como fin preparar la venida de Cristo, pero no pasó de moda con su llegada. Jesús no vino a abolir lo que estaba escrito, sino a perfeccionarlo. Por tanto, no podemos prescindir de los libros del Antiguo Testamento. Todos son libros revelados por Dios y en ellos, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, encontramos el testimonio de la pedagogía divina, enseñanzas maravillosas acerca de Dios, sabiduría acerca del hombre, tesoros de oración. En ellos está escondido el misterio de nuestra salvación.
Para entender plenamente el mensaje que Dios nos da en el Nuevo Testamento, es indispensable leerlo en relación con el Antiguo. Toda la Sagrada Escritura es una sola Revelación, un solo mensaje divino que Dios quiere comunicar al hombre, y no la podremos entender, si la escuchamos en forma fragmentada.
Para entender en toda su integridad el mensaje de Dios en las Sagradas Escrituras, es necesario leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y leer el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo. En el Antiguo Testamento está escondido el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento se hace manifiesto en el Nuevo. Ambos se esclarecen mutuamente y, por tanto, son inseparables.
Es más, para comprender bien la Sagrada Escritura y al hombre bíblico, es necesario conocer un poco el país en donde fue escrito, su geografía, su raza y el medio social en que se desarrollaron los hechos que narra la Biblia.

Los libros del Antiguo Testamento son 46. Nos narran cómo Dios hizo una Alianza con un pueblo concreto, Israel, para invitarle a una vida de comunión con Él; y cómo ese pueblo le fue respondiendo a Dios, con sus luces y sus sombras. A esto se llama Historia Sagrada; historia, porque se narran sucesos concretos de un pueblo y de unos hombres; y sagrada, porque en esa historia interviene Dios que invita al hombre a la comunión con Él. La Historia Sagrada es como un drama en dos actos. En el primero Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad y habla a ellos por medio de los profetas. En el segundo acto, en el Nuevo Testamento, ha llegado la plenitud de los tiempos, y Dios habla por medio de Jesucristo, su Hijo.


1. Cómo era el Pueblo judío con sus costumbres, su ley y su fe
Entendemos mejor a una persona cuando conocemos los lugares de donde proviene, a todos nos marca nuestro terruño y la historia del lugar que nos vio nacer y crecer, porque es nuestra prehistoria personal. Con esta intención nos acercamos ahora a la geografía y modo de vivir de Israel, donde tuvo lugar la Revelación de Dios.

a) Características del pueblo judío y su medio:
El pueblo de Israel es un pequeño pueblo, de poco interés para la historia de las grandes civilizaciones, como Egipto, Siria, Persia, Grecia y Roma. La historia de Israel no despierta mucho interés; es uno de los tantos pequeños pueblos que habitaban la llanura de Canaán. Al inicio es sólo una familia nómada (Abraham) que busca un pedazo de tierra para vivir. A través del tiempo se desarrolla en doce pequeñas tribus, que se establecen en Canaán (actual Palestina). Después de un período de permanencia en Egipto (esclavitud), vuelve a su tierra, porque su posición geográfica (entre las dos potencias de Egipto y de Siria), no les favorecía. Padece invasiones ahora de una y ahora de otra de las dos naciones. Es víctima del poder de los persas, de los griegos y de Roma, llegando a ser una pequeña provincia del imperio romano.
Sin embargo, la pequeñez de este insignificante pueblo fue objeto de la maravillosa acción salvífica de Dios. Dios lo escogió para hacerle su pueblo, del que vendrá para todos los hombres su mismo Hijo, el Salvador. Dios guió con su mano providencial la historia de Israel, infundió su Espíritu en sus escritos y literatura, que se convirtieron así en Palabra de Dios.
El Pueblo de Israel no vivió solo y aislado del mundo, sino que anduvo errante desde Mesopotamia a Egipto, y tuvo estrechas relaciones con otros pueblos como los asirios, arameos, fenicios. El país de la Biblia se sale, pues, de los límites propios de Palestina y abarca la zona que se denomina “la media luna fértil”. Esta región iba desde el Nilo hasta el golfo pérsico, pasaba por el Mediterráneo, Palestina y Siria, seguía el curso de los ríos Tigris y Eufrates a través de Mesopotamia formando así una media luna perfecta. Está en el extremo oriental del Mediterráneo, en su costa sudeste, entre el mar y el desierto, y entre Egipto y el Líbano. Físicamente tiene cuatro franjas de oeste a este: la llanura costera (agricultura), el altiplano (montaña), la fosa del Jordán (depresiones, mar de Tiberiades) y la meseta de Transjordania.
En esta amplia región se encontraban las civilizaciones más florecientes desde la Edad de Piedra hasta la Edad de Oro de las culturas griega y romana y las culturas de Mesopotamia, Egipto y Canaán (Palestina).
A este pueblo escogido se le han dado diversos nombres:
 El pueblo hebreo: la palabra “hebreo” deriva de Heber, antepasado de Abraham; por tanto, designaba en principio otros pueblos, y no sólo el pueblo elegido por Dios. Por ejemplo, los moabitas y los amonitas también eran hebreos.
 El pueblo israelita: la palabra “israelita” deriva de los hijos de Israel. Es el nombre más apropiado para llamar al pueblo escogido, formado por doce tribus, que descendían de los doce patriarcas, hijos de Jacob. Israel es el sobrenombre de Jacob. Los israelitas se llamaban a sí mismos hebreos solamente en sus relaciones con los otros pueblos, para emplear la misma terminología que usaban los otros; pero, ordinariamente, hablando entre ellos, no lo usaban nunca.
 El pueblo judío: o también, simplemente, Judá, era originariamente una de las tribus, y más tarde, la población del Reino de Judá, contrapuesto al Reino de Israel. A la vuelta de la cautividad de Babilonia, la mayoría de los repatriados era del antiguo Reino de Judá, y por eso se les empezó a llamar a todos judíos, nombre con el que los llamaron también los judíos.

b) Tierra prometida:
Entre los innumerables nombres que aparecen en la Biblia para designar a la tierra prometida está el de Palestina, patria de Cristo. Palestina quiere decir “tierra de Filisteos”. Su nombre primitivo era Canaán. Está limitada al norte por Líbano y Siria; al sur por la península de Sínaí; al este por el desierto de Arabia y al oeste por el mar Mediterráneo. Está situado, pues, entre las dos civilizaciones más importantes de la antigüedad, Mesopotamia y Egipto.
Palestina forma un cuadrilátero de 250 km de largo con una anchura de 37 km al norte y 150 al sur.
Sus productos son trigo, cebada y árboles frutales, higos, dátiles, uvas y olivos. Zonas pobres son Judea (región al sur, donde se encuentran Jerusalén, Belén, Hebrón y el Negueb (en el sur, junto al desierto del Sinaí).

Su ganado: carneros y cabras, ovejas y asnos, el camello para cruzar el desierto. Y el pescado en la región del Lago Tiberíades o mar de Galilea, al norte.
Palestina tiene dos estaciones en el año: la lluviosa y la seca. La temperatura es muy variable, dependiendo de si la región está cerca del Mediterráneo o del desierto.
Pero en general, podemos decir que Palestina es una tierra árida y pobre, pero para los israelitas que habían permanecido largos años en las estepas montañosas del Sinaí, la tierra de Canaán aparecía fértil y hermosa, “país que mana leche y miel”. Los habitantes viven en continuo sobresalto debido a que son asaltados con frecuencia por tribus nómadas.
c) El agua:
Palestina es una región en que el agua escasea. El único río importante es el Jordán, que en época de lluvias es un torrente tumultuoso que no puede ser aprovechado. Los valles secos sólo reciben agua en invierno; en verano, vuelven a ser áridos.
El suelo no retiene el agua, por lo que hay que hacer pozos o cisternas, para almacenarla, pues el agua es elemento indispensable para la vida. Es un gran tesoro (cf. Is 45, 8; Jn 4, 13). Por eso se convierte en signo de vida y bienestar. Se podría hacer toda una teología del agua, partiendo de diversos textos de la Biblia 18: el agua como criatura insigne de Dios, como elemento vivificador o temible; elemento simbólico para significar bendición divina o, si el agua falta, como elemento de maldición; otras veces, simbolizará la desgracia que se cierne sobre el hombre, y otras, la eficacia purificadora y vivificadora de la acción divina.
d) El desierto:
Palestina está rodeada por el sur y el este por inmensos arenales, abrasados por el sol. Por eso, es tierra árida y sin vegetación.
¿Qué significa el desierto? En la Biblia tiene una doble significación religiosa:
 Tierra estéril, tierra que no ha bendecido Dios, tierra temible y espantosa.19
 Época privilegiada en que Israel nace como pueblo al calor de la elección divina y en la que, con Dios como guía, alcanza la tierra prometida 20, época de amores e infidelidades (cf. Jer 2, 2; Os 2, 16-17; Ez 20, 10ss; Sal 78, 15-17.40; 95, 8-10; 106).
El desierto se revela así, también en el Nuevo Testamento, como señal de salvación (cf. Is 32, 15; 35, 1; 41, 18; 43, 19-20; Mt 4, 1; Lc 1, 80; 4, 1; Mc 1, 12).
El desierto marca la personalidad de sus habitantes. El nómada adquiere el hábito del silencio, de la reflexión; busca más los valores interiores, es orgulloso de su independencia y de su libertad interior. La lucha contra un medio ambiente adverso convierte a las personas en fuertes y tenaces.
Esta misma aridez del desierto fue la que permitió la conservación de muchos documentos que estuvieron sepultados por miles de años, por ejemplo, los documentos de Qumrán, descubiertos en 1947, que pertenecían a una secta llamada “los esenios”, dedicada al estudio de la Ley.
e) Costumbres del pueblo judío
 El sábado: día de descanso. Comienza el viernes a la puesta del sol. No se podía trabajar nada. Es día de fiesta y alegría. La familia se reúne a la mesa tres veces, con invitados en la comida principal. Nosotros hemos pasado el día de descanso al domingo, por ser el día de la resurrección del Señor.
 Fiesta de la Luna Nueva: con la que comenzaba el año civil. Se tocaba el cuerno del carnero como símbolo de ruego que la humanidad dirige a Dios. Equivale a nuestro año nuevo. Duraba dos días, pero con una preparación de diez días de penitencia o examen de conciencia.
 Año sabático: cada siete años se celebraba el año sabático. Estaba prohibido trabajar la tierra y toda labor en el campo. Todos los productos de la tierra del año sabático se entregaban a los pobres (cf. Lev 23, 11). Los esclavos eran liberados (cf. Deut 15, 12-14).
 El año Jubilar: cada cincuenta años (cf. Lev 25, 8-17). Se perdonaban todas las deudas. Aquí está el origen del Año Jubilar o Año Santo que la Iglesia celebra actualmente cada 25 años y que también recibe el nombre de Año Jubilar.
 La Pascua: conmemoraba el paso del ángel exterminador en Egipto. Se celebra entre el 14 y 15 de Nissán (Marzo; casi al final de invierno e inicio de la primavera). Se ofrecían las primicias del rebaño. Se sacrificaba un cordero, que debía ser perfecto, y que era sacrificado por el padre de familia. Con la sangre del cordero se teñían los postes y el dintel de la casa. La carne se comía asada, sin romper ningún hueso, de prisa, sin salir de casa. Si sobraba algo, debía ser quemado. Se comía además pan ácimo, es decir, sin levadura, sin aceite ni sal. Se hacía con harina nueva, y así se ofrecía a Dios la primera cosecha agrícola. Cf. Ex 12, 14; Lev 23, 4-8; Num 28, 16-25.
 Las primicias: se llevaba al sacerdote una gavilla de espiga de trigo, de la primicia de la recolección (Cf. Lev 23, 9-14).
 Pentecostés: se celebraba cincuenta días después de la Pascua, donde se recordaba la salida del Pueblo de Egipto y la delicia de la tierra prometida. Fiesta esencialmente agrícola y se realizaba como acción de gracias a Yahvé por haber terminado la cosecha del trigo. Se ofrecían a Dios ofrendas voluntarias, dos panes cocidos sin levadura, siete corderos sin defecto, un toro, dos carneros, un macho cabrío y dos corderos más. Duraba sólo un día, que era de alegría y de descanso absoluto. Cf. Lev 23, 15-21; Num 28, 16-25.
 Expiación: Fiesta de Yom-Kipur o Penitencia. Se guardaba absoluto reposo y ayuno riguroso desde la tarde del noveno día, hasta el atardecer del décimo día del séptimo mes. Su finalidad era obtener el perdón divino por las faltas cometidas. El sacerdote entraba en el “Sancta Sanctorum” y rociaba el Arca de la Alianza con la sangre de los animales ofrecidos en sacrificio. Así obtenía el perdón de sus propias faltas y el de los demás. Este día se soltaba un cordero al desierto para que “cargara y se llevara los pecados de la comunidad. Cf. Lev 16, 1-34.
 Fiesta de los Tabernáculos o Tiendas: era la fiesta más importante del pueblo judío, para dar gracias por los frutos, a fin de año. Se celebraba del 15 al 21 del séptimo mes con ceremonias como la Liberación del Agua, la Procesión en torno al Altar de los Holocaustos, etc. El pueblo vivía estos siete días en el campo y era el recuerdo de la vida nómada en el desierto. En la tarde del primer día de la fiesta se encendían -en el atrio de las mujeres- unas grandes lámparas, las cuales difundían tanta luz que no había en Jerusalén ningún patio que no quedase iluminado por ella. Mientras se iluminaban, los levitas cantaban salmos ininterrumpidamente, acompañados de instrumentos musicales.
Santuario: era el recinto sagrado, donde se colocaba el Arca y un depósito de agua. Se colocaba en el lugar donde se acampaba. Tenía dos recintos: el Santuario y el Sancta Sanctorum, separadas por un velo de cuatro colores. Este velo colgaba de cuatro columnas de madera de acacia y sostenido por anillos de oro.
f) Los ministros del culto
Los levitas: encargados de guardar el Santuario, preparaban los panes de la propiciación 21, recibían los diezmos, cantaban en las festividades, contaban la limosna, instruían y ejercían justicia. No podían entrar al Sancta Sanctorum. Todo lo realizaban en el atrio.
Los sacerdotes: debían ser descendientes de la familia de Aarón, sin defectos físicos. Mantenían el fuego perpetuo en el altar de los holocaustos, quemaban las entrañas de los animales que se ofrecían en sacrificios, penetraban al Santuario, pero no al Sancta Sanctorum ofreciendo el incienso para las bendiciones, tocaban las trompetas, enseñaban la ley, juzgaban causas oficiales, visitaban enfermos y exhortaban a los soldados, etc.
El Sumo Sacerdote era el juez supremo del culto. Le tocaba vigilar el tesoro del templo y gobernaba en todos los aspectos del ministerio religioso. El descendiente primogénito en línea directa de Aarón era elegido como Sumo Sacerdote. Ofrecía el cabrito del sacrificio y entraba una vez al año, en la fiesta de la Expiación, al Sancta Sanctorum, donde rociaba el velo y el Arca con la sangre del animal y quemaba incienso. Consultaba a Yahvé por medio del Urim y Turim que eran piedras que llevaba en el pectoral. Usaba una tiara, especie de corona con la inscripción de “Santidad Yahvé”, un efad o roquete y sobre éste, un pectoral rectangular con doce piedras preciosas. Su subsistencia estaba asegurada, gracias a los diezmos.

El Pentateuco
Los cinco primeros libros del Antiguo Testamento

Nos separan casi tres mil años de los primeros libros de la Biblia. Hay que ambientarnos en aquella época, para poder entenderla. Hay dos peligros: uno por exceso, es decir, creer al pie de la letra lo que dice la Biblia, a través de sus metáforas y géneros literarios; y el otro por defecto: rechazar todo, por considerarlo fantástico y lleno de colorido imaginativo. Nuestra actitud debe ser otra: sacar el mensaje de Dios, que se esconde detrás de ese revestimiento literario.
La religión del Antiguo Testamento es una religión histórica, es decir, fundada en la intervención directa de Dios a determinados hombres, en determinados tiempos y lugares. Dios hizo su elección y promesa e invita al hombre a su amistad y le pide fidelidad como respuesta a su alianza. Esta fidelidad pasa por cumplir la Ley que el Señor les ha dado. Por tanto, la historia sagrada se mueve en torno a estas realidades: Promesa, Elección, Alianza y Ley.
Todo el Antiguo Testamento podemos dividirlo en libros históricos, libros proféticos y libros doctrinales. Los judíos lo dividen así:
 La Ley o Torah: los primeros cinco libros.
 Los Profetas o Nebim: los libros proféticos.
 Los Escritos o Ketubim: los Salmos, Proverbios, Job, Cantar, Ruth, Lamentaciones, Cohelet, Esther, Daniel, Esdras y Crónicas.
Los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, conocidos tradicionalmente como Pentateuco, constituyen un magnífico pórtico que da acceso al majestuoso edificio de la Biblia.

El nombre Pentateuco, de origen griego, alude a los cinco (penta) libros o “rollos” que lo forman y a los instrumentos o estuches (teukhos) en que se guardaban. No estamos ante cinco independientes. Al contrario, cada libro desemboca en el siguiente o arranca del anterior. , de forma que todos juntos desarrollan una misma trama narrativa que va desde la creación del mundo, pasando por el nacimiento de los pueblos, la era patriarcal, la estancia israelita en Egipto y en el Sinaí, hasta el comienzo de la Conquista de Canaán y la muerte de Moisés, en los umbrales de la tierra prometida. Esta historia unitaria y continua, formada casi a partes iguales por relatos y leyes, se divide a su vez en seis grandes etapas o capítulos, perfectamente diferenciados:
 Historia de los orígenes (Gn 1-11)
 Historia patriarcal (Gn 12-50)
 Salida de Egipto y marcha hacia el Sinaí (Ex 1-18)
 Revelación en el Sinaí (Ex 19-40 + Lev + Nm 1-10)
 Marcha desde el Sinaí hasta los llanos de Moab (Nm 10-36)
 Discursos y despedida de Moisés (Dt)
Estos cinco libros forman la Torah o Ley por excelencia, la carta constitucional que plasmó los principios fundacionales y fundamentales, religiosos y civiles, por los que Israel se constituyó como un pueblo con identidad propia y referido en exclusiva a Yahvé, su Dios.

El Pentateuco es la historia de la fundación de Israel, en el que se relatan sus orígenes y el mensaje central de su alianza con el hombre y la respuesta de éste a Dios. Es un gran libro dividido en cinco volúmenes o rollos: Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. Aunque su autor principal es Moisés, sin embargo, ha venido enriquecido y complementado por otros autores que echaron mano de unas tradiciones existentes, siempre bajo la inspiración de Dios.

1. ¿Qué es la Torah o Pentateuco?
La palabra “Pentateuco” viene de la lengua griega y significa “Libro de los cinco estuches”: Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio. Estos libros son considerados como una sola unidad. Y se les llama la Torah o Ley 22. Se llamaba la Ley porque lo fundamental de estos libros era la ley de Moisés, dada por Dios en el monte Sinaí, es decir, las prescripciones que regulan la vida moral, social y religiosa del pueblo.
Para nuestros ojos modernos, el rasgo más llamativo de esta legislación es su carácter religioso, la compenetración de lo sagrado y lo civil y cultural. Y este es el rasgo que quisieron dejar los autores.
Cada uno de los libros viene a indicar su contenido:
a) El Génesis narra los orígenes del mundo y del género humano desde sus comienzos hasta la formación de Israel como pueblo, poco antes de la salida de Egipto.
b) El Éxodo, la salida de los hebreos de Egipto, guiados por Moisés, el paso milagroso del Mar Rojo y su estancia en el Sinaí, donde reciben de Dios la Ley, sancionada por un pacto o Alianza (Berith) entre Dios y el pueblo. Desde este momento Israel llega a ser el Pueblo elegido y llamado por Dios.
c) El libros de los Números toma su nombre del censo del pueblo que aparece en sus primeros capítulos, aunque después se detiene a narrar la vida de Israel a través del desierto con sus múltiples vicisitudes.
d) Finalmente, el Deuteronomio23 que más que un código de leyes, es un conjunto de exhortaciones y de llamadas a Israel para que permanezca fiel al Señor.
Dos pilares tiene el Pentateuco: primero, el plan divino de salvación trazado por Dios; y segundo, la respuesta a ese plan por parte del hombre, de ese pueblo escogido.

2. Autor y composición literaria del Pentateuco
Tradicionalmente se atribuyó a Moisés la autoría del Pentateuco, pero estudios recientes han llegado a la conclusión de que él solo no pudo ser el único autor de los cinco libros. Él es el autor substancial, pero, durante largos años y en diversos momentos de la historia de Israel, otros autores fueron añadiendo elementos y reformulándolos.
Antes de ponerse por escrito, estas tradiciones se recitaban en los Santuarios. Más tarde, se fijaron por escrito.¿Cuáles fueron las fuentes o tradiciones en las que se inspiró Moisés y demás autores?
a) Tradición yavhista:24 designada por la letra “J”. Es llamada así porque desde el principio llama a Dios “Yavhé”. Nació en la época de Salomón hacia el año 950 a.C. en los ambientes regios de Jerusalén. Características: estilo muy concreto, expresivo y dramático; imágenes vivaces; personajes, lugares y costumbres del pueblo precisos; Dios es presentado con imágenes muy humanas y populares (trabaja con el barro, pasea por el Edén, cierra la puerta del arca, visita y come con Abraham, etc.). En esta tradición, la salvación del pueblo estriba en la posesión de la tierra prometida: Canaán.
b) Tradición eloísta25: designada por la letra “E”. Es llamada así porque llama a Dios “Eloím”. A los cananeos los llama amorreos. Al monte Sinaí lo llama Horeb. Nació posiblemente después de Salomón, en el reino del Norte, después que el pueblo se dividió en dos. Las páginas de esta tradición están marcadas por la predicación de las profecías de Elías y Oseas y da mucha importancia a los profetas. Características: es menos dramático y menos concreto; presenta el mensaje religioso con más reflexión y tiene una fina sensibilidad moral; ve a Dios no de forma humana como “J”, sino tiende a espiritualizar la imagen de Dios: prohíbe sus representaciones (cf. Ex 24, 10), casi nunca Dios interviene personalmente, sino sólo a través de sueños, visiones o milagros. En esta tradición, la salvación del pueblo consiste en la Alianza de Amor con Dios, y no en la tierra prometida. La Alianza es el verdadero tesoro de Israel.
c) Tradición deuteronomista:26 designada por la letra “D”. El autor de este documento no se conoce, pero debió ser un levita (sacerdote) de los que peregrinaban de pueblo en pueblo, inculcando la fidelidad a la alianza con Dios. Características: tiene semejanzas con el eloísta; la figura central es Moisés, pero un Moisés orador, legislador, y no un Moisés liberador; no es una narración histórica, sino un código de leyes; la historia del pueblo está presente indirectamente; estilo exhortativo; se insiste mucho en el tema de la elección.
d) Tradición sacerdotal27: Designada por la letra “P”. Nació durante el destierro en Babilonia, cuando los sacerdotes releen sus tradiciones y su ley para mantener la fe y la esperanza del pueblo. Características: forma de hablar solemne, litúrgica y abstracta; se preocupa de enseñar, especialmente las normas del culto; busca la precisión de las fechas, cuida la cronología; Dios es presentado de una manera más espiritual y abstracta (es “Espíritu”, es “Palabra”, Gn 1,2).

3. Los grandes temas del Pentateuco
El Pentateuco da respuesta a los grandes interrogantes de la comunidad de Israel:
a) ¿Quién creó el mundo y el hombre? Génesis (origen de la humanidad e historia de los patriarcas).
b) ¿Cuándo tuvo el pueblo de Israel conciencia de pueblo elegido? Éxodo (liberación de Egipto, marcha por el desierto, alianza en el Sinaí).
c) ¿Cómo debe regirse la comunidad de Israel? Levítico (conjunto de leyes y normas), Números (experiencia del amor de Yavhé) y Deuteronomio (segunda ley).

El mensaje de salvación que Dios quiere darnos se esconde debajo de la historia, leyes, costumbres de un pueblo determinado: Israel. La verdad que el Señor quiere darnos en el Pentateuco, no está en los hechos en sí mismos, sino en el mensaje o enseñanza que el escritor sagrado quiere darnos, a través de esos acontecimientos particulares. La Biblia, entonces, hay que leerla, no como si fuera un libro de historia, sino como un libro de fe y de salvación.

Pentateuco: El Génesis. Capítulos 1-11
Conocer el mensaje fundamental del Libro del Génesis

Los relatos bíblicos no nacieron en Israel como una revelación llovida del cielo, por casualidad. Fue, más bien, fruto de una reflexión iluminada por el Espíritu Santo, sobre la existencia y las experiencias de la humanidad. Estos relatos bíblicos no tratan de dar una respuesta científica sobre cómo ocurrió la creación. No es la finalidad de la Biblia. Mientras la ciencia responde a la pregunta cómo suceden las cosas, la Biblia, por el contrario, da respuestas al porqué y para qué de las cosas, en vistas a la amistad con Dios aquí en la tierra y la salvación en la eternidad.

GÉNESIS 2, 21-23
El libro del Génesis no es un libro de historia, sino un libro de fe. Trata de los orígenes del mundo, del hombre y del pueblo de Israel. Al autor del libro no le interesan los hechos en sí mismos, sino que usa de los acontecimientos en la medida en que sirven para enseñar y explicar el Plan divino. Por eso los nombres de los personajes, su edad, sus fechas, los números...son simbólicos y esconden una verdad revelada por Dios, que sólo descubriremos desde la fe, ese regalo dado por Dios el día del bautismo.



1. La Biblia y la ciencia
La Biblia nos dice que el mundo fue creado en siete días; la ciencia nos dice que se necesitaron millones de años para el desarrollo del universo. La Biblia nos dice que Dios creó al hombre del barro, la ciencia afirma que procede por evolución. ¿Hay contradicción?
No. Las dos, la ciencia y la Biblia, miran al mismo problema de los orígenes, pero desde dos puntos de vista totalmente diversos. La ciencia busca investigar y explicar lo que realmente pasó al principio. La Biblia, por el contrario, hace una reflexión religiosa sobre la vida y el hombre frente a Dios.
Pongamos un ejemplo: coloquemos delante de la luna a un científico y a dos enamorados. ¿Cómo hablarían de la misma luna estas personas? El científico comenzaría a darnos datos, distancias, cifras, noticias geográficas relativas a la luna...Los enamorados empezarían a tejer sueños, ideales, sentimientos, hasta darían vida propia a la luna, se la prometerían al otro.
Así pasó con el problema de los orígenes: el autor del Génesis quiere darnos una respuesta profunda, inspirada por Dios, a los problemas fundamentales del hombre y transmite sus respuestas a través de un género literario “sapiencial” o “poético”. Así que la verdad del Génesis no está en Adán y Eva, como personas reales; en el Edén, como un lugar preciso; en la serpiente, la manzana, el barro, etc., sino en el mensaje religioso que estas historias encierran.

2. Autor y fecha del Génesis
El libro del Génesis no tiene un solo autor sagrado. Es el resultado de antiguas tradiciones orales, populares, y de la recopilación de las tres fuentes o tradiciones: yavista, eloísta y sacerdotal.
Se compuso, más o menos, hasta el siglo X a.C.

3. Características literarias del Génesis
a) Se dan las tres tradiciones: Yavista, Elohísta y sacerdotal.
b) Las formas literarias que usan son: relatos míticos 28, leyendas y genealogías.
c) Las narraciones de los primeros capítulos del Génesis no son del todo originales. En la literatura antigua de los pueblos cercanos a Israel, como toda la región de Mesopotamia, se encuentran leyendas, cuentos, relatos populares, mitos que hablan de los orígenes del mundo. En ellos se aprecia mucha semejanza con las páginas bíblicas, especialmente en algunas obras de Babilonia, como: el poema de Enuma-Elish, la epopeya de Atra-hasis, el poema de Gilgamesh. Sin embargo, las semejanzas son sólo aparentes: se habla del hombre creado con el barro, de una serpiente, del diluvio, etc. pero el pensamiento es muy diferente. En el texto bíblico salta a la vista la enseñanza del monoteísmo, contra el mundo poblado de dioses en Babilonia; la Biblia habla de un Dios-Amor, que es el Señor, amigo del hombre, mientras que los mitos de Mesopotamia dan una visión de dioses fracasados, egoístas, opresores del hombre, quien es el juguete de los vicios de los mismos dioses. Finalmente, el relato bíblico está purificado de toda tentación fantástica y mitológica: se presenta sobrio y concentrado en la reflexión teológica, en contraste con las fantasías de los relatos extrabíblicos.
Concluimos: El Génesis es original y único, no en la forma literaria, sino en el mensaje sobre Dios y el hombre.

4. Contenido temático del Génesis
Está dividido en dos gran partes:
a) La historia de los orígenes: capítulos 1-11
Cap. 1-3: relato de la creación, la caída del hombre, la intervención de Dios y la sentencia, la promesa de la redención.
 Cap. 4 y 5: Caín y Abel. El progreso del mal y de la humanidad.
 Cap. 6-10: El diluvio universal. Consecuencias del pecado. Alianza de Dios.
 Cap. 11: La torre de Babel 30. Consecuencias del pecado. Llamada de atención de Dios.

GÉNESIS 3, 22-24 GÉNESIS 8, 5-12 GÉNESIS 11, 4-9





b) La prehistoria de Israel: La historia de los patriarcas: capítulos 12-50
 Cap. 12-25: Vida de Abraham.
 Cap. 26-27: Vida de Isaac.
 Cap. 28-36: Vida de Jacob.
 Cap. 37-50: Vida de José

5. Contenido teológico y espiritual de los capítulos 1-11 del Génesis
1) Sobre Dios:
a) Dios es eterno, existe desde siempre, nadie lo ha creado. Es trascendente, es decir, está más allá de nuestros esquemas, no se puede fijar en unos rasgos o figuras que nosotros dominamos o manejamos. Es el único y verdadero Dios, que no puede confundirse ni mezclarse con las creencias politeístas y panteístas entonces existentes y a las que se sentían inclinados los mismos israelitas. Se insiste mucho en el monoteísmo, es decir, un solo Dios. Las demás cosas son creaturas y obras de Dios.
b) Dios es Creador del Universo, rector de la historia, Dueño y Señor, y, en cuanto tal, ha elegido unas personas con las que formar un pueblo suyo: Israel. Por tanto, todo lo demás es creatura de Dios. Por ser Señor puede mandar y prohibir a sus creaturas. Y lo hará siempre para nuestro bien personal y comunitario.
c) Dios está lleno de Poder y Majestad: Toda la creación es obra exclusiva de Dios: crea de la nada para demostrar su omnipotencia. Por un acto de amor y voluntad mantiene en el ser a todo lo que ha creado.
d) Dios, lleno de bondad: todo lo hizo bueno. Su bondad le hizo estar cercano al hombre, dispuesto al perdón, a renovar la alianza. Por eso hizo la promesa de redención (Gn 3, 15). Esta bondad de Dios la demostró también con Noé, que alcanzó el favor de Dios, por ser hombre religioso, justo y recto (cf. Gn 6, 8). Y Dios hizo una promesa de vida con la humanidad: “Ya no volverá a existir diluvio que destruya la vida...” (Gn 9, 9-15).

2. Sobre el hombre:
a) Dios creó al hombre a imagen y semejanza de Él: por tanto, inteligente y libre, con su propia autonomía, su capacidad de realizarse y dominar la tierra. Sólo con alguien semejante Dios puede establecer una alianza, un trato de amistad, un diálogo. La imagen más profunda de Dios somos los hombres, por eso a Dios hay que encontrarlo precisamente en los demás, no para divinizarlos, sino para tratarlos con respeto y con justicia 32.
b) El hombre es dueño del mundo: dueño, en cuanto Dios le ha dado el mundo como “casa”, y él organiza y disfruta de las cosas. Dueño, en cuanto tiene que custodiarlo y cultivarlo, como algo encomendado. El hombre es administrador sabio que cumple y realiza la voluntad de su amo 33. Para realizar esta misión, Dios le concedió el don de la palabra para que pusiera nombre a todo (cf. Gn 2, 19-20). Poner nombre es levantar un acto de dominio. No domina por la fuerza material, en virtud de una potencia irresponsable y ciega; sino en virtud de la palabra o pensamiento. Gracias a la palabra y el pensamiento, el hombre puede discernir, sopesar, encontrar la verdad de las cosas, y llevar adelante la técnica y la ciencia. El hombre se dignifica en el trabajo y mediante el trabajo continúa transformando el mundo y mejorándolo.
c) El hombre es responsable de sí mismo: El hombre ya no es sólo el guarda satisfecho de la tierra. Su vida no se cierra cultivando plantas y domando fieras o tesoros minerales. Debe decidir sobre sí mismo: Dios le ha dado las llaves de su vida, una conciencia para distinguir lo bueno de lo malo. De cuanto decide, hace y dice es responsable. Aquí está la grandeza del hombre: en decidir su propio destino. Dios no le impone el bien o el mal. Le propone el bien y le pone en guardia sobre el mal. Pero el hombre es quien opta. Puede escoger el bien o el mal. Si escoge el bien, se realiza. Si escoge el mal, se destruye. Por tanto, el mal y el pecado no vienen de Dios; la causa de todo sufrimiento y del mal moral debe situarse en el misterio de la libertad del hombre, que, aunque no debe hacer el mal, lo puede hacer.
d) El hombre está abierto hacia los otros: el hombre no estaría satisfecho totalmente sólo con el dominio de las cosas. Por eso Dios le dio una ayuda semejante, una compañera. Sólo la mujer es la única digna compañera del hombre; lo material y los animales no pueden ser dignos de una relación personal. Y los dos se convierten en personas, en cuanto entran en relación mutua y dialogan entre sí. Sólo en el encuentro con el otro, que es igual en dignidad y distinto en complementariedad, el hombre puede admirarse y gozarse (cf. Gn 2, 24). La mujer aquí es presentada como portadora de gozo, de vida, de fecundidad. Sólo con Eva, Adán puede comunicarse en sentido radical: dialoga en gesto de alteridad y encuentro.
e) El hombre es elevado por Dios a un estado de santidad y justicia que lo hace gozar de la felicidad, de la intimidad divina. Esa felicidad depende de la obediencia del hombre y de la mujer a Dios.
f) El hombre, no obstante esta dignidad, sigue siendo débil: El hombre (Adán) ha salido del polvo (Adamáh). Este juego de palabras quiere explicar el débil arraigambre del hombre: el autor anticipa ya en cierto modo la posibilidad de la caída.
g) El hombre, instigado por Satanás, se deja llevar por la soberbia y desobedece a Dios, pecando contra Él y contra el plan que Dios le había marcado: quiere el hombre hacer su vida, al margen de Dios. El hombre no acepta las limitaciones inherentes a su propia naturaleza. Y se rebela. Tal rebeldía acarrea malas consecuencias al hombre y a su familia, sufrimientos, peleas, diluvios, muerte. El hombre y la mujer, con el pecado, pierden los privilegios de santidad y justicia originales, pierden la intimidad con Dios. Pero el castigo no es definitivo, Dios es misericordioso y promete al hombre un Redentor que triunfará sobre el pecado y el mal. De esta realidad del pecado, destacamos unos rasgos:
El pecado pertenece a Adán, no es de los dioses. Adán es el hombre, el principio de lo humano que subyace en cada uno de nosotros. No echemos la culpa a Dios que nos hizo libres. Tampoco descarguemos esa culpa sobre dioses o demonios; ellos son los que derivan del pecado y no a la inversa. Finalmente, no podemos refugiarnos en ningún tipo de destino, como decían los griegos.
En nuestra vida se entromete la serpiente (cf. Gn 3, 1-6): esta serpiente es el antidiós que quiere inocular su veneno de soberbia y de ansia de independencia en el corazón del hombre.
El pecado es pretensión de hacernos dioses a nosotros mismos, olvidándonos de nuestra situación de criatura, como los que quisieron construir la Torre de Babel (cf Gn 11). Es buscar la propia autonomía en clave de independencia, como endiosamiento de las propias apetencias, deseos y realizaciones. Es querer realizarnos a nosotros mismos, en virtud de nuestra técnica y esfuerzo, al margen de Dios. Es querer dominar incluso a Dios, para usurparle su lugar y rechazar el Plan que Él tenía para el hombre. Es querer levantar un monumento, donde dar culto idolátrico al egoísmo, al placer, a la libertad, a la moda. Dios, ante tan grande soberbia e insolencia, intervino con severidad. Pero, no olvidemos, el castigo del pecado lo escogemos nosotros. Cf. Rm 5, 12-21.



GÉNESIS 4, 6-8
h) El hombre con el pecado original ha originado los restantes pecados:
Quedó rota la hermandad entre los hombres; así Caín mata a Abel (cf. Gn 4, 1-16) y nace el reinado de la violencia y la ley del más fuerte, simbolizada en las amenazas de Lamec (cf. Gn 4, 23). El hombre se encuentra dominado por el mal y la tierra está llena de violencia, hasta el punto que Dios permitió el diluvio (cf. Gn 6-9) 34. La torre de Babel (cf. Gn 11, 1-9) es el último eslabón de esta cadena de pecado que se desparrama sobre la tierra.
Frente a esto, está la historia de Dios, que teje la primera alianza de salvación con Noé, como primicia de las alianzas con los patriarcas. Hay almas buenas que fieles a Dios cumplen sus preceptos y Él tiene piedad y misericordia de ellas. La justicia de estas almas buenas beneficia a toda la humanidad.



3. Sobre el matrimonio:
Dios creó el matrimonio y quiere que en el matrimonio el hombre y la mujer sean iguales en naturaleza y dignidad y en derechos, y que uno y otro se complementen. El hombre y la mujer forman una unidad, se integran el uno a la otra, y son llamados a una comunidad de vida, en la amistad con Dios. El matrimonio es una unión más fuerte que la de la sangre: es afirmado ya desde aquí el carácter indisoluble y monogámico del matrimonio. La sexualidad es un don de Dios para el hombre y la mujer: Dios los quiso sexuados. La sexualidad tiene su razón honda y profunda en vistas a la unión de ambos en el amor para la transmisión de la vida. Por eso, las relaciones entre un hombre y una mujer son tan estrechas y profundas que los hacen ser “uno solo”. Ya desde el Génesis está claro que el matrimonio es la unión de una mujer con un hombre; de un hombre con una mujer.
4. Sobre el mundo y las cosas:
El universo entero fue creado por la omnipotencia divina. Todo lo hecho por Dios es bueno. Todos los seres de la creación son creaturas de Dios.

Pentateuco: El Génesis. Capítulos 12-50

Frente a la historia del hombre, que resultó ser una historia de alejamiento de Dios y de pecado, Dios propone “Su historia”, la Historia de Salvación, que comienza con Abraham. Son los albores y el nacimiento de Israel como pueblo elegido por Dios.
Mientras que el libro del Éxodo es la historia de un pueblo, el Génesis es más bien la historia de una familia patriarcal, la de Abraham.
GÉNESIS 12, 1-5
Dios quiere formar Su Pueblo, hacer con él una Alianza eterna de amor e iniciar con él la historia de salvación para todos los hombres. Para ello escoge a Abraham, lo prueba en su fe y obediencia y, finalmente, le premia, haciéndole padre de todos los creyentes.

Abraham
Se llamaba Abram, que significa “padre venerado”. Pero Dios le cambia el nombre y le pone Abraham, que significa “padre de una muchedumbre”. Dios cuando cambia un nombre lo hace en vistas a una nueva misión.
Originario de Ur, al sur de Mesopotamia, perteneciente a la tribu de Teraj, nómadas que se habían establecido en los valles regados por el Tigris y el Eufrates, alrededor del año 3000 a.C.


a) Dios lo elige
Dios no quiere actuar solo en la historia. Siempre se elige algunos hombres y los asocia a su Plan. De la respuesta de estos hombres depende el buen o mal resultado de su Plan de salvación.
Con la elección, Dios le hizo estas promesas: tendrá descendencia numerosa (cf. Gn 15, 2-5), poseerá una tierra (cf. Gn 15, 79) y será fuente de bendición para todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3; 22, 18).
Con la elección, Dios le pide unos compromisos: monoteísmo (cf. Gn 17, 1), rectitud moral: “Anda en mi presencia y trata de ser perfecto” (Gn 17, 1) y la fe, es decir, docilidad absoluta a la voluntad del Señor (cf. Gn 15, 6).
b) Dios lo prueba
Dios pone duramente a prueba la fe de sus elegidos. Así es su pedagogía.
¿Qué pruebas puso a Abraham?
“Sal de tu tierra” (cf. Gn 12, 1). La tierra era lo más querido para un hombre en ese tiempo. Es una ruptura muy costosa: ruptura con su pasado, con su sangre, con su suelo, con su patria. Romper con el pasado para lanzarse a un futuro incierto, para crear un nuevo pueblo, el pueblo de Dios.
“Sacrifica a tu hijo Isaac” (cf. Gn 22, 2). Después de la esterilidad de Sara, su mujer, Dios le concedió un hijo, Isaac 36. Pero después, Dios le manda sacrificar a su único hijo. ¡Qué prueba tan grande!
La respuesta de Abraham en las pruebas es la fe: no pregunta, no discute; cree, confía, obedece, se entrega a Dios.

GÉNESIS 22, 1-14 GÉNESIS 27, 6-10




c) Dios lo premia
Dios, a quien le es fiel, le premia.
Dios premia la fe de Abraham. Le dio una gran descendencia: los creyentes; le concedió una espléndida tierra, Canaán; y una hermosa bendición que no se borró ni se borrará nunca: la alianza con él. Esta alianza la firmó Abraham con la circuncisión. Sólo después de Pentecostés será abolida definitivamente por los apóstoles (cf. Hech 15, 5-29) y sustituida con el bautismo (cf. Col 2, 10-12). La circuncisión no era sólo un hecho físico: exigía la pureza interior y la obediencia a la ley (cf. Dt 10, 16; 30, 6); es lo que los profetas llamaban “circuncisión del corazón” (cf. Jer 4,4; Ez 44, 7).
En una palabra: el premio que Dios dio a Abraham fue su amor, la cercanía y la compasión.

2. Los demás patriarcas (Isaac, Jacob, José)
a) Isaac (Gn 25-28)
Es el hijo de la promesa. De él habla poco la Biblia y lo hace mezclando lo pintoresco y la poesía de Oriente (su matrimonio con Rebeca) con lo fundamental: que Isaac recibe la misma bendición y promesas que su padre, y las trasmite a Jacob (cf. Gn 27, 14-29) en un relato lleno de colorido.
b) Jacob (Gn 25-33)
Jacob significa “el tramposo, el que suplanta” (suplantó a su hermano Esaú en la bendición paterna). Más tarde, después de la “lucha con Dios” (cf. Gn 32, 23-33)38 , Dios le cambia el nombre en “Israel” que significa “Dios es fuerte”. Jacob tuvo doce hijos, que formaron las doce tribus de Israel.
Dios sigue siendo fiel a sus promesas y a sus bendiciones, que renueva a lo largo de toda la vida de Jacob.
El sueño de Jacob (cf. Gn 28, 10-22) significa que Dios no está lejos de los hombres. Él mismo ha tendido un puente para comunicarse con ellos.

c) José (Gn 37-48)
José era el hijo preferido de Jacob. La bella historia de José vendido por sus hermanos corresponde a hechos verídicos y realmente acaecidos. Pero lo que más interesa es la enseñanza religiosa que se esconde detrás: la misteriosa providencia de Dios que siempre cuida de sus elegidos. José también es una figura que anticipa algunos aspectos de la vida de Cristo. Así lo dice san Pablo: “Tomó la condición de esclavo...se humilló...y por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre sobre todo nombre” (Fp 2, 6-10). Al igual que José salvó a su pueblo de la carestía, así también Jesús nos salvó a nosotros.

3. Contenido teológico y espiritual de los capítulos 12-50 del Génesis
 Dios escoge hombres para realizar su Plan de Salvación.
 Dios pide la obediencia de la fe y la disponibilidad total.
 Las pruebas son ocasión maravillosa para demostrar nuestra preferencia por Dios.
 Dios es siempre fiel a sus promesas.
 El Pueblo que Dios se escoge es un pueblo que va gestándose en el camino mismo de la historia; se va haciendo en su caminar. No retorna hacia sí mismo, como le ocurrió a Ulises, el rey de Ítaca39 . El Pueblo de Dios es un pueblo en camino hacia la eterna Patria. Para llegar a esta patria hay que salir de nuestra pequeña patria de la comodidad, correr el riesgo y la oscuridad del camino; pero con la fe y confianza en que Dios camina junto a nosotros.


Pentateuco: El Éxodo

Una fuerte carestía obligó a los israelitas a emigrar a Egipto. Allí se establecieron muchos. Se habían hecho un pueblo muy numeroso, fuerte y trabajador. Por miedo a su potencia, los egipcios los esclavizan sin compasión, por lo que la vida de aquellos hombres era amarga y llena de fatigas. Y aquí comienza el libro del Éxodo y con este libro también inicia el nacimiento del Pueblo de Dios.
Aquí vale repetir lo que habíamos dicho en otra ocasión: en la Biblia no podemos buscar la precisión histórica o geográfica de los hechos 40. Lo que hay que buscar es la verdad de la enseñanza religiosa que Dios quiso inspirar a los escritores sagrados. Todo en orden a nuestra salvación eterna.
ÉXODO 14, 21-31


El libro del Éxodo narra la salida de los israelitas de Egipto, alrededor de los años 1280-1240 a.C., bajo la guía de Moisés, a quien Dios escogió, y con quien renovó su Promesa y su Alianza de amor. Estamos en el corazón de la Biblia, pues con la salida de Egipto y la Alianza en el Sinaí, Israel nace como Pueblo, descubre quién es su Dios. Además, en el Éxodo nos encontramos con hechos, personas y temas que son “tipo” y “figura” de la revelación posterior de Jesús.



1. Autor y fecha del Éxodo
Estamos alrededor del año 1250 a.C. El autor, como dijimos, es Moisés, junto con las tradiciones orales y escritas de ese tiempo. Por tanto, no es obra de un solo autor, ni se ha escrito de una sola vez.

2. Características literarias del Éxodo
a) El libro del Éxodo es una mezcla de las cuatro tradiciones: Yahvista, Elohista, Sacerdotal y Deuteronómica.
b) Los relatos del Éxodo encajan en el género literario épico-religioso; es decir, se presentan situaciones y hechos históricos verdaderos, pero narrados de forma grandiosa, como la gran aventura de un pueblo, y siempre con finalidad religiosa, es decir, para nuestra salvación.

3 División y contenido temático del Éxodo
a) División

Éxodo 1, 1-12, 36: Es la historia de Israel en Egipto: la opresión del pueblo, vocación de Moisés, la lucha por la liberación, la Pascua y la salida del pueblo por el Mar Rojo.
Éxodo 12, 37-18, 27: Narra la peregrinación en el desierto como camino de purificación y encuentro de Yahvé con el Pueblo.
Éxodo 19, 1-24, 18: Es la parte central y más importante. Trata del Pacto o Alianza entre Dios y su Pueblo.
Éxodo 25, 1-31, 18: Son normas y leyes acerca del culto y la institución divina del sacerdocio del Antiguo Testamento.
Éxodo 32, 1-34, 35: Continúa la narración de los hechos, durante la alianza en el desierto, como la historia del Becerro de oro.
Éxodo 35, 1-40, 38: Describe la ejecución de las órdenes divinas que están en los capítulos 25-31.


b) Contenido temático
En tres pilares podemos dividir el contenido del Éxodo:
Salida de Egipto: El pueblo se encontraba sometido a toda suerte de esclavitudes (laborales, políticas, sociales, religiosas...). Se veía privado de libertad, con todas las secuelas y carencias que dicha situación lleva consigo. La salida de Egipto es, por lo tanto, una liberación.
Travesía por el desierto: Es el camino a recorrer entre el punto de partida y la meta. Es la trayectoria que debe realizar todo hombre y todo pueblo. Es la tarea que hay que llevar a cabo. El Deuteronomio presenta la travesía bajo la imagen de la prueba que hay que superar (cf. Dt 8, 1-4).
Entrada en la tierra: Es la llegada a la meta. Es una tierra buena que mana leche y miel. Es un espacio de libertad en el que el pueblo puede desarrollar todas sus potencialidades y cumplir plenamente su misión.

4. Contenido teológico y espiritual del Éxodo
a) Dios: Su imagen se configura a partir de la revelación de su nombre: Yahvé42 , el que está siempre dispuesto a acudir en defensa de sus elegidos. Es uno, y no admite nada que le haga sombra. Es trascendente, pues nadie puede verlo y se oculta bajo símbolos. Señor del cosmos, como lo demuestra en las plagas, en el paso del mar y en la teofanía del Sinaí. Señor de la historia, que dirige bajo la dinámica de la elección y la bendición. Es fiel a su palabra y a las promesas que hizo y que ahora empiezan a cumplirse. Es solidario con los que sufren, revelándose como su defensor contra quien pueda ser el agresor. Su antagonista y sombra es Egipto-faraón como antidiós: el déspota cruel, sanguinario, hasta el genocidio, explotador de los marginados, que se mueve únicamente por los índices de producción, subordinando el derecho de gentes al mercantilismo.
b) Moisés: Imagen perfecta del hombre elegido, tomado de entre el pueblo, cuya misión será salvar a ese mismo pueblo con la ayuda del Señor. Su vida prefigura su tarea: es salvado para que salve; Dios se le hace el encontradizo para que aprenda el camino y lleve hasta el Sinaí a los liberados. Su misión se inscribe en una paradoja: cuando es un huido y traidor a Egipto es cuando ha de iniciar la marcha de los oprimidos, y no cuando tenía poder como familiar del faraón. A los ojos humanos era el hombre menos indicado: era tartamudo, tenía cuentas pendientes con la justicia egipcia...pero el mandato de Dios era fuerte y exigente: “Tienes que ir...Yo te envío...Yo estaré contigo” (Ex 3, 12). Siempre será solidario con su pueblo, incluso en los momentos de la apostasía, salvándolo de la aniquilación con su intercesión. Es intermediario entre Dios y su pueblo 43. Es embajador del Señor ante el faraón, su profeta para el pueblo, el líder indiscutible, con permanente acceso a su Señor. En su rostro acabará reflejándose la gloria del Altísimo. Aunque no entre en la tierra prometida, su gloria es eterna porque es el elegido que asumió y realizó perfectamente su misión.


c) El pueblo: En Éxodo, como ya dijimos, comienza la historia de Israel como pueblo. El núcleo original serán los oprimidos de Egipto, cuya desgracia pone en marcha la solidaridad divina. A éstos se les exigirá una opción por la libertad que conduce a Dios; han de preferir el riesgo de abandonar la mínima seguridad que la esclavitud que les garantiza por el desierto, signo de entrega confiada en las manos del Señor. Este pueblo es retratado sin sombra de idealización: ante la dificultad duda, desconfía, protesta y se rebela, aunque acabe de experimentar la providencia divina. Contrafigura de Moisés, el pueblo es el elegido que no cumple su misión, se hace indigno de ella, y se libra del rechazo y la aniquilación gracias al poder intercesor del mediador Moisés.
d) La Alianza: Es la culminación de una marcha ascética al encuentro del Señor que llama desde el Sinaí. No fue una simple parada de unos días, sino un verdadero un verdadero curso de formación religiosa, en la soledad del desierto y a solas con Dios durante un año y once meses (cf. Ex 19, 1-2; Nm 10,11-12). Hay cuatro momentos:
Actos preparatorios (Ex 19): Dios quiso saber si los hebreos estaban dispuestos a escuchar su mensaje, y si estaban en actitud de pactar con Él.
Promulgación del decálogo (Ex 20): Dios viene presentado como vivo, personal, santo, remunerador, uno y único. En el decálogo están resumidos los principios de Ley Natural. Los tres primeros preceptos regulan las relaciones con Dios; uno regula las relaciones con los padres; los demás preceptos están orientados al prójimo, a sí mismo y a los bienes.
Establecimiento de la Alianza (Ex 24): era un pacto o compromiso recíproco de fidelidad de Dios con su pueblo. Ya no es una alianza con una persona, como hizo con Noé (cf. Gn 9, 9-17) y con Abraham (cf. Gn 17, 1-11), sino con todo un pueblo. Esta Alianza es anticipación de la Nueva Alianza hecha por Jesús 45.
Las leyes de culto (Ex 25-31; 35-40): El culto lo expresaban con la oración y los sacrificios. Tres son los elementos del culto: el Templo (o Santuario o Tienda de reuniones), el Arca de la Alianza (para conservar las tablas de la ley), el Altar, el Sacerdocio. Fueron muchas leyes, que con el tiempo fueron un peso insoportable; Jesús reducirá todo en su mandamiento del amor.

ÉXODO 2, 5-10 ÉXODO 12, 29




e) Los diversos acontecimientos y signos milagrosos:
Las plagas (cap. 7-11): la Biblia presenta el episodio de las plagas en forma de epopeya sagrada. Lo milagroso se impone a lo verosímil; lo teológico a lo histórico. Muestran la lucha entre el poder del hombre (faraón) y la presencia de Dios. Quien quiera autodivinizarse y destruir la libertad ajena, tarde o temprano quedará en manos de la muerte. Dios da al faraón todas las oportunidades de cambiar, sin embargo estos signos provocan su obstinación porque una y otra vez se niega a colaborar en el plan divino. Y al mismo tiempo, Dios mostró a los israelitas su poder y protección salvadora.
La Pascua (cap. 12)46 : La Pascua fue el paso que dieron los israelitas al salir de la esclavitud hacia un Pueblo de hermanos. Fue y es “el paso de Dios” que quiere liberarnos. La pascua se articula en tres secciones: ritual de la fiesta (12, 1-14), celebración (12, 21-28) y elenco de participantes (12, 43-51). El ritual, memorial de la salida, tiene forma de comida y resalta el carácter redentor de la sangre: el Señor salva a su pueblo pasando de largo por las casas señaladas; pero también se trata de un golpe definitivo para el opresor: la muerte de sus primogénitos. Es un rito de vida-resurrección. Jesús será el nuevo Cordero que inaugurará la liberación interior de los pecados: paso de la servidumbre del pecado a la libertad en Cristo resucitado. Y el cordero comido en la pascua hebraica es figura muy clara de otro alimento y de otra cena: el Pan de vida en la cena de la Eucaristía.
El paso del Mar Rojo (14, 1-15, 21): El plan de Dios, al introducir al pueblo por la ruta más incómoda del Sinaí (sur), obedecía a la necesidad de aislarlos para formar con ellos una nueva conciencia religiosa y nacional, y obligarlos, casi, a seguir adelante, sin posibilidad de retorno. Significó la especial providencia de Dios en favor de su Pueblo. San Pablo nos habla del mar Rojo como el paso y el bautismo de Israel en el mar, figura del bautismo cristiano.
El desierto (15, 21 y siguientes): es tiempo de purificación y de contacto íntimo con Yahvé (cf. Os 2, 16) ; es tiempo de prueba, es el examen de madurez en la libertad, donde el hombre, como persona y como comunidad acepta el proyecto de Dios; es el lugar del “noviazgo” apasionado entre Dios y el pueblo (cf. Os 1-3), pero también es lugar de tentación y de rechazo (cf. Sal 95, 11; Mc 1, 12-13; Heb 3, 7-19). Durante el desierto fueron conquistando la verdadera libertad. Es el retrato de la historia de siempre: el corazón humano es inconstante, falto de fe, que ante la prueba protesta, murmura, se rebela. Pero Dios sigue fiel, lleno de paciencia y misericordia.
El maná (16, 1-21): alimento prodigioso del desierto, anticipación del verdadero pan del cielo que da la vida al mundo (cf. Jn 6, 31-33).
La Roca (17, 1-7): es la figura de Cristo, de quien brota agua viva, como la recuerda san Pablo en 1 Cor 10, 1-4.
La victoria sobre los amalecitas (17, 8-16): es una enseñanza del poder de la oración e intercesión de sus elegidos. El éxito no depende del valor humano, sino principalmente del poder de la oración.

El esquema del Éxodo: salida, travesía y entrada en la tierra, es el paradigma o modelo de lo que es nuestra vida. Siempre hay que salir de la propia tierra y pasar por la prueba del desarraigo, camino de nuevas fronteras. También la espiritualidad cristiana y los místicos hablan de salir, de cruzar el desierto de la vida. Los autores del Nuevo Testamento también han recurrido a la imagen del éxodo para expresar lo que es y significa la persona y la obra de Cristo. La fiesta central de los cristianos es la Pascua, memorial del Éxodo. La historia de la Salvación gira en torno a tres grandes éxodos: el de Egipto, el de Babilonia y el de Jesús.
Los restantes libros del Pentateuco (Números, Levítico, Deuteronomio) aparecen como continuación del Éxodo. Entre los libros históricos, Josué significa el fin del camino de la libertad iniciado en Egipto (el paso del Jordán es la correspondencia del paso del mar Rojo) y 1 Re 17-19 presenta la misión profética de Elías con frecuentes alusiones al Sinaí. Entre los profetas, Oseas y Jeremías recurren frecuentemente al motivo de la alianza de Dios con el pueblo, e Is 40-55 convierte el éxodo en modelo de la liberación del exilio. Numerosos salmos recuerdan las grandes intervenciones en el éxodo (cf. 81; 95; 111; 114; 136) y el libro de la Sabiduría 10-19 hace una actualización midrásica y espiritual de los episodios de las plagas y el paso del mar.
También el Nuevo Testamento convierte el Éxodo en fuente privilegiada de inspiración y actualización: desde Mateo (infancia de Jesús, sermón del monte) hasta el Apocalipsis (Cristo como nuevo Cordero), la mayoría de loa autores y escritos aluden a episodios, temas y motivos del Éxodo, destacando especialmente la Última Cena de Jesús como nueva Pascua, la nueva alianza sellada en su sangre, la idea paulina de la redención como la liberación plena, el bautismo como nuevo paso del mar, las alusiones a la ley y su provisionalidad, las referencias joánicas a Moisés, al maná y al agua de la roca. Con razón se ha escrito que el libro del Éxodo es el libro sobre el que el cristianismo ha confrontado y comprendido su experiencia.


Pentateuco: Levítico, Números, Deuteronomio

El culto israelita es la expresión de su fe en el Dios que ha sacado a Israel de Egipto y que ha entablado con él una alianza en el Sinaí. El Señor libró a Israel de las ataduras del Faraón para hacer de él un pueblo consagrado a su servicio. De una servidumbre forzada, a un servicio libre.
En la alianza, Israel pasa a ser el pueblo de Dios, un pueblo separado y apartado de los demás, para que pueda entrar más fácilmente en comunión con el Señor. En la óptica del Levítico, el culto se presenta como la forma más apropiada para entrar en contacto con el Señor y vivir en comunión con Él.
Según Números, la salvación de Dios a su pueblo se realiza en un camino, a través del desierto, aunque no acaba en él. A su paso por el desierto, Israel experimenta lo que significa marchar con Dios y lo que Dios les pide: purificación y maduración. La experiencia del desierto educa y forma al pueblo, ayudándolo a crecer y preparándole para la etapa definitiva, que orienta y da sentido a su marcha: la vida en la tierra prometida.
El Deuteronomio se presenta como las palabras que Moisés dirigió a Israel al otro lado del Jordán, en los umbrales de la tierra prometida. Moisés se despide y les anima a ser fieles al Señor, a observar los mandamientos y a darle culto en el lugar que Él elija.

Dios llama a la santidad de vida a su Pueblo elegido. Para eso le pone una Ley, que hay que cumplir con amor y perfección. Sólo así ese Pueblo será santo y estará a la altura de Dios, su elector. Y a la ley hay que añadir la justicia con los necesitados.

1. Autores de estos libros
La tradición cristiana ha asociado siempre el nombre de Moisés a estos libros, como su autor principal o inspirador. Pero en realidad podemos decir que son el resultado de varias fuentes inspiradas y tradiciones, especialmente la sacerdotal.
2. Características literarias de estos tres libros
a) Están presentes aquí también las tres grandes tradiciones: jahvista, elohísta y sacerdotal.
b) No son libros narrativos, sino prescriptivos, con normas muy concretas, exhortativos y persuasivos.
3. División y contenido temático de las leyes
a) Levítico : leyes litúrgicas o de culto.
b) Número: hechos ocurridos en el desierto y algunas leyes sin orden.
c) Deuteronomio : leyes morales y de justicia para el pueblo. Es considerado como el discurso de despedida de Moisés.

4. Contenido teológico y espiritual de estos libros
Cinco grandes temas se dan cita en estos libros: un Dios, un pueblo, una tierra, una ley, un santuario. Estos temas traen aparejados otros: elección, alianza, bendición, maldición.
a) Dios: uno, santo, libertador, guía y padre providente, jefe militar y fuego devorador, Dios de dioses y Señor de los señores, grande, valiente y terrible, imparcial, justo y benévolo.
b) Pueblo: Es un pueblo santo y consagrado al Señor. Por eso, tiene un fin: amar al Señor, alabarlo y reconocerlo como a su Dios. Se exige de este pueblo la santidad, porque Dios es santo; un amor total y exclusivo, que implica una separación de las naciones que no tienen parte en esta comunión con el Señor. Se le pide una fidelidad a Dios en medio de un mundo y de una sociedad en continuo proceso de cambio. Es una santidad que está unida a la fraternidad y la justicia; por eso, se hace mucho hincapié en la defensa del pobre y del necesitado.
c) Tierra: De Dios le vienen a Israel los bienes que posee. No debe vanagloriarse ni temer. Sólo confiar en el Señor.
d) Ley: asentado en esta tierra, ese pueblo necesita una ley para vivir en sociedad. Ser fieles a la ley es ser fieles al Señor. Del cumplimiento de las leyes depende la vida y la bendición de ese pueblo. Se dan muchas reglas y normas de pureza e impureza legal, que regulan el culto externo para con Dios. Puro en estos libros significa sano, bueno, higiénico, santo. Para nosotros la pureza es la virtud moral de nuestro comportamiento que regula la esfera de la sexualidad. ÉXODO 32, 15-16



e) Santuario: El centro del culto es el templo: allí se acudía para la oración y sacrificios 51. La santidad de Dios exige la santidad moral y ritual de su pueblo. Los medios para que nosotros seamos santos: oración, sacrificios 52. Se pide a Israel que destruya los lugares de culto cananeos y que adore al Señor en el lugar que él ha elegido para hacer habitar su nombre. Será en el santuario donde el pueblo llevará sus ofrendas y en donde celebrará sus fiestas.


Libros históricos: Josué y Jueces

Comenzamos una serie de libros inspirados por Dios que narran la historia religiosa de Israel, desde la muerte de Moisés (finales del siglo XII a.C.) y su relevo con Josué a la cabeza, hasta Juan Hircano (135-104 a.C.); es decir, desde la entrada en la Tierra Prometida de Canaán hasta la llegada de los Macabeos.
Para comprender estos libros hay que enmarcarlos en una visión religiosa: el plan de Dios para entrar en comunión con el hombre y traernos la salvación en Jesucristo, su Hijo, el Mesías prometido y esperado por Israel. Nos ayudarán estas palabras del Concilio Vaticano II: “...Estos libros, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos enseñan la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibirlos con devoción, porque expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación” (Constitución dogmática “Dei Verbum” n. 15).
Antes de entrar en cada uno de estos libros, hay que decir que Israel y Judá tuvieron que luchar contra reinos invasores:
Invasión asiria: 900-609 a.C.
Invasión neobabilónica: 626-539 a.C.
Invasión persa: 559-330 a.C.
El pueblo elegido por Dios tenía que luchar para defenderse. Hoy nos cuesta mucho entender estas guerras, pero Israel lo hacía con esa conciencia de proteger la elección de Dios y ser fiel a las promesas y a la Alianza de Dios. No es sólo lucha por la supervivencia personal, sino lucha por dejar bien claro ante todas las naciones que Dios es único y que Él quiso escogerse un pueblo para realizar su plan de salvación.
Por eso, los autores inspirados por Dios cuentan la historia de Israel con una mentalidad teológica, más que con una mentalidad histórica. Ven y escriben los acontecimientos del pueblo con ojos de fe, relacionándolos con el Dios de la Alianza y de las promesas mesiánicas. Unas veces seleccionan hechos, otras omiten o repiten episodios, atentos a todo lo que pueda concientizar al pueblo sobre la idea central de la Alianza.




Por eso las dos grandes ideas que atraviesan estos libros son: ALIANZA y MESÍAS.

El libro de Josué narra la conquista de la Tierra Prometida, llevada a cabo después de la muerte de Moisés por Josué. El libro de los Jueces contiene la historia del período transcurrido entre la muerte de Josué y la implantación de la monarquía. Dios solía llamar a los jueces en tiempos de suma necesidad, para que librasen a su pueblo de sus invasores.




JOSUÉ 5, 13-15
1. Autor y fecha
Los seis libros que van de Josué al segundo de los Reyes, forman una sola obra, escrita por uno o varios autores pertenecientes a la escuela teológica llamada deuteronomista porque en ella nació el Deuteronomio.
Josué fue escrito en torno al destierro (siglo VI a.C.), o sea casi siete siglos después de los acontecimientos.
No se ha aclarado todavía la fecha del libro de Jueces. Se estima que se fue ensamblando durante el exilio.
2. Características literarias:
a) El libro de Josué está escrito en género literario épico, grandioso, como para manifestar la fidelidad de Dios a sus promesas.
b) El libro de los Jueces es género literario narrativo, en forma novelada y, a veces, folclórica. Lo importante es la figura del héroe o juez que salva al pueblo, en nombre de Dios.
3. División y contenido temático
a) Josué: los israelitas entran en la tierra de Canaán al mando de Josué, atraviesan el Jordán, frontera de la tierra, y las murallas de la primera ciudad cananea, Jericó; caen milagrosamente ante ellos. En la conquista de otras ciudades interviene el Señor de distintas maneras. Hay tres partes: Conquista (cp. 1-12), reparto del territorio (cap. 13-21) y apéndices (22-24).


b) Jueces: Es una recopilación de tradiciones sobre la conquista y posesión de la tierra. Pone de relieve la idea de que la posesión de la tierra exige la fidelidad a la Alianza. Por eso, cuando el pueblo no es fiel -cuando peca- Israel pierde parte de su territorio. La conversión del pueblo (o vuelta a la fidelidad a la Alianza) recompone la unidad territorial. En esta acción interviene un personaje elegido por Yahveh: el juez, que en muchos casos es un jefe de tribu en la guerra santa. Algunos de estos jueces tienen un carácter mítico. Los jueces elegidos por Yahveh libraban a Israel de sus enemigos. Se llamaban jueces porque se hicieron instrumento de la justicia de Dios para salvar al pueblo de los extranjeros que amenazaban. Los más conocidos son Gedeón (cap. 6-9), Sansón (cap. 13-16) y una mujer, Débora (cap. 4 y 5).

4. Contenido teológico y espiritual
a) Josué: ideas que remacha
Dios es fiel en el cumplimiento de su promesa.
El Señor combatía a favor de Israel. De este modo, la lucha por la posesión de Canaán se narra como una guerra santa.
Si el pueblo se mantiene fiel a la ley, Dios estará con él y la conquista avanzará.
Una tierra para un pueblo, en función de unas promesas, que requieren fidelidad a la Alianza con Yahveh.
b) Jueces:
Clara teología de la historia en cuatro momentos: pecado de idolatría del pueblo; castigo por parte de algún pueblo extranjero; el pueblo se arrepiente y pide auxilio a Yavhé, y Yavhé envía un juez que libera a su pueblo. Por tanto, el libro de los Jueces presenta a Dios como el protagonista de la historia humana. Es un Dios temible, que exige fidelidad absoluta a la alianza; pero es también misericordioso, que perdona y ayuda.
En la vocación de los jueces se manifiesta visiblemente el elemento carismático: el Espíritu de Yavhé baja sobre ellos, los guía con eficacia a través de un don especial (p.e. la fuerza de Sansón, el ángel de Gedeón, etc...).
Este elemento carismático puede derrumbarse bajo el peso de su humanidad, y también puede pecar ese elegido, porque Dios sigue dejando libre a quien elige. Hay que educar la libertad para que siempre elija el bien.



Libros Históricos: Samuel, Reyes, Esdras, Nehemías, Macabeos.

La monarquía duró 450 años, hasta el cautiverio de Babilonia. El destierro duró 70 años. Por decreto del rey Ciro en el año 538 a.C. se da la posibilidad del retorno a los desterrados (cf. Esd 1, 1). Los que vuelven a la patria, el “Resto de Israel”, llevan una nueva esperanza de restauración del Reino glorioso de David, que está sólo en el recuerdo de los ancianos. Hay un nuevo fervor de fidelidad al Dios de la Alianza, pero no bastan los entusiasmos de unos pocos, como la familia de los Macabeos, para reconstruir la unidad del pueblo y la fe en el Dios de los padres. Se necesita la fidelidad de todo el pueblo.
Palestina sigue siendo una región ocupada por las potencias extranjeras: primero, los asirios; luego, los persas, después, los griegos, y finalmente, los romanos. La influencia de los pueblos extranjeros empujaba a la idolatría y a los cultos paganos, que hacen perder la identidad de pueblo de Israel.
El pueblo judío, dividido internamente, sin posibilidad de libertad política, porque es sólo un territorio ocupado por la nación de turno, se refugia en el recuerdo de su pasado glorioso y en la esperanza de un libertador y Mesías. .

Los libros de los Reyes narran la historia del Pueblo de Dios desde la muerte de David (971 a.C.) hasta el destierro de Judá en Babilonia (587 a.C.); comprendiendo así un periodo de 400 años de historia. Estos libros quieren mostrar cómo los reyes observaron o no las normas de la Ley y de qué manera Dios cumplió sus promesas y amenazas. A la posición que toma cada rey respecto de la Ley corresponde su suerte personal y la de su reino. Será grande aquel rey que cumple la Ley; será pequeño e impío, si la descuida, con su consecuente derrota para él y su pueblo.

1. Autor y fecha
a) Los dos libros de Samuel datan de finales del siglo IX a.C.
b) Los dos libros de los Reyes fueron compuestos más o menos entre el año 562 y el 538 a.C.
c) Los libros de las Crónicas fueron redactados a finales del siglo IV a.C.
d) Tanto el libro de Esdras como el de Nehemías fueron escritos, más o menos, en el siglo IV a.C.
e) Macabeos: Las luchas narradas en los libros de Macabeos abarcan cuarenta años, del 170 a.C. al 130 a.C. Y el libro fue escrito en torno al año 100 a.C. La canonicidad es atestiguada por muchos Padres, como Clemente de Alejandría, Orígenes, Cipriano, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo y por los concilios de Hipona (393) y Cartago (397). Trento terminó con las dudas y los incorporó al canon de las Escrituras, en el siglo XVI.



2. Características literarias
a) Los dos libros de Samuel forman una sola obra y figuran entre los escritos llamados “Profetas anteriores”. El autor se sirvió de fuentes, documentos y tradiciones que corrían por ahí.
b) El autor de los libros de los Reyes ha tenido a su disposición fuentes escritas, los anales de los reyes de Judá y de Israel.
c) Los libros de las Crónicas fueron llamados “Paralipómenos”, o sea, “libros de las cosas omitidas o, también, transmitidas al lado de”. El autor recoge noticias de la historia del pueblo que no están presentes en los otros libros históricos. Ha usado diversas fuentes: escritos bíblicos, escritos extrabíblicos y aportación personal. Ha habido un trabajo redaccional más elaborado, empleando la técnica de eliminación de cuanto no le interesaba para sus fines; la técnica de adaptación o retoque, para idealizar la figura de David. Usó el género midrash, es decir, extrajo de un hecho narrado todas las posibles enseñanzas morales para instruir religiosamente al pueblo.
d) Esdras y Nehemías: constituyen una sola obra. El autor-redactor utilizó documentos oficiales escritos en arameo, tales como cartas y decretos de reyes persas relacionados con la comunidad de Jerusalén, listas de repatriados y colaboradores activos en la reconstrucción de la muralla. Estos documentos fueron encontrados, tal vez, en los archivos del templo de Jerusalén. El autor ordenó todos estos materiales con criterios más teológicos-personales que histórico-cronológicos y conservó en bastantes casos la lengua original aramea de los documentos utilizados.
e) Macabeos: es una muestra de lo que podríamos llamar “historia monográfica”. A diferencia de la historia deuteronomista y de la historia cronística, que se pueden denominar “historias panorámicas”, los libros de los Macabeos se refieren a un solo acontecimiento: la insurrección macabea ante la dominación seléucida de Antíoco IV Epífanes y las luchas sucesivas de Judas Macabeos y sus hermanos por la libertad religiosa, cultural y política de los judíos. El libro fue escrito en hebreo. Predomina el elemento narrativo, aunque inserta himnos, discursos y documentos oficiales. El segundo libro de los Macabeos es anterior al primero; su estilo es ampuloso, retórico y recargado. A menudo introduce paréntesis llenos de paradojas y contrastes. Más que narrar busca conmover y persuadir y no le importa incorporar elementos milagrosos y sobrenaturales.

3. División y contenido temático
a) Samuel: Los dos libros de Samuel recopilan tradiciones y escritos sobre un acontecimiento clave para Israel: la instauración de la monarquía. En el primer libro, Samuel, el último juez, elige a Saúl como primer rey; se narra también la sucesión de Saúl. El segundo libro es una crónica del reinado de David, que consigue la unidad política y religiosa de Israel. Los profetas velan por la fidelidad de este pueblo a la Alianza y los sacerdotes mantienen el culto y el santuario. Dicha unidad se simboliza en Jerusalén. Todas estas transformaciones suceden a lo largo de un siglo. Estructura:
Samuel: 1 Sam 1-7, Samuel y Saúl: 1 Sam 8-15; Saúl y David: 1 Sam 16 y 2 Sam 1; David: 2 Sam 2-20

1 SAMUEL 17, 41-51 1 REYES 3, 16-28






b) Reyes: Narran la evolución de las instituciones básicas de Israel: el pueblo, el culto, el sacerdocio y la monarquía, a lo largo de 400 años (desde el 971 hasta el destierro de Babilonia, en el 561). La consolidación y esplendor de la monarquía con Salomón durará poco tiempo, ya que el reino se divide en dos a la muerte de Salomón. Es la época de máximo esplendor de los profetas, entre los que destacan Elías, Eliseo, Isaías. Se consolida la institución del templo con el sacerdocio, como pilares de la comunidad religiosa de Israel. Estructura del libro:
Historia de Salomón: 1 Re 1-11
División del reino e historia de Judá e Israel: 1 Re 12-22. Los profetas Elías y Eliseo.
Continuación de la historia de Judá e Israel: 2 Re 1-17
Reino de Judá hasta el destierro: 2 Re 18-25
c) Crónicas: estos dos libros son un compendio de la historia de Israel desde los orígenes del mundo hasta el año 538, fecha del edicto de Ciro que liberó a los judíos cautivos de Babilonia. Esta síntesis -que forma un grupo literario con los libros de Esdras y Nehemías- se redactó a finales del siglo IV a.C. y tiene como fin resaltar la restauración del pueblo de Israel desde una perspectiva religiosa. Sus líneas directrices son la exaltación del rey David y de la ciudad santa de Jerusalén. Estructura:
Genealogía de las tribus de Israel: 1 Cro 1-9
David y su obra: 1 Cro 10-29
Salomón y su obra: 2 Cro 1-9
Sucesos de Salomón: 2 Cro 10-36
El libro se cierra con la destrucción del templo y la deportación a Babilonia, como castigo de la infidelidad del rey y del pueblo.
d) Esdras y Nehemías: Formaron en su origen un solo libro y narran los hechos de la comunidad de Israel a partir del edicto de Ciro (538 a.C.). Los protagonistas de estos hechos son Esdras (sacerdote) y Nehemías ( escriba nombrado gobernador de Judea por Artajerjes). Marcan las líneas básicas de la restauración de Israel: la reconstrucción del templo y de la ciudad santa, y la formación de una nueva comunidad israelita basada en el culto y en la renovación de la Alianza, que se concreta en la observancia de la ley de Moisés. Nace el judaísmo, nuevo tipo de comunidad religiosa agrupada en torno al templo, a la ciudad y a la ley. Estructura:
Retorno de los judíos exiliados y reconstrucción del templo: Esd 1-6.
Actividad de Esdras y restauración de la comunidad de Jerusalén: Esd 7-10.
Primera misión de Nehemías: Neh 1-7.
Lectura de la ley y renovación de la alianza: Neh 8-10.
Reorganización de la comunidad por parte de Nehemías: Neh 11-12
Segunda misión de Nehemías en Jerusalén: Neh 13
e) Macabeos: Cuentan las luchas de los judíos, dirigidos por Judas, el Macabeo (“martillo”) y sus hermanos, contra los seléucidas para defender la libertad religiosa y política. El primer libro sintetiza los cuarenta años de guerra (entre 175 y 124 a.C.), mientras que el segundo libro narra, con un estilo distinto, los hechos de los primeros capítulos del primero. Estructura:
Primer libro: Causas de la rebelión y comienzos de la resistencia (1-2); y hazañas de los tres hermanos: Judas, Jonatán y Simón (2-13).
Segundo libro:
- Causas de la rebelión (1-8)
- Insurrección de Judas (2-9)
- Hazañas del Macabeo hasta la muerte de Nicanor

4. Contenido teológico y espiritual
a) Samuel: en estos libros se contienen estas verdades:
Monarquía: el rey garantizaba la estabilidad moral, social y material del pueblo. El rey era ungido y se convertía en persona sagrada. David fue el rey ideal. Saúl, el rey reprobado.
Profetismo: nace para hacer frente a la tentación del pueblo de buscar la salvación por medio de los recursos y efectivos humanos; y para contrarrestar las tendencias absolutistas y soberbias de la monarquía. No por ser rey se le permite todo. Tenemos el ejemplo del profeta Natán que echa en cara el pecado de David.
Unidad de todas las tribus y de todo el territorio.
La formación del pueblo de Dios.

b) Reyes:
Dios ha delegado en el rey sus poderes. Por eso, el rey llega a ser representante de Dios cerca del pueblo y del pueblo ante Dios. Dios lo elige mirando el corazón, y no siempre las cualidades externas.
La misión y la autoridad del rey es misión de servicio a Dios y al pueblo.
El rey, a pesar de estar consagrado, sigue siendo hombre. Por eso, debe vivir él primero en el amor y temor de Dios para caminar por el sendero del bien, pues tiene las mismas pasiones de todo hombre: lujuria, mentira, envidia, etc. Baste recordar 1 Sam 18-24, las relaciones entre David y Saúl, y 2 Sam 11 y 12, el pecado y el arrepentimiento de David. El fracaso del pueblo de Dios se debe a la infidelidad de los reyes que gobiernan y al pueblo.
La palabra de Dios se realiza a pesar de los reyes impíos. Es Dios y su Palabra que construye la historia de Israel, a través de la voz de los profetas (Elías y Eliseo).
El éxito o el fracaso en las empresas depende de la fidelidad o no a la Alianza.
A pesar de los enemigos externos, la fuerza de la fe del ungido logrará la victoria, como le pasó a David frente a Goliat (1 Sam 17, 4-11)
Dios es presentado como Señor Supremo, el Dios de las fuerzas y de la Naturaleza; un Dios nacional, celosamente reivindicado por el pueblo elegido, tan estrechamente apegado al suelo de la tierra prometida que no se le pueden ofrecer sacrificios fuera de esa pequeña región donde Israel realiza su voluntad. Es un Dios tan próximo, tan vivo, que colma de amor y protección.
La idea de la justicia divina hace progresos. Si bien protege a su pueblo, Yahvé no deja de manifestarle un rigor justo. Y si hay arrepentimiento, Dios manifestará misericordia. Todo cuanto se narra en los libros es un canto de reconocimiento y alabanza a la justicia divina. El castigo no es sino el cumplimiento de lo que en el Deuteronomio aparece reservado a los que son infieles a la Alianza (cf. Dt 28, 15).

Aletea en todas las páginas de estos libros el rayo de esperanza: Dios es fiel y cumple sus promesas. Una página central en la historia de la salvación es 2 Sam 7, 1-16, donde Dios renueva la alianza con David con una promesa grandiosa: la continuación de la dinastía de David en el trono. Se habla, pues, del Mesías.
Prefiguraciones: anticipación del bautismo (2 Re 4, 1-37: Naamán el leproso que se baña en el río).

c) Crónicas:
El centro del mensaje religioso de las Crónicas es la realización de las promesas, la constitución del Reino de Dios sobre la tierra. El centro de este Reino es Jerusalén, como centro religioso. Los elementos del Reino serán: el Templo, el sacerdocio levítico y la dinastía davídica.
El Señor gobierna toda la historia y es fiel a sus promesas.
De Israel ha hecho una comunidad santa. Se transforma de una comunidad real y profética en una sacerdotal.
La santidad se demuestra en la obediencia a la Ley y en la observancia de los ritos.

d) Esdras y Nehemías.
Pilares de la restauración de Israel: Ciudad Santa, Jerusalén, con su Templo, y la Comunidad, basada en la observancia estricta de la Ley.
Detrás de la ley está siempre un Dios vivo que habla y actúa. Y acompañando la ley está un culto cálido y sincero, y una plegaria espontánea.
La comunidad asume un carácter específicamente religioso: busca la santidad moral, poniendo aparte sus anhelos de libertad política. Con este espíritu nacen en este tiempo las sinagogas, o lugares de culto; los escribas, consagrados al estudio de la ley, y el Sanedrín, es decir, la autoridad interna, espiritual y jurídica.
La acción combinada de un sacerdote exigente y erudito (Esdras) y la de un seglar enérgico y comprometido (Nehemías) ha conseguido el milagro de reconstruir la comunidad de salvación. Y todo ello sin alardes personalistas; lo único que importa es la misión que Dios les ha encomendado.

e) Macabeos:
El segundo libro tiene una mayor densidad religiosa y mucho menos interés político y militar, como el primero.
Ambos libros ponen en evidencia las tremendas pruebas que sufrió el pueblo escogido por querer imitar a los paganos, y destacar el auxilio de la divina Providencia en aquella lucha de vida y muerte, que humanamente hablando, habría debido tener por consecuencia la aniquilación del pequeño pueblo judío. Por tanto, la fidelidad a Dios es condición básica para conservar la unidad y la identidad del pueblo escogido. La lucha por la fe empieza en esta tierra y tiene su victoria definitiva sólo más allá del tiempo.
El templo significa la santidad de Dios, expresada en sus santas leyes, el culto, los sacrificios y el sumo sacerdocio que ejerce una mediación determinante para su pueblo.
Valor de la oración y del sacrificio, el poder ejemplar y expiatorio del martirio de los justos, la retribución tras la muerte y la esperanza en la resurrección futura. Aquí encontramos el argumento de la oración por los difuntos y, por lo mismo, la verdad sobre el purgatorio.



MOISÉS: Profeta, liberador, caudillo, legislador

¿Quién fue el hombre que condujo al pueblo de Israel desde Egipto hasta la tierra prometida? Indudablemente el único hombre que estuvo «cara a cara» con Dios.

Pero, ¿quién es el profeta? Del latín tardío propheta, del griego prophetes (de pro, “en nombre de”, y phemì, “hablar”; en hebreo es nabi, “aquel que es llamado - hombre de Dios”) es “aquel que habla por” otro, aquel que anuncia ante el pueblo, que proclama.
Dios escoge a un hombre y lo hace instrumento de su designio; pero la primera reacción del elegido es la conciencia de la propia debilidad e incapacidad. «¿Cómo haré?», se pregunta.
Esta duda enseguida se ve suplantada por el presentimiento de la fuerza de Dios: en la debilidad de su profeta Dios puede obrar con toda su potencia y misericordia.
Los profetas no son adivinos; no predicen el futuro mirando en una bola de cristal, sino que ven la obra de Dios en el tiempo presente.
Lo que el profeta anuncia es la liberación, una promesa de plenitud que el hombre a menudo rechaza, a causa de su pecado original, de su incapacidad para mantener vivo su anhelo de vida. Y la respuesta de Dios es siempre un amor más grande que el mal y que la traición del hombre.
Dios ha elegido a un pequeño grupo de hombres para enseñar a su criatura que Él es su único Dios y creador, y para amarlo. Reviviendo la historia del pueblo de Israel se puede comprender la experiencia cristiana y el método que el Señor ha elegido para hacerse presente en la vida del hombre, en cada instante de nuestra vida.
¿Hombre o mito? A lo largo de los siglos muchísimos autores han hablado acerca de la vida de Moisés: desde Filón de Alejandría a Gregorio de Nisa, desde los psicoanálisis de Freud hasta los últimos estudios sobre los que hemos podido leer recientemente en los periódicos. Según los hermanos Sabbah - investigadores judíos de lengua francesa -, Moisés tendría orígenes egipcios más que judíos. Más aún: Abraham podría identificarse con el faraón egipcio Akhenaton. De aquí se extrae una conclusión: los judíos son de origen egipcio. Pero, aparte de todas estas interpretaciones, veamos qué dice la Biblia.

Cuatro libros narran las vicisitudes de Moisés: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. No hay seguridad acerca de la identidad del autor; el mismo Moisés podría haber sido el redactor de una parte tan esencial de la historia de Israel. Junto con el Génesis, estos libros forman el Pentateuco. Se trata de libros históricos, que narran lo sucedido a este pueblo, pero son, sobre todo, la fuente de la ley judía, la Torah.
Los historiadores sitúan la liberación de los egipcios bajo los faraones de la XIX dinastía, hacia el siglo XIII antes de Cristo.
Ya fuera un judío salvado por una princesa egipcia, que lo recogió de las aguas del Nilo en una cesta revestida por dentro de pez y betún y criado por su madre natural, Iochebed; o un general egipcio, lo que es seguro es que creció en la corte del faraón: sería culto, rico, estaría en contacto con el politeísmo egipcio, con los sacerdotes iniciados en las técnicas de meditación oriental, y sentiría quizá curiosidad por encontrar las clave de los misteriosos cultos faraónicos y de la tradición de sus padres. Por aquellos tiempos los israelitas eran esclavizados y explotados como mano de obra en la construcción de las ciudades de Pitom y Ramsés. El homicidio de un soldado egipcio que maltrataba a un trabajador le obligó a huir. Fue un cambio de vida radical: en la tierra de Madián, al sureste de Palestina, fue acogido por el sacerdote madianita Jetró. Se casó con una de sus hijas, Séfora, con la que tuvo un hijo, Guersom, que significa “forastero soy en tierra extraña”, y después tuvo otro, Eliezer, es decir, “el Dios de mi padre es mi auxilio”. Durante años pastoreó el rebaño de su suegro, en la paz de aquella tierra libre. Un día sucedió lo inimaginable: durante su trabajo cotidiano el Señor, «Dios de su padre (Amran; ndr), Dios de Abrahám, Dios de Isaac, Dios de Jacob» se le apareció bajo la forma de una zarza que ardía sin consumirse, le llamó y le habló. Puede ser que Moisés, crecido en la corte egipcia, durante años en contacto con cultos empapados de esoterismo y magia, no se espantase de la modalidad con la que Dios se le apareció. «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel (...) El clamor de los israelitas ha llegado a mí y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora marcha, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas» (Ex 3,3-10).
Esta es la vocación de Moisés, el único hombre que ha hablado «cara a cara» con Dios, sin mirarle a la cara, porque «no puede verme el hombre y seguir viviendo» (Ex 33,20). Ni siquiera Abraham, Isaac o Jacob fueron objeto de un favor semejante. Moisés condujo fuera de Egipto a su pueblo (la Biblia habla de 600.000 hombres «de a pie» (Ex 12,37), y si añadimos mujeres y niños la cifra llegaría a un par de millones de personas: un número elevadísimo y bastante improbable si se piensa que habrían de atravesar el desierto).
Dios, para ayudarles, derrotó a los egipcios, desencadenando contra ellos verdaderas pestilencias (las diez plagas) y ahogándoles en el Mar Rojo, a la altura de Baal Sefón. Los israelitas pasaron cuarenta años en el desierto hasta alcanzar la tierra prometida y en estos cuarenta años Dios dictó por dos veces a Moisés sus mandamientos. Alimentó al pueblo con maná y codornices. Derrotó a sus enemigos. En forma de nube, les protegió de día y les guió de noche. Les perdonó cuando se rebelaron.

La elección
Sin embargo el hombre, frente a una predilección así, se siente inadecuado y trata de sustraerse a la llamada. «¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?» (Ex 3,11) pregunta Moisés, cuando el Señor le llama. La respuesta es: «Yo estaré contigo; y esta es la señal que yo te envío: cuando saques al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en esta montaña». El Señor estará con él, este es el signo que identificará su misión: los hebreos servirán a Dios en la montaña del Sinaí. «No van a creerme (los israelitas, ndr), ni escucharán mi voz» (Ex 4,1).
Yo estaré contigo. Muchas veces Dios asegura su presencia física para confortar a su profeta. «Dijo Moisés a Yahveh: “¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua [quizá era tartamudo, ndr]”. Le respondió Yahveh: “¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh? Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir. (...) ¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien (...) Tú le hablarás y pondrás las palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. Él hablará por ti al pueblo, él será tu boca y tú serás su dios”» (Ex 4,10-16).
La segunda vez que Moisés subió al monte Sinaí para recibir las tablas de la Ley, después de la traición del pueblo hebreo, el profeta gritó al Señor, casi como un desafío, esta imploración: «Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí. Pues, ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que tú marches con nosotros?» (Ex 33,15-16). Es como decir: solo si estás con nosotros, lograremos hacer lo que debemos, y yo, Moisés, lograré llevar a término lo que me has pedido.

De nuevo dice Moisés: «No van a creerme, ni escucharán mi voz» (Ex 4,1), y el Señor le da signos: el profeta es aquel que de forma evidente es hombre de Dios gracias a signos extraordinarios e inequívocos: junto a la zarza Moisés recibe un bastón - denominado bastón de Dios -, del que no se separará nunca. Era el instrumento con el que Moisés actuaba en nombre de Dios. Y también la mano leprosa de Moisés y la serpiente de bronce que curaba al pueblo de las mordeduras de serpientes del desierto.

El nombre
Pero el signo de máxima predilección es la revelación del nombre.
En la zarza ardiente, la aparición dice: «Yo soy el dios de tu padre...», y la palabra utilizada para indicar “dios” es ‘Elohim, un nombre genérico y plural pronunciado ‘Eloha en singular. «”Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros”». Todos conocían el nombre común ‘Elohim, que es como para nosotros la palabra “dios” o “god” para los ingleses, “gott” para los alemanes. Pensemos en el momento en el que suceden estas cosas: «Los dioses de los egipcios eran más numerosos que las ciudades a ellos dedicadas», dice el estudioso judío André Chouraqui en su libro Mosè. Cuando Dios dice a Moisés que es el Dios de sus padres es como si le dijese que precisamente Él y sólo Él había elegido a ese pueblo a través de ellos y que siempre era Él el que llamaba a Moisés. Pero aquí se hace necesario un paso más: la revelación del nombre particular del dios de los patriarcas. Moisés quiere conocer el nombre de aquel en cuyo nombre actúa. Moisés quiere saber el nombre de quien le está mandando, para tener autoridad ante los israelitas. Sin ese nombre nadie le seguiría. Sin ese nombre nadie podrá reconocer su misión: «Si voy a los israelitas y les digo: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros; cuando me pregunten: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?». «Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros”». “Yo soy”, traducción del hebreo ‘Ehyeh, primera persona del verbo ser “hawah”, pero también “Yo seré”, con una acepción atemporal, eterna. Los hombres, hablando de Él, le llaman “Él es”, “yahweh”. Así habla Chouraqui: «Conocer el nombre de alguien significa tener poder sobre él, para llamarlo, para comunicarse con él, para darle órdenes», para entrar en relación con él. «El hombre oriental - continua Chouraqui para aclarar - vive en un universo de palabras y de signos cuya esencia traducen los nombres». Pensemos, por ejemplo, cuando Jesús le dice a Pedro: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Por tanto la esencia del Dios de Moisés es el ser, el ser eterno.
En tiempos más recientes dejó de pronunciarse el nombre propio de Dios por reverencia. Permanecieron las consonantes de la palabra, creando el nombre inefable YHWH, totalmente impronunciable. Un nombre que durante la lectura se pronunció “Adhonai”, Señor.
Todo esto es profecía de la encarnación. Que Dios haya declarado su nombre prefigura el método que usará enviando a su Hijo: mostrarse, darse a conocer. «Antes de que Moisés le pidiera al Señor conocer su nombre, los dioses eran fuerzas naturales representadas por estatuas adoradas en los templos. De repente deja de ser un objeto. Se hace presente como persona, como Ser trascendente, Omnipotencia, Él, Dios de sus padres, Él, el liberador de Israel, el Creador», explica Chouraqui.

Desde el monte Nebo
Moisés hablaba cotidianamente con Dios dentro de la tienda que el Señor le había ordenado construir. La tienda era el templo que custodiaba el arca de la alianza: dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho, en madera de acacia, revestida de oro puro. Sobre la cubierta dos estatuas de querubines de oro. Dentro, las tablas de la alianza (cf. Ex 25,18ss.). Solo Moisés podía entrar en la presencia del Señor y recibir sus mandatos y sólo él podía trasladar la tienda durante el camino en el desierto.
A través de la ley el legislador de Israel hizo de las tribus errantes que habían emprendido la aventura del Sinaí el núcleo de una verdadera nación, preparada, como tal, para salir del desierto y entrar en la historia.
Profeta, liberador, caudillo, legislador, Moisés no entró en la Tierra prometida, sino que la contempló de lejos, desde el monte Nebo, frente a la ciudad de Jericó. Allí murió a la edad de 120 años - edad totalmente improbable, más bien simbólica. 120 es el número considerado ideal por la sabiduría egipcia - «como había dicho el Señor. Lo enterraron en Moab, frente a Bet Fegor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. Moisés murió a la edad de ciento veinte años: no había perdido vista ni había decaído su vigor.» (Dt 34,5-7). El Deuteronomio termina así: «Pero ya no surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; ni semejante a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el Faraón, su corte y su país; ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel» (Dt 34,10-12).

Pobre, sin rostro. Y, sin embargo, consciente y cierto. Al leer los pasajes bíblicos, se reconoce que la estructura íntima de la personalidad del Profeta es la certeza. No se trata de un carácter psicológico, sino la señal de que Dios actúa en él, de que el profeta refleja la presencia de Otro. Es, por tanto, luchador: «Me puse ante ellos cual piedra durísima… como un muro de bronce», al igual que los muros inexpugnables de la ciudad.


Es difícil que pueda comprender la experiencia cristiana quien de algún modo no está dispuesto a vivir la historia del pueblo de Israel con todos sus acentos y dramas. San Pablo afirma que la historia de Israel es una pedagogía de Cristo. A través del pueblo judío la pedagogía divina quiere enseñar al hombre que sólo hay un Dios y que Este lleva a cabo su plan misterioso mediante la elección de un tiempo y un espacio, de un reducido grupo de hombres. Elige a un pueblo, tan efímero y frágil como queramos, pero cierto de que Dios ha establecido con él una alianza y de que ningún límite humano debido al pecado original puede tener la última palabra. Los Salmos son la forma de diálogo que Dios ha establecido para la relación con el pueblo que ha elegido. Quienes hoy los rezamos asumimos un clima judío, definido enteramente por esa espera tan particular de plenitud que surgió en la historia humana y que no se puede comparar con las demás formas religiosas.

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