lunes, 20 de septiembre de 2010

Unidad 7

Unidad 7
El Nuevo Testamento

Llamamos “Nuevo Testamento” a la colección de los 27 libros inspirados93 , escritos después de la resurrección de Jesús. A través de ellos conocemos a Jesús y la vida de la Iglesia en sus inicios.
Todo el Nuevo Testamento gira alrededor de esta “Buena Noticia”: Jesús de Nazareth, nacido de María, por obra del Espíritu Santo, es el Salvador, el Mesías, el Hijo de Dios y Hombre verdadero; ha muerto y resucitado para dar a los hombres una Vida Nueva y para enseñar el camino que conduce a la verdad de nuestra vida y de nuestro destino, que es la gloria del Padre, junto a Cristo Jesús.


1. ¿Cómo nació en Nuevo Testamento?
Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie que escribiera su mensaje. Él sólo dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a todas las gentes, para que todos los pueblos sean mis discípulos”. Por tanto, el Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y celebrado. Solamente en un segundo tiempo, cuando las primeras comunidades vivían y celebraban la fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra de Jesús iban desapareciendo, se sintió la necesidad de poner por escrito esa fe y esa predicación de los apóstoles y discípulos. El Nuevo Testamento fue entonces el resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades cristianas. Este hecho es muy importante porque nuestra fe no puede fundamentarse sólo en la Biblia escrita, como lo hacen los protestantes. Es más bien la Tradición (con el Magisterio de la Iglesia) que nos garantiza la verdad de la Biblia y nos transmite todo el depósito de la fe (cf. 2 Tim 1, 13-14)94 .

Por tanto, el Nuevo Testamento tuvo dos etapas:
a) Una etapa predicada de boca en boca: el núcleo de esta predicación era este: Cristo Jesús, Hijo de Dios, muerto y resucitado. A este núcleo se le llama Kerigma, palabra griega que significa “anuncio, proclamación95” . Este Kerigma seguía este esquema: se recuerda el acontecimiento de Jesús; se interpreta este acontecimiento con las Escrituras; y se llama al compromiso de la fe. Este Kerigma se anunció primero a los judíos y después, por obra de Pablo, a los paganos. El Espíritu Santo fue el gran protagonista de esta etapa predicada del “Evangelio”, inspirando, asistiendo, cuidando la vida y la palabra de los primeros misioneros.
b) Y una etapa escrita: fue un camino largo y complejo. En los primeros años algunas comunidades cristianas empezaron a resumir lo esencial de la predicación apostólica en fórmulas breves y fáciles de retener, que serían los primeros intentos del “Credo”. San Pablo cita una fórmula célebre: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras. Fue sepultado y resucitó al tercer día, según la Escrituras. Se apareció a Pedro, luego a los Doce” (1 Co 15, 3-5). Muy rápidamente, al celebrar la Eucaristía, nacerían también las “aclamaciones y fórmulas de alabanza a Cristo” (cf. Fil 2, 6-11; Col 1, 12-20; 1 Tim 3, 16). Así pasaron unos 30-35 años después de la resurrección. Y como los apóstoles iban muriendo, surgió el anhelo de poner por escrito todo, para no perder su memoria. Lo primero que se escribió fue el Relato de la Pasión. Más tarde, los dichos de Jesús, las parábolas y los milagros. Y así nacieron los cuatro Evangelios: primero Marcos, alrededor del año 45; después Mateo y Lucas, alrededor del año 60; por último, Juan, allá por el año 90. San Pablo, desde el año 40 había empezado sus viajes misioneros, fundando comunidades en toda Asia Menor; y para mantener los contactos con ellas, les escribe cartas, aconsejando, amonestando, enseñando, solucionando problemas. La primera que escribió fue el año 51 a los Tesalonicenses. Más tarde, en el año 63, escribió a los Corintios y a los Gálatas. Por tanto, los primeros escritos del Nuevo Testamento no fueron los Evangelios, sino las Cartas de san Pablo. Al inicio, los varios libros del Nuevo Testamento circulaban separadamente por las comunidades cristianas. Poco a poco se fueron juntando estos libros, cuando eran copiados a mano, hasta llegar a conformar todo el conjunto de los 27 libros canónicos.

¿Cuándo se empezaron a reunir los varios libros, hasta conformar el “Canon” del Nuevo Testamento?
El más antiguo y más importante catálogo de los escritos del Nuevo Testamento fue descubierto en el siglo XVIII por un estudioso, llamado Muratori. El Canon de Muratori data de mediados del siglo II. Este catálogo contiene 22 libros, entre los cuales las 13 cartas de san Pablo. Todavía no es el Nuevo Testamento completo, pero es el primer intento que conocemos de empezar a reunir los varios libros.
Luego tenemos el testimonio de san Justino, que en su primera Apología del año 150 nos dice: “El domingo, todos se reúnen, leen las Memorias de los Apóstoles, que se llaman los Evangelios”. Esto nos asegura que ya a mediados del siglo II estaban reunidos los cuatro Evangelios. El catálogo ya completo de los 27 libros canónicos del Nuevo Testamento lo encontramos hacia el año 400.

¿Originales o copias?
Los originales de los libros del Nuevo Testamento se perdieron muy pronto, debido a la escasa duración del material (papiro y cuero) en que se escribían, a mano, libros y cartas. Lo que ha llegado a nosotros son copias, muy antiguas por cierto, de pergamino u otro material, en número muy abundante, de varios libros o colecciones. Unos 3.500 manuscritos. Entre las colecciones o códigos más antiguos del Nuevo Testamento en griego podemos recordar:

a) El código Vaticano (siglo IV) que contiene casi todo el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
b) El código Alejandrino (siglo V) que contiene el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento e incluso cartas de san Clemente, no admitidas en el Canon.
c) El código Sinaítico (mitad del siglo IV) que contiene todo el Nuevo Testamento e incluso la Carta de san Bernabé y el Pastor de Hermas, no admitidas en el Canon.

La versión en latín de la Biblia es la Vulgata, terminada por san Jerónimo en Belén, hacia el año 400. Ya en este momento, los libros del Nuevo Testamento ya estaban completos y posteriormente fue esta versión de la Vulgata la que fue aprobada como oficial en la Iglesia, en el Concilio de Trento, en el año 1570.
Son éstos: los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las trece cartas de Pablo, la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, las dos cartas de Pedro, las tres cartas de Juan, la carta de Judas, y por último, el Apocalipsis.

94. Dice san Agustín: “Yo no creería en la Biblia, si no hubiese la Iglesia que me la presenta y me la explica”.
95. Huellas del Kerigma predicado las podemos encontrar en algunos discursos de Pedro (cf. Hech 2, 14-41; 3, 12-26; 5, 29-32; 10, 34-43) o de Pablo (cf. Hech 13, 16-41) o en el relato de Emaús (cf. Lc 24, 19-27).


Entorno histórico y cultural del Nuevo Testamento

Los acontecimientos narrados en el Nuevo Testamento van desde el nacimiento de Jesús hasta el año 60-65. Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos desde el año 51 (carta de san Pablo a los Tesalonicenses) hasta el año 90-100 (Apocalipsis y carta a los hebreos). Los escritos del Nuevo Testamento nacen dentro de los primeros grupos cristianos organizados en comunidades, surgidas en las poblaciones principales del imperio romano, sobre todo, en las provincias romanas desde Roma hacia Oriente: Italia, Macedonia, Acaya, Asia, Galacia, Cilicia y Siria; es decir, en una zona de cultura helenística cuya lengua era el griego común 96, lengua en la que están escritos todos los libros del Nuevo Testamento.

1. Ambiente histórico en tiempo de Jesús
La vida de Jesús y de los Apóstoles se desarrolló en Palestina, que conocemos en sus grandes partes: Judea, al sur; Samaria, al centro; y Galilea, al norte.
Toda la región estaba en esos años bajo la dominación del Imperio de Roma. Ya vimos en el Antiguo Testamento cómo esta tierra había sido saqueada y conquistada (por los asirios, por los de Babilonia, por los persas, griegos, etc.). Los romanos gobernaron los territorios ocupados con bastante amplitud; dejaron libertad de religión, con tal de que fueran salvados los intereses de Roma y llegara el dinero de los impuestos. También dejaron que las autoridades locales, en nuestro caso el Sumo Sacerdote y el Sanedrín, ejercieran su mando y vivieran con sus leyes, eso sí, bajo la vigilancia de un encargado de Roma.
¿Qué gobernantes tenía Palestina en ese entonces?

a) La familia de los Herodes: Herodes el grande 97, y sus tres hijos98 : Arquelao, Herodes Antipas y Filipo. El más vinculado con los hechos del Evangelio es Herodes Antipas.
b) El mal gobierno de los “Herodes” hizo que Roma cambiara su política de Palestina y Siria. El emperador romano, que residía en Roma, nombró un funcionario imperial con el título de Procurador, encargado de gobernar las provincia de Judea y Samaría. El más famoso procurador romano fue Poncio Pilato, que gobernó desde el año 26 al 36. En el norte, en la Galilea, gobernó Herodes Agripa, favorito de los emperadores romanos, hasta el año 44. Persiguió a la Iglesia cristiana (cf. Hech 12, 1-19) y ganándose la simpatía de los judíos, reemplazó a procuradores romanos.
En el año 66 los judíos, en lucha armada, proclamaron la independencia del Estado judío. Roma encargó al joven Vespasiano, futuro emperador, que sofocara el levantamiento en el año 67. La campaña militar duró tres años. Mientras tanto Vespasiano viajó a Roma, por la muerte de Nerón (año 69) y dejó a su hijo Tito el mando en Palestina. Tito, en ocasión de la Pascua del año 70, puso a Jerusalén en estado de asedio. Cinco meses resistieron los judíos atrincherados en la Ciudad Santa. El 10 de agosto del 70 fue el desenlace fatal: Jerusalén fue arrasada, el Templo totalmente destruido, como nos relata el Evangelio: “No quedará piedra sobre piedra” (Mc 13, 1-2). Los habitantes fueron deportados y vendidos como esclavos. El Sanedrín quedó suprimido, el Templo había dejado de existir y ya no se podía celebrar el culto nacional: fue la catástrofe del Judaísmo.
No obstante, los judíos no se dejaron abatir: todavía hubo una chispa de rebelión, que se mantuvo encendida dos años más, en la fortaleza de Massada, al sur del Mar Muerto. Además, el Judaísmo como religión persistía en toda la Diáspora. Allí vivían unidos entre sí, con su organización, conservando intactas sus leyes y sus costumbres religiosas. Desde ese tiempo hasta nuestros días, el pueblo judío ha sido siempre la nación sin patria, respetado por algunos, perseguido por otros. Sólo en el año 1948 los judíos lograron restablecer en Palestina el Estado de Israel.
¿Qué hacían mientras los cristianos? Ya en el año 70 el Cristianismo había roto la barrera de la raza y de la nación judaica, y se proyectaba al mundo grecorromano. Cristo había venido para todos, su salvación abarcaba a todos.

Ambiente cultural y religioso
Tres mundos existentes había en Palestina en tiempos de Jesús:
Cultura romana: era opuesta a la mentalidad hebraica. Además, el hecho de que los romanos eran los dominadores hacía que el pueblo judío rechazara de raíz todo lo que viniese de Roma. Entre Roma e Israel había un abismo cultural y religioso muy grande. Roma era el centro de una civilización materialista, sostenida por la disciplina del ejército y gobernada por administradores y bancos. Su dios verdadero era el “Estado”. Tenía, sí, una moral, pero no una religión concreta. No tenía “El templo de Dios”, sino un “Pantheón”, o sea, el templo de todos los dioses, y estaban abiertos a dar la bienvenida a otros dioses.
b) Cultura griega: la cultura griega conquistó el mundo entonces conocido, y su influjo llegó a Palestina. Las primeras comunidades cristianas, fundadas por san Pablo, eran griegas, con mentalidad helenística; esta mentalidad y cultura se refleja en todo el Nuevo Testamento. Esta cultura griega estaba fundada en una concepción ideal del hombre, de su naturaleza y de su libertad. Se caracterizaba por el gusto por las cosas del espíritu. Y encontraba su expresión en el arte, la literatura, la filosofía y la religión. El Nuevo Testamento nació en este ambiente, fue escrito en griego común y recibió en sus escritos muchos influjos de las costumbres y culturas que venían de Grecia.
Cultura judía: Todas las leyes se fundamentaban sobre la “Torah”. El judío era profundamente religioso. Su vida se desarrollaba al ritmo de las celebraciones semanales en la Sinagoga, del culto al templo, y de la oración personal y familiar 99. Además de las prácticas individuales, la religión judía tenía un centro: el Templo de Jerusalén. El templo era el orgullo de la nación judía y el objeto de su amor. Así todo judío, dondequiera que estuviese, se volvía hacia el templo durante su oración. Todo israelita, cumplidos los veinte años, debía pagar su impuesto al Templo. La peregrinación al Templo era la forma más profunda de expresar la propia fe. Acudía a él tres veces al año: en Pascua, Pentecostés y Fiesta de los Tabernáculos 100.

¿Cómo estaba dividida la sociedad judía?
El Sanhedrín, una especie de Senado que gobernaba todos los asuntos internos; eran unos 70 y se dividían en tres grupos: sacerdotes, ancianos (saduceos) y los escribas (doctores de la Ley).
Los escribas eran los maestros y entendidos sobre la ley y el derecho, guías espirituales de las comunidades judías; orgullosos y omnipresentes, hábiles de discutir y dar sentencias.
Los fariseos, eran una secta religiosa, porque se consideraban separados del pueblo a quien decía ignorante y pecador; defensores de la estricta observancia de la ley y del cumplimiento minucioso de los preceptos; adversos a los romanos, enemigos de los saduceos; estimados por el pueblo por su celo piadoso, su conducta intachable y por su desprecio hacia la ocupación romana.
Los saduceos eran la clase rica y todopoderosa de los judíos; dueños del templo, jefes del Sanhedrín, complacían a los romanos, detestaban a los fariseos por su actitud de fanatismo religioso y político y por razones doctrinales: los saduceos no creían en la resurrección de los muertos; conservadores intransigentes de las tradiciones.
Los esenios, personas que en su afán de purificación, se retiraban en “comunidades monásticas” y hacían vida en común, en el cumplimiento fiel de los Escrituras; vivían normalmente en continencia, en continuas purificaciones cultuales y se dedicaban al estudio y trascripción de los Libros Sagrados; los restos de un “monasterio” de este tipo se descubrieron en Qumrám, cerca del Mar Muerto.
Los samaritanos, grupo religioso asentado en el centro del país, en Samaría y adoraban a Yavé en el templo de Garizim; los judíos los odiaban porque se mezclaron con los extranjeros y los llamaban pecadores.
Los celotes, secta político-religiosa, nacida a raíz de la ocupación romana; eran patriotas nacionalistas, cuyo objetivo era sacudirse de la dominación extranjera; eran como un grupo de guerrilleros que trabajaban en la clandestinidad e intervenían a mano armada contra Roma; protagonizaron las revueltas judías que llevarían a la destrucción de Jerusalén (año 70).

3. Géneros literarios de los libros del Nuevo Testamento

Se agrupan en cuatro tipos o géneros literarios:
a) Evangelios: contienen el Mensaje de Jesús y algunos datos de su vida. El género “Evangelio” se caracteriza por ser, ante todo, una proclamación y exposición del Mensaje y de la Persona de Jesús. El objetivo de estos escritos es afianzar la fe de los seguidores de Jesucristo.
b) Hechos de los Apóstoles: pertenece este libro al género histórico, porque gran parte de su contenido narra la expansión del cristianismo en el siglo I y la formación de las primeras comunidades cristianas por la evangelización de algunos apóstoles, sobre todo, Pedro y Pablo.
c) Cartas: pertenecen al género epistolar. Cada una cuenta con sus partes características: saludo, introducción, cuerpo de doctrina y exhortación y despedida.
d) Apocalipsis: encaja en el género literario de los apocalipsis, muy abundantes en los siglos II a.C. al II d.C. Tiene sus precedentes en escritos del Antiguo Testamento, como Daniel, Isaías y Ezequiel.

4. Jesús de Nazaret, ¿realmente existió?

Jesús de Nazaret es el protagonista de todos los escritos del Nuevo Testamento. Los Evangelios aportan datos sobre su vida y exponen una síntesis de su Mensaje. Los otros escritos muestran algún aspecto del Mensaje o narran cómo sus seguidores crearon un nuevo estilo de vida: la de creyentes, hasta formar núcleos de personas, las comunidades cristianas.

Pero, ¿existió realmente Jesús o es un personaje de ficción?
Escritores paganos: a principios del siglo II se habla de los llamados “cristianos”, como aquellos que profesan la fe en Cristo, considerado como Dios. Así la carta que el historiador Plinio el Joven, procónsul de Bitinia, escribe en el año 112 al emperador Trajano que “los cristianos se reúnen un día determinado antes de romper el alba y entonan un himno a Cristo como a un dios”101 . Está también Tácito que en sus Anales, hacia el año 115, habla del gran incendio de Roma, atribuido a Nerón en el 64, que culpaba a los cristianos de todo. Aquí está el texto: “Para hacer cesar esta voz, presentó como reos y atormentó con penas refinadas a aquellos que, despreciados por sus abominaciones, eran conocidos por el vulgo con el nombre de cristianos. Este nombre les venía de Cristo, el cual, bajo el reino de Tiberio, fue condenado a muerte por el procurador Poncio Pilato. Esta condena suprimió, en sus principios, la perniciosa superstición, pero luego surgió de nuevo no sólo en Judea, donde el mal había tenido su origen, sino también en Roma, a donde confluye todo lo abominable y deshonroso y donde encuentra secuaces” (15, 44)102 Suetonio, historiador del año 120, refiere que el emperador Claudio “expulsó de Roma a los judíos por promover incesantes alborotos a instigación de un tal Cresto” 103 .
Escritores judíos: Flavio Josefo, historiador judío, en sus Antigüedades judías, escritas hacia el año 93-94, refiere que el “sumo sacerdote Anano acusó de transgredir la ley al hermano de Jesús (que es llamado Cristo), por nombre Santiago, y también a algunos otros, haciéndoles lapidar” (Antiquitates XX, 9, 1). Más explícito es otro pasaje: “Por aquel mismo tiempo apareció Jesús, hombre sabio, si es lícito llamarle hombre; pues hizo cosas maravillosas, fue el maestro de los hombres que anhelan la verdad, atrayendo hacia sí a muchos judíos y a muchos gentiles. Él era el Cristo. Y, como Pilato le hiciera crucificar por acusaciones de las primeras figuras de nuestro pueblo, no por eso dejaron de amarle los que le habían amado antes: pues Él se les apareció resucitado al tercer día después que los divinos profetas habían predicho de él estas cosas y otros muchos prodigios sobre su persona. Hasta hoy dura la estirpe de los cristianos, que tomaron de Él su nombre” (Antiquitates XVIII, 3, 3).

Testimonios cristianos: Vienen recogidos en el Nuevo Testamento, conjunto de 27 escritos: cuatro evangelios, los Hechos de los apóstoles, catorce cartas de san Pablo, las siete cartas llamadas católicas (de Santiago, 1 y 2 de Pedro; 1, 2 y 3 de san Juan, y Judas Tadeo) y, finalmente el Apocalipsis. Hay que decir que el Nuevo Testamento no es un libro de historia. Es un conjunto de libros que contiene el anuncio del mensaje de la fe. Hay en él muchos datos históricos, más que en el resto de los libros no cristianos, pero lo más importante es la fe y la conversión. Por lo mismo, no podemos mirar estos libros con ojos de historiador, sino con corazón de creyente.
También hay otros libros cristianos que hablan de Jesucristo, pero no han sido recibidos por la Iglesia como auténticos y revelados. En ellos cuenta más que la fe y la historia la exageración maravillosa, la admiración humana milagrera, las reflexiones particulares. A estos libros se les llama apócrifos.

Serán, pues, los evangelios la fuente más importante sobre la historicidad de Jesucristo. Fueron escritos a la luz de la Pascua. Los redactores se sirvieron de documentos escritos anteriores, en una primera recopilación, e investigaciones personales, al tiempo que daban a sus escritos una propia intencionalidad teológica. Uno de estos documentos anteriores es la llamada Quelle (fuente en alemán) que recogía discursos y logia (frases cortas memorizables) de Cristo, existente ya en los años cuarenta, que fue utilizada por Lucas y Mateo. Otra fuente escrita es la conocida con el nombre de “triple tradición”, que recoge los hechos de la vida de Cristo, de la que dispusieron los tres sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas). Disponemos de criterios válidos que nos permiten escuchar, si no las “mismas palabras de Jesús” (obsesión del siglo pasado), al menos el mensaje auténtico de Jesús y alcanzar unos hechos “sucedidos de verdad” que pertenecen a Jesús de Nazaret.

5. ¿El Cristo histórico es el mismo que el Cristo de la fe?
Para la Iglesia el Jesús de la historia es el mismo que el Cristo de la fe. El Jesús de la historia recalca más la humanidad de Jesús; y el Cristo de la fe hace hincapié en la divinidad. Ambas realidades, la humanidad y la divinidad, no pueden separarse de Jesús. Es más, un conocimiento pleno de Jesucristo no puede obtenerse a menos de tenerse en cuenta la fe viva de la comunidad cristiana que sostiene esta visión de los hechos. No olvidemos que la religión cristiana se fundamenta completamente en la fe en Cristo, muerto y resucitado, según el testimonio de los doce.

6. Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separación entre el Verbo y Jesucristo. San Juan afirma claramente que el Verbo, que « estaba en el principio con Dios », es el mismo que « se hizo carne » (Jn 1, 2.14). Jesús es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puede separar a Jesús de Cristo, ni hablar de un « Jesús de la historia », que sería distinto del « Cristo de la fe ». La Iglesia conoce y confiesa a Jesús como « el Cristo, el Hijo de Dios vivo » (Mt 16, 16). Cristo no es sino Jesús de Nazaret, y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos. En Cristo « reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente » (Col 2, 9) y « de su plenitud hemos recibido todos » (Jn 1, 16). El « Hijo único, que está en el seno del Padre » (Jn 1, 18), es el « Hijo de su amor, en quien tenemos la redención. Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos » (Col 1, 13-14.19-20). Es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un significado absoluto y universal, por lo cual, mientras está en la historia, es el centro y el fin de la misma: 7 « Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin » (Ap 22, 13).
Si, pues, es lícito y útil considerar los diversos aspectos del misterio de Cristo, no se debe perder nunca de vista su unidad. Mientras vamos descubriendo y valorando los dones de todas clases, sobre todo las riquezas espirituales, que Dios ha concedido a cada pueblo, no podemos disociarlos de Jesucristo, centro del plan divino de salvación. Así como « el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre », así también « debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en forma sólo de Dios conocida, se asocien a este misterio pascual ».8 El designio divino es « hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra » (Ef 1, 10).

REDEMPTORIS MISSIO de Juan Pablo II


Evangelio de San Marcos
Evangelio del catecúmeno

Cada uno de los evangelistas nos da una perspectiva de Cristo; cuatro caminos para llegar al corazón del Evangelio.

Marcos es el Evangelio más antiguo y más breve de los cuatro. De él se servirán Mateo y Lucas. El Evangelio de Marcos es una catequesis, un manual básico para los catecúmenos. Es decir: es un Evangelio hecho para esos miembros de la comunidad que comenzaban su itinerario cristiano.
Marcos se propone escribir el “principio” de la Buena Nueva de Jesucristo y levantar el velo sobre la identidad de Jesús. Hizo falta mucho tiempo para que esta identidad sea reconocida por los discípulos y por el pueblo, pues esperaban un Mesías triunfante y no sufriente. Marcos quiere despertar en el catecúmeno, y en nosotros, la misma profesión de fe que Pedro dirá (cf. Mc 8, 29) frente a Jesús que revela su identidad con los hechos de su autoridad, de sus milagros y de sus actitudes. La consigna de silencio que Jesús impone (secreto mesiánico) es para decirnos que quiere recorrer el camino, no de la gloria, sino de la humillación y de la cruz, para salvar a los hombres.

El Evangelio de san Marcos se dirige a probar que Jesucristo es Hijo de Dios; por eso, se dedica sobre todo a narrar milagros. El Cristo que presenta Marcos no es un Mesías triunfalista y coronado de victoria, sino un Cristo que va derecho a la cruz. Por eso, el secreto mesiánico de Marcos quiere dar a entender que a Cristo no le interesan la fama ni el prestigio, sino la humildad y el anonadamiento. A san Marcos lo pintan con un león, porque empieza diciendo que Jesús ayunaba en el desierto y las fieras le hacían compañía.

1. Autor, fecha y destinatarios
La tradición lo identifica con Juan Marcos, natural de Jerusalén, primo de Bernabé y compañero de éste en su primer viaje apostólico. No forma parte de los doce apóstoles. También lo presenta como compañero e intérprete de Pedro en la comunidad de Roma.
Este Evangelio se escribió en Roma hacia el año 45, ya que hay datos que sugieren una comunidad que desconocía algunas costumbres judías, y el texto contiene latinismos y alusiones al horario y al derecho romano, equivalencias entre las monedas hebreas y romanas.
Marcos escribió su Evangelio para los fieles de Roma, provenientes del paganismo.

2. Características literarias
a) Está escrito en griego vulgar o común, con construcciones sencillas.
b) Su fuente: recuerdos y predicación de Pedro.
c) Marcos presenta las enseñanzas de Jesús con un lenguaje sencillo y con un esquema catequético basado en la presentación de los hechos históricos de Jesús, en su persona histórica: vivió como hombre auténtico, murió y resucitó y trazó unas directrices misioneras al grupo de sus seguidores.
d) Viveza y realismo: el lector se mete rápido en escena. Son escenas en presente, con detalles propios de un testigo presencial de los hechos
e) No tiene detalles cronológicos ni precisión en la geografía. En lo periodístico es directo y simple, utiliza verbos típicos, frases cortas.
f) Usa muchas palabras latinas: censo, centurión, denario, legión, etc.

3. División y contenido temático
Hay una estructura geográfica:
Predicación de Juan (1, 1-13) Ministerio en Galilea (1, 14-9) Ministerio en Judea (10-12)
Discurso escatológico (13) Pasión y triunfo (14-16)

Y hay también una estructura teológica bien clara:
a) Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías: (1-8)
Introducción y hechos preparatorios: 1, 1-13
Revelación de Jesús y ceguera de los discípulos: 1, 14 al 3, 6
Revelación de Jesús e incomprensión de parientes y paisanos: 3, 7 al 6,6
Revelación de Jesús y reconocimiento inicial de los discípulos: 6,6 al 8,39
b) Características de Jesús Mesías-sufriente e Hijo de Dios: (9-16)
En camino hacia Jerusalén: anuncios de la pasión: 8, 31 al 10, 52
En Jerusalén: revelación de Jesús como juez y Señor del Templo: 11,1-13.27
Pasión, muerte y resurrección: revelación de Jesús en plenitud: 14, 1-16.8
Apéndice: misión de los discípulos: 16, 9-20

4. Contenido teológico y espiritual
Finalidad del Evangelio de Marcos: Demostrar que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, el vencedor del poder de Satán, acreditando esto con sus milagros; que padeció, murió y resucitó. Pero un Jesús incomprendido y rechazado por los hombres, no un Jesús de triunfos humanos.

Claves para entender a Marcos:
a) En la comunidad de Marcos predominan los no judíos, que se reunían en las casas para celebrar el culto y tener catequesis. Marcos es quien más subraya las tradiciones misioneras. Es una comunidad organizada para evangelizar.
b) Se planteaba ya el tema de la persona de Jesús. Quizá este planteamiento estuvo originado por las circunstancias difíciles (persecuciones de Nerón) que atravesaban los cristianos entre los años 60-70. Marcos presenta a Jesús como Mesías, Hijo de Dios, condenado a muerte y resucitado.
c) Además están surgiendo ya algunos movimientos heréticos, que insistían en Jesús resucitado, comunicador del Espíritu. Y no valoraban las tradiciones históricas de Jesús de Nazaret.

* Contenido:
a) Iglesia: Presenta una Iglesia, en cuyo centro está la persona de Jesús. Desde esta aceptación de la persona de Jesús la comunidad cristiana recibe iluminación para las vivencias concretas que atraviesa, aunque sean duras.
b) Jesús:
El misterio del Mesías doliente: El Jesús de san Marcos es el Jesús de la Pasión: insiste mucho en la perspectiva del sufrimiento y de la cruz. Presenta a Jesús en dos escenarios: en Galilea y en Jerusalén. Destaca especialmente la humanidad de Jesús. Este Jesús no pronuncia grandes discursos; fundamentalmente actúa.
Frente a Jesús hay que definirse: O con Él o contra Él. Si acepto a Jesús, acepto su cruz y sus exigencias. Es curioso ver en el Evangelio de Marcos cómo al inicio del ministerio de Jesús estaba rodeado de mucha gente, y poco a poco el círculo de sus discípulos se estrecha más y más.
Camino hacia la Cruz: La confesión de Pedro (8, 27-30) marca el final de una etapa y el Evangelio realiza un giro importante: disminuyen los milagros, aumentan las enseñanzas de Jesús, quien se dirige a un círculo siempre más pequeño. Lo que más salta a la vista es mostrar que su Mesianismo no tiene el aire triunfal que sus discípulos se esperaban, sino que el camino del Mesías es un camino “hacia Jerusalén”, donde será entregado en las manos de sus enemigos que lo crucificarán.
Jesús y sus discípulos: con ellos siguió un itinerario de fe.
* Los llama:
Dios llama a quien ama (cf. 3, 13), desde cualquier condición y realidad (cf. 1, 16-20); llama personalmente, por su nombre; llama para estar con Él y darles una misión (cf. 3, 14); llama a ir en pos de Él, recorriendo su camino, exigiendo confianza en su persona (cf. 1, 17).
* Los prepara:
Primero les va abriendo los ojos para que comprendan quién es Él (cf. 4, 11-12). Luego, el discípulo reconoce su situación de ignorancia (4, 13; 4, 40; 6, 52; 8, 17; 9, 32); los discípulos no comprenderán el misterio de Jesús hasta que no hayan recorrido todo el camino hasta la cruz. Más tarde, viene el paso de compartir los momentos de vida de Jesús, sus jornadas, sus enseñanzas. Finalmente Jesús se dedica más a la formación del seguimiento, insiste sobre la entrega de sí hasta la profesión de fe en el Mesías sufriente. Marcos narra la pasión y muerte de Jesús para decir a todos que no tengan miedo a la persecución ni al fracaso aparente, pues es el camino obligado del discípulo para llevar a cabo la misión. Los personajes de la Pasión toman partido o con Él o contra Él.
* Los envía:
Los llama a ser predicadores confiados y audaces del Evangelio. Esta instrucción misionera se transforma en llamada insistente a acoger la Palabra, a proclamar sin miedo su fe en Cristo resucitado y exaltado en la Gloria de Dios.




EL EVANGELIO DE MATEO
Evangelio del Catequista

El Evangelio de san Mateo está dirigido a probar que Jesucristo es el Mesías anunciado por los profetas y que en Él se cumplió todo lo que los profetas habían anunciado. A Mateo lo pintan con la imagen de un hombre, porque su Evangelio empieza haciendo la lista de los antepasados que Jesús tuvo como hombre.


1. Autor , fecha y destinatarios
Era empleado de Hacienda, posiblemente a órdenes de Herodes. Cobraba impuestos para el rey. Fue elegido por el Señor para ser uno de los doce íntimos.
Lo compuso entre los años 80-90, probablemente en Antioquia, la capital de Siria.

Lo dirigió a una comunidad cristiana con estas características:
a) Es una comunidad de origen judío: de ahí que el estilo literario, la mentalidad, las alusiones sean fundamentalmente hebraicos.
b) Es una comunidad que se opone al judaísmo: de ahí la polémica contra los fariseos y al pueblo judío en general (cf. Mt 23, 1-26), apegado a las tradiciones y a una mentalidad estrecha. Presenta a Jesús como el que perfecciona el judaísmo.



c) Es una comunidad que busca su identidad en medio de judíos y paganos. Al principio la mayor parte de cristianos eran judíos convertidos, pero muy pronto los paganos fueron el grupo más numeroso. Había de todo: carismáticos y legalistas, profetas y sabios, fuertes y débiles; unos anclados en la observancia de la ley, otros preferían la alabanza, pero desconectada de la vida.

d) Es una comunidad que se abre a los paganos: no olvidemos que Antioquia, donde tal vez se escribió este evangelio, fue el centro de la propagación de la primera Iglesia. Desde el inicio el evangelio habla de la misión hacia los paganos: los magos adoran a Jesús (2, 1-12); al banquete son invitados todos (22,9); son paganos los que confiesan su fe, como la cananea (15, 21-28) o el centurión (8, 5-11); el evangelio debe ser anunciado a todas las gentes (28, 19); hay que buscar a las ovejas dispersas de Israel (10, 6; 15, 24).

2. Características literarias
a) Mateo escribió su evangelio primero en hebreo o arameo, y después en griego. Por eso tiene muchas expresiones hebraicas, por provenir de una comunidad de origen judío.
b) Compuso su evangelio a partir de tres fuentes: el evangelio de Marcos, la fuente de “Las palabras de Jesús” o primer Mateo o fuente Q105 , y otras informaciones propias.
c) Su estilo se caracteriza por la brevedad y la claridad, cuando habla de los hechos, mientras se alarga mucho en los discursos de Jesús. Comparado con Marcos, Mateo quita detalles, nombres propios, suprime lo marginal.
d) Los discursos son lo más original de Mateo y son elaborados técnicamente, a base de expresiones auténticas de Jesús.

3. División y contenido temático
Hay una estructura geográfica:
Una introducción: evangelio de la infancia (1-2) Comienzo de la vida pública (3-4)
Ministerio en Galilea: (5-15) Ministerio fuera de Galilea (15-18)
Ministerio en Jerusalén (19-23) Discurso escatológico (24-25) Pasión y triunfo (26-28)

Hay también otra estructura:
Un prólogo: narración de la infancia 106 (1-2) Transición: Preparación del Reino (3-4)
El Reino de Dios ha llegado (5-9) Jesús envía a predicar y Él mismo camina para predicar el Reino (10-12)
La opción decisiva ante la predicación del Reino (13-17) El Reino de Dios pasa del pueblo judío a la Iglesia (18-23) La inauguración del Reino de Dios en el acontecimiento pascual (24-28)

4. Contenido teológico y espiritual
Fin del evangelio de Mateo: se le llama el evangelio eclesial porque intenta formar al cristiano dentro de la comunidad. También se le llama el evangelio del catequista porque presenta un material amplio y bien ordenado de la enseñanza de Jesús, para la instrucción de quien ha recorrido la etapa catecumenal y quiere ya vivir el bautismo en la Iglesia. Da un catecismo del Reino.

Claves:
a) Entre los cristianos y el judaísmo se planteaban algunas cuestiones: ¿qué grupo era el verdadero pueblo de Dios? ¿Qué grupo interpretaba rectamente la Ley? ¿Dónde estaba la verdadera interpretación de la Escritura, y sobre todo de las promesas mesiánicas? Para el judaísmo: el verdadero pueblo seguía siendo Israel; los judíos eran los herederos de las promesas; por tanto, ellos poseían la verdadera interpretación de la Ley. Para los cristianos: la comunidad cristiana era la auténtica heredera del pueblo de Dios, de las promesas; la verdadera intérprete de la Escritura.
b) Además, las comunidades cristianas de Mateo tenían problemas internos para ajustar sus vidas a las directrices de Jesús. Están atravesando dificultades para mantenerse fieles al Evangelio, se enfrentan con doctrinas erróneas: hay miembros de la comunidad no suficientemente instruidos.
c) A pesar de esto, la comunidad de Antioquia tiene ya cohesión interna: es una iglesia en la que existen algunos ministerios y su convivencia está regulada. En esta comunidad fijó su residencia Pedro durante unos años.

Contenido:
a) Jesús
En Marcos Jesús es el Hijo de Dios-hombre que actúa; en Mateo es el Dios-Hombre que enseña, que habla del Padre y de su plan salvífico. ¿Cuáles son los rostros de este Jesús de Mateo?
Jesús es el nuevo Moisés: especialmente en sus enseñanzas y discursos. El nuevo Moisés que da una nueva Ley. Muchos detalles de la infancia recuerdan la vida de Moisés: como en Moisés, el nacimiento es anunciado por un sueño; como Faraón busca la manera de impedir el nacimiento de Moisés, también Herodes, nuevo Faraón, se propone hacer desaparecer a Jesús (Ex 1, 15-16). Faraón consulta a sus astrólogos, como Herodes a los escribas. En los dos casos los reyes deciden matar a todos los niños (Ex 3, 14-15), pero los dos, Moisés y Jesús, logran escapara de la matanza. La orden dada a José es muy semejante a la que recibe Moisés (Ex 4, 19-23). Los cinco grandes discursos de Mateo evocan los cinco libros de la Ley de Moisés (Pentateuco); el relato de la transfiguración presenta claramente a Jesús como el nuevo Moisés (17, 1-4).
Jesús es el Hijo de Dios: al que debemos recurrir en las dificultades (Mt 14, 33) y proclamarlo con firmeza (Mt 16, 16) y reconocerlo en el crucificado (27, 54).
Jesús es el Hijo del hombre: que se identifica con todos los perseguidos, con los pequeños, los pobres (25, 36-46).
Jesús es el Hijo de David: que da cumplimiento a lo prometido a David. Es el Mesías, Salvador.
Jesús es el Siervo que toma nuestras enfermedades: No es un Mesías glorioso, sino un Mesías Siervo.
Jesús es el Señor de la comunidad: es el Maestro que funda y construye esta nueva Comunidad-Iglesia en Pedro y los apóstoles.

b) El Reino
Jesús predicó el Reino de Dios. Es el tema que ocupa mayor extensión en san Mateo; proclama su cercanía y su llegada. Tiene una doble fase: terrena y escatológica. Aparece como una comunidad dinámica de salvación, que comporta bienes fundamentalmente espirituales.
El programa de este Reino: Sermón de la montaña (5-7): es la carta programática de este Maestro para el nuevo Reino que quiere establecer: cómo deben ser los que pertenezcan a este Reino, cuáles son los nuevos valores de este Reino: humildad, desprendimiento, mansedumbre, pureza, misericordia, sufrimiento, persecución, abandono en las manos de la Providencia divina.
Cómo es este Reino. Las parábolas (13): es semilla, es levadura, es perla preciosa, etc.

c) Iglesia (14-17)
Toda la predicación sobre el Reino estaba orientada a la fundación de su Iglesia. La Iglesia sería el inicio de ese Reino visible aquí en la tierra. Jesús primero se retira y va centrando su actividad eclesial en el grupo de los discípulos, muy especialmente en Pedro, que comienza a tener un especial protagonismo, como preparando su papel en la Iglesia. Jesús convoca a los suyos en torno a Pedro. A la confesión de Pedro, Jesús responde con una felicitación y un encargo muy especial de cara a la Iglesia; le confía la misión de ser cimiento de la nueva comunidad: la Iglesia. Mateo presenta una Iglesia abierta, plural, que intenta desligarse de los esquemas del judaísmo, que va adquiriendo cohesión interna, que se lanza a evangelizar a otros pueblos y que tiene en su seno a Pedro, a quien Jesús le encomendó la garantía de su mensaje y la comunión y firmeza en la fe de todos los “hermanos”.
Las características de esta Iglesia son: la presencia de Cristo en la comunidad, la proclamación de la palabra, su carácter esencialmente espiritual (si bien con implicaciones de orden humano y social, que derivan del precepto del amor al prójimo, fundamento de toda convivencia y reforma social) y su índole universal, anunciada ya por los profetas.
Las exigencias: la conversión (decisión radical de aceptación de la persona de Jesús y su mensaje); la fe como entrega personal a Cristo, que ha de manifestarse en el seguimiento e imitación personal de Cristo; la nueva justicia, superior a la del Antiguo Testamento, y mejor que la de los escribas y fariseos, que habían reducido la religión a mero formulismo sin verdadero espíritu interior; nueva justicia que viene a resumirse en el amor a Dios y el amor al prójimo.

d) Misterio Pascual (24-28)
El Misterio Pascual inaugura el Reino. Es decir, para dar vida a este nuevo Reino, a esta Iglesia, Él tuvo que dar su vida, porque ese era el plan del Padre. Mateo quiere insistir en que Jesús es el justo perseguido, el Siervo de Yavé de Isaías; y los que le condenan no hacen más que cumplir con “lo que estaba escrito”.

105. La fuente Q era una colección de discursos de Jesús, desconocida por Marcos, y utilizada sea por san Mateo, como por san Lucas.
106. Comienza su evangelio con la genealogía, que jugaba en ese tiempo un papel importante en la identidad de una persona, pues justificaba el pertenecer al pueblo escogido. Mateo tiene la preocupación de mostrar que Jesús es el Mesías anunciado por las Escrituras, el verdadero descendiente de Abraham, el verdadero hijo de David, que gozaba de todos los favores de Dios. Tres grupos de 14 nombres cada uno nos llevan de Abraham a Jesús; Mateo juega con el valor simbólico de los números: el 3 simboliza la plenitud de los tiempos y el 14 es el número simbólico de David (las tres consonantes del nombre DAVID: D.W.D son la cuarta y sexta letras del alfabeto hebraico; sumando pues 4+6+4 dan 14) demostrando que Jesús es el verdadero David.


EL EVANGELIO DE LUCAS
Evangelio del testigo

El Evangelio de san Lucas es el Evangelio de la misericordia y tiene como objetivo presentar la ternura de Dios para con todos los pecadores y necesitados. Está escrito en griego culto, pues Lucas es un cristiano educado en ambientes helenistas. Intentó responder a la situación que vivía su comunidad cristiana, amenazada por la rutina y la tentación de aferrarse a los bienes de este mundo. Por eso, invita a la conversión, y para ello nada mejor que recordar las palabras y la vida de Jesús. A Lucas lo pintan con un toro, porque comienza su evangelio con los sacrificios que hacían en el templo, donde cada tarde se sacrificaba una res.


1. Autor, fecha y destinatarios
Fue escrito por san Lucas, médico de profesión, hombre culto y perfecto conocedor del griego. Fue discípulo de san Pablo. No fue testigo directo de la vida del Señor. Tal vez fue María la que le proporcionó la mayor parte de la información que se contiene en los primeros capítulos de su evangelio.
Lo debió escribir con anterioridad a la caída de Jerusalén, el año 70. Y los destinatarios de su obra son pagano-cristianos helenistas, no romanos.

2. Características literarias
a) Escribe con el estilo elegante de un escritor que se dirige a las personas cultas del mundo griego que se interesaban por el cristianismo. Su vocabulario es muy rico, pero sin adornos inútiles. La delicadeza de Lucas se nota también en el hecho que mitiga los sentimientos fuertes de Jesús: no se ve a Jesús en cólera, o violento con Pedro.

b) Sus fuentes: orales (Pablo y otros apóstoles, María); escritas (documentos escritos que circulaban en las comunidades cristianas; evangelio de Marcos y la fuente Q).
c) No narra como un periodista o biógrafo moderno, sino que destaca los acontecimientos y palabras de Jesús, adaptándolos a su propia sensibilidad y al mensaje que quieren dar a la comunidades cristianas.

3. División y contenido temático
Tomando en cuenta las dos obras de Lucas, podemos ver el plan lucano así:
a) El tiempo de Israel o el tiempo de las promesas: termina con la predicación del bautista.
b) El tiempo de Jesús o el tiempo de la salvación: Con Jesús al centro de todo, resuena la Buena Noticia, primero a Israel y luego al mundo entero.
c) El tiempo de la Iglesia o el tiempo del testimonio (Hechos de los apóstoles): el Espíritu es dado a los apóstoles para que sean testigos del Evangelio y éste resuene en toda la tierra.

Este plan lucano sigue un itinerario geográfico, que es al mismo tiempo es un itinerario espiritual:
a) Comienza en Jerusalén, centro del judaísmo, con el anuncio del nacimiento del bautista, que hace de enlace entre la Antigua y Nueva Alianza.
b) Luego se traslada a Galilea, centro del mensaje de Jesús.
c) Desde Galilea, Jesús emprende su subida hacia Jerusalén.
d) En Jerusalén, centro de la Buena Noticia, el Evangelio se anuncia en Judea, luego en Samaria y hasta los confines de la tierra.
La estructura o división del Evangelio de Lucas es así:
Introducción: Infancia y preparación del misterio (1-4,13). Ministerio de Galilea (4,14-9,50).
Viaje a Jerusalén (9, 51-19, 28): es la parte original de Lucas. Ministerio en Jerusalén (19, 29-21,38).
Pasión y glorificación de Jesús (22, 1-24, 53)

4. Contenido teológico y espiritual
Fin del evangelio de Lucas: todo el evangelio de Lucas está encaminado a presentar a Jesús como el gran amigo de los pecadores, como el más misericordioso y amable de los seres que han existido.

Claves:
La situación de esta comunidad no es tensa ni con los judíos ni con los romanos. Los cristianos de la provincia de Siria están en diálogo con la cultura griega. En estos años, las comunidades cristianas habían perdido su entusiasmo inicial. Se estaban acomodando a la rutina de cada día: les atraían los valores terrenos, como el dinero o el poder; no tenían ya el contrapeso de la espera de una venida inminente del Señor.
En estas circunstancias, Lucas trata de reactivar la fe y el entusiasmo de los creyentes para que tengan seguridad en la autenticidad de las enseñanzas que han recibido. Poniendo de manifiesto el papel que tiene Jesús en la historia, pretende escribir una historia de salvación. En este camino hacia la salvación hay que ir libre de ataduras, como las riquezas y otros compromisos.
Presenta a Jesús como modelo de Profeta ungido, como Salvador, como Señor.
Presenta la Iglesia como una iglesia encarnada en la historia de los hombres, siempre en camino para realizar el plan de Jesús; una Iglesia capaz de desprenderse de todo lo accesorio que le impida seguir caminando. El modo concreto de esta presencia de la Iglesia en la historia humana se narrará en la segunda parte de la obra de Lucas (los Hechos).

Presenta el itinerario del discípulo:
Primero el discípulo es llamado (Lc 5, 1-11). Pasa por un estadio de euforia en el seguimiento de Jesús (Lc 9, 20-36). Jesús lo purifica de su orgullo y le prepara para el momento de la caída (Lc 22, 31-34). La caída la purificación interior con el mandato (Lc 22, 54-62).

Contenido:
a) Es el Evangelio de la misericordia y de los grandes perdones: en este evangelio encontramos las páginas que mejor hablan de la ternura y misericordia de Dios.
b) Es el Evangelio de la salvación universal: ese perdón y ternura alcanzan a todos los hombres.
c) Es el Evangelio de los pobres: insiste en la predilección de Jesús por los pobres, los marginados, los samaritanos, los despreciados.
d) Es el Evangelio de la oración: presenta a Jesús en oración, enseña a los discípulos a orar; presenta ejemplos de oración en María, en Zacarías, en Getsemaní, en la cruz.
e) Es el Evangelio del Espíritu Santo: el fruto de la oración es el Espíritu Santo. Lucas insiste en el protagonismo del Espíritu Santo en la vida de Jesús y del cristiano.
f) Es el Evangelio de la alegría: una vida de oración, de unión con el Espíritu Santo es fuente de gozo y alegría para todos. La salvación concedida a todos engendra alegría.
g) Es el Evangelio de la radicalidad y exigencias del maestro: la ternura de Dios y el optimismo de la salvación no ocultan las dificultades y las sombras del camino de Cristo y del cristiano. Es una renuncia a las riquezas, sobre todo.



EL EVANGELIO DE JUAN
Evangelio del cristiano maduro

El Evangelio de Juan es distinto al resto de los Evangelios. Su visión de Jesús, su lenguaje misterioso, el enfoque de la obra: todo hace de él un Evangelio singular. Se ha dicho de él que es un Evangelio espiritual, y ciertamente lo es. Pero al mismo tiempo es el Evangelio que más insiste en la Encarnación de Jesús y en los detalles más humanos de su vida. Divinidad y encarnación aparecen así como dos caras de un mismo misterio.


El Evangelio de Juan es una respuesta a la situación que vive su comunidad y contiene una profunda reflexión acerca del misterio de Jesús. Los que se encuentran con Él y lo aceptan, van descubriendo progresivamente la hondura de este misterio, mediante la fe. Y los que lo rechazan, por falta de fe, terminan en la oscuridad y ceguera de su pecado. Todos los signos y milagros están orientados a descubrir una faceta de la riqueza insondable de Jesús. Y los discursos que siguen a los milagros tienen un carácter teológico, es decir, reflexionan sobre Jesús y su misión. A Juan lo pintan con un águila, porque el águila es el ave que más altura consigue, al igual que el evangelio de Juan que se elevó hasta los secretos de la Divinidad.




1. Autor , fecha y destinatarios
El autor es Juan, el discípulo amado de Jesús. Su madre Salomé es del grupo de las mujeres que seguían a Jesús para servirlo y está presente en el Calvario. Juan figura siempre en la lista después de Pedro y es de los tres íntimos de Jesús.
Juan escribió la sustancia de su Evangelio a fines del siglo I , cuando ya habían muerto los demás apóstoles y evangelistas. Y luego fue completado y redactado por sus discípulos.
Los cristianos a los que se dirige Juan vivían una situación difícil y compleja:
a) Internamente, había grupos que no aceptaban la superioridad de Jesús sobre Juan Bautista; otros, no aceptaban la divinidad de Jesús.
b) Externamente, había rechazo y persecución. Sus perseguidores son los judíos que aparecen en cada página de su evangelio y que expulsaban de la Sinagoga a los cristianos de esa comunidad. Por eso, esos cristianos vivían atemorizados; algunos tenían miedo de aparecer como discípulos; otros habían abandonado la comunidad. Y la principal tentación de los que aún quedaban era alejarse del mundo y encerrarse en el cenáculo, recluirse en el círculo en el que se encontraban protegidos.
Por eso, esta comunidad ha cerrado filas en torno al “discípulo amado”, Juan.

2. Características literarias
Es un evangelio muy distinto al de los otros tres. Tiene fuentes propias, por eso escribe “su” Evangelio en base a sus recuerdos y con una finalidad diferente. Seleccionó algunos milagros y profundizó en su significado simbólico, en función de lo que quería enseñar a la comunidad cristiana.
Es rico de discursos y tiene una manera de hablar profunda, reflexiva, abstracta, en ocasiones. Juan parece un teólogo. Por eso, su lenguaje es para adultos en la fe. Habla con los nuevos conceptos que se manejaban en la cultura helenística: luz-tinieblas, vida, amor, logos...y los adapta a la concepción cristiana de la fe. Parte de realidades concretas: el agua, el pan, el nacimiento, la vida, la luz...pero luego las transforma y nos transporta a otras realidades superiores, a través del símbolo.
Juan emplea mucho el diálogo: Nicodemo-Jesús, Samaritana-Jesús; judíos-Jesús, ciego de nacimiento-Jesús, etc. para exponer su enseñanza de una forma más viva y participativa.
Otro elemento de Juan es el siguiente: expone el signo o milagro y, después, hace el discurso sobre el signo.

3. División y contenido temático
El Evangelio se presenta separado en dos grandes secciones, precedidas de un prólogo y seguidas de un epílogo:
a) Prólogo y testimonios (1, 1-51): anticipa los grandes temas del evangelio: la Palabra, la Vida, la Luz, la Verdad, el mundo, las tinieblas...y junto a él, los primeros testimonios, que presentan a Juan como el último gran profeta que señala a Jesús como el Mesías.
b) El libro de los signos (2-12): se narran siete milagros-signos. Lo importante no son los milagros en sí, sino revelar a Jesús como Vino nuevo, como Hombre Nuevo, como Luz, como Agua viva, como Resurrección, etc.
c) El libro de la Pasión y Pascua (13-20). Tiene dos secciones: los discursos de despedida (13-17) y la pasión y gloria (18-21).
d) Epílogo (21, 1-25): reúne diversas apariciones de Jesús, en las que el discípulo amado ocupa un lugar importante, junto con Pedro.

4. Contenido teológico y espiritual
Fin del Evangelio de Juan: Juan quiere probar que Jesús es Dios verdadero. De ahí que su especialidad sean los discursos teológicos.

Claves:
El evangelio de Juan es una respuesta a la situación que vive su comunidad. A la polémica sobre la divinidad y humanidad de Jesús, el evangelista responde profundizando en el misterio de su encarnación y muerte. Y ante la tentación de huir del mundo, exhorta a los discípulos para que afiancen su fe en Jesús, y, unidos a él, salgan al mundo para dar testimonio de la verdad.
Ante Jesús hay que decidirse: o se acepta a Jesús o se lo rechaza. Los que se encuentran con Jesús y lo aceptan van descubriendo progresivamente la hondura de este misterio: lo reconocen como Señor, Profeta, Mesías y Salvador del mundo, y, sobre todo, como Hijo de Dios. Y los que no lo aceptan, siguen en su oscuridad, en la ceguera de su corazón.
Cuanto más un cristiano toma su decisión por Jesús, por su Vida, su Verdad, su Justicia...tanto más encontrará oposición de algunos que le harán la vida imposible, hasta quitarle la vida.

Contenido:
a) Se le llama el Evangelio espiritual del cristiano maduro: largos discursos meditativos; elaboración de temas (pan de vida, agua, espíritu y verdad...). Estos discursos no son tanto palabras de Jesús, sino discursos sobre Jesús. Presenta a Jesús como Palabra, Vida, Luz, Pan de Vida, Camino, Verdad, Vida, Resurrección...
b) Es el Evangelio de los signos: estos signos están destinados a despertar la fe. Quiere demostrar que esos signos o sacramentos son la prolongación de aquellos gestos salvíficos de Jesús. Estos son los signos:
El agua: el bautismo.
Los panes: la eucaristía.
El agua y la sangre del costado: bautismo y eucaristía.
La ceguera: el hombre que no se ha encontrado con Cristo-Luz.
La hostilidad de los enemigos de Jesús: el hombre que no quiere aceptar a Jesús.
c) Es el Evangelio de la vida y el amor: toda la moral de Jesús converge en el mandamiento del amor fraterno.
d) Es el Evangelio de la hora de Jesús: es la hora del triunfo final, de su glorificación a través de su entrega libre y voluntaria a la cruz. Es la hora querida por Jesús, como acto supremo de amor. La cruz se convierte en el trono glorioso desde donde Jesús funda la Iglesia. Y María es constituida Madre de esa Iglesia recién salida del costado de Cristo. La intimidad establecida entre su madre y el discípulo amado simbolizan las relaciones que deben existir entre la Iglesia y sus hijos.
e) Es el Evangelio del Padre: toda la vida de Jesús es presentada por Juan como un salir del Padre, permanecer fiel a la misión que el Padre le ha confiado, y volver al Padre para ser glorificado y sentarse a Su Diestra.
El tema de Jesús-Vida es verdaderamente el centro del Evangelio de Juan; todos los otros temas están en relación con éste: “Yo soy la luz...el agua viva...el pan de vida”.



Los Hechos de los Apóstoles

¿Un cristiano de hoy puede vivir con el mismo fervor y dedicación su fe cristiana como lo hicieron los primeros cristianos? ¿Qué nos faltaría? Leer los Hechos de los Apóstoles es estar reviviendo la vida de los primeros cristianos, de la primera Iglesia. Estaba fresco aún el Pan de la Última Cena; la Sangre del Cristo sufriente estaba aún caliente; sus Palabras desde la Cruz resonaban por todos los rincones. Ya Jesús subió al Cielo y sus discípulos conservaban en sus pupilas el rostro del Señor.

Los hechos de los Apóstoles son la continuación del evangelio de Lucas y narran el nacimiento del cristianismo y de la primera iglesia. Aquí encontramos las raíces de un mensaje y un modo de vida que ha sido decisivo en la historia de la humanidad. La Iglesia presentada en los Hechos es la comunidad de los discípulos, guiados por el Espíritu Santo. Dan testimonio del Señor desde la experiencia de la fraternidad.

1. Autor, fecha y destinatario
El autor es Lucas o uno de sus discípulos. En su evangelio, Lucas narró el tiempo de Jesús y en los Hechos narra el tiempo de la Iglesia primitiva.
La fecha es seguramente posterior al Evangelio, escrito hacia el año 80. Por tanto, el libro de los Hechos de los apóstoles fue escrito hacia el año 85-90.
El mensaje de los Hechos tiene como destinatario a la Iglesia en la que se han apagado los primeros ímpetus y ha comenzado a aparecer la desidia y la apatía; una Iglesia nacida de la misión de Pablo, llamada a llevar el mensaje de Jesús a todo el imperio romano.

2. Características literarias
a) Se sirvió de varias fuentes: el evangelio de Marcos, la famosa “Fuente Q”, los “archivos” orales y escritos de varias comunidades, los recuerdos vivos de los apóstoles, los recuerdos personales sobre Pablo. Reelaboró este material y dio a su escrito una forma unitaria.
b) Ha sido escrito con gusto y refleja una habilidad comparable a la de otros escritos de la época helenista.
c) Son relatos narrativos con una intencionalidad ejemplar, es decir, provoca en el lector el deseo de vivir aquellas mismas experiencias.
d) Los discursos insertados a lo largo de los relatos se centran en lo esencial: la muerte y resurrección de Jesucristo, como fuente de salvación de todos los hombres.
e) Hay también sumarios que son breves resúmenes de la vida comunitaria, que van marcando las transiciones y ofrecen al lector una pausa de reflexión para que se detenga y comprenda el sentido de lo que se cuenta en el libro.
f) Hasta la invención de la imprenta, el libro de los Hechos se transmitió, como el resto del Nuevo Testamento, en manuscritos.

3. División y contenido temático
a) Introducción (1, 1-11), que une el libro del evangelio con el de los Hechos de los apóstoles.
b) La Iglesia de Jerusalén (1, 12-8,3): la comunidad apostólica y la comunidad de Jerusalén.
c) La expansión de la Iglesia en Asia Menor (8, 4-14.28): en Samaria, conversión de Pablo, Pedro en Cesarea, fuera de Palestina (Antioquía), liberación de Pedro, primer viaje misionero de Pablo a Chipre y Asia menor.
d) Asamblea en Jerusalén (15, 1-35).
e) Expansión al mundo griego (15, 36-21, 14): segundo viaje de Pablo en Grecia y tercer viaje de Pablo en Asia Menor.
f) De Jerusalén a Roma (21, 15-28, 29): Pablo en Jerusalén, en Cesarea y hacia Roma.

4. Contenido teológico y espiritual
Fin del libro: describir la vida de la Iglesia primitiva y cómo el Cristianismo surgió del seno judío y se transformó en religión universal, no sin dificultades, desgarres y controversias, sobre todo al ir entrando a esa primera comunidad los paganos, es decir, los no-judíos, ya sea griegos o romanos.
Claves: Lucas escoge el material histórico que más le interesa para sus fines teológicos, es decir, para su mensaje espiritual.

Contenido:
a) El fundamento de la comunidad cristiana es el Kerigma, es decir, el anuncio del acontecimiento pascual, que se resume así:
Jesús padeció, murió y resucitó para salvarnos.
La persona de Jesús viene avalada por el testimonio de los testigos oculares.
Todo esto era el plan de Dios, y ya estaba anunciado por los profetas.
Jesús pide fe, aceptación de su mensaje y conversión del corazón.
b) El Espíritu Santo, el gran protagonista: más que Pedro y Pablo, el Espíritu Santo es el protagonista en todas las decisiones de la Iglesia. El Espíritu Santo es quien convierte a los apóstoles en “testigos” e intrépidos misioneros de Jesús, en Pentecostés. El Espíritu Santo es la fuerza que lanza a la Iglesia naciente. Este Espíritu es el mismo Espíritu de Jesús, que se perpetúa en la Iglesia.
c) La comunidad cristiana: un ideal. ¿Qué características tiene esta primera comunidad cristiana? 107
Anuncian la enseñanza de los apóstoles o kerigma, acompañada por milagros.
Viven en comunión fraterna y en caridad.
Se alimentan de la oración y de la fracción del pan o eucaristía.
Reparten sus bienes con los necesitados.

d) Características de la Iglesia:
Iglesia misionera y universal: se proyecta, bajo el impulso del Espíritu, afuera de Jerusalén y Palestina. Es una Iglesia en misión, para que todo hombre tenga la posibilidad de recibir el evangelio. El ingreso en la comunidad cristiana les convierte en hombres libres de toda religión o culto, de otros dioses e incluso de toda institución religiosa. Los conflictos que surgieron al principio con la apertura de la comunidad a todos los hombres se solucionaron con el diálogo, la oración, la comunión y la ayuda del Espíritu.
Iglesia ministerial: cada uno es escogido según la llamada de Dios y las cualidades personales: diáconos, misioneros, responsables de la comunidad.
Iglesia apostólica: todo servicio o ministerio tiene como centro y punto de referencia a los apóstoles. Por eso, los siete diáconos son presentados a los apóstoles, que les imponen las manos; las decisiones del Concilio de Jerusalén son avaladas y rubricadas por Pedro y Santiago; Pablo sube varias veces a Jerusalén para confrontar su fe y su predicación con Pedro. Los apóstoles son garantes de la verdad y de la unidad. Con el crecimiento de las comunidades, los apóstoles eligen a unos responsables que tienen como misión: admitir en la comunidad, vigilar la transmisión del mensaje, enseñar, tomar decisiones en momentos importantes, distribuir las funciones en la comunidad y dispensar los sacramentos que eran dos: el bautismo y la fracción del pan.
Iglesia probada y perseguida: desde el inicio es una Iglesia perseguida, pero sigue valiente, confiada en la fuerza del Espíritu. La importancia dada a los primeros testigos viene dado por los tres capítulos que relatan el martirio de San Esteban, el primero que murió por testimoniar a Cristo.
Perseguida por los mismos judíos observantes de la ley mosaica, porque los apóstoles admiten a los paganos, dispensándoles de la circuncisión y de la ley mosaica, pues sólo les bastaba la fe en Jesucristo.
Y perseguida por los romanos paganos, que veían en el tenor de vida de los primeros cristianos un atentado y una fuerte llamada de atención a la vida de lujo, vanidades y placeres desenfrenados que llevaban los paganos.


La persona de San Pablo

Veremos al misionero más fascinante del Cristianismo: san Pablo. La pasión que sintió por Cristo sale de lo normal. Realmente es un apasionado de la causa de Cristo; vive sólo para Cristo y para llevar su mensaje por todas partes.
Todos los cristianos, de cualquier lengua y de cualquier nación, hemos recibido el nacimiento del “agua y del Espíritu” de la mano de nuestra madre, la Iglesia, y así hemos quedado integrados en la familia de los hijos de Dios en una Iglesia que está abierta a todos los hombres: es la Iglesia “Católica”. Para que la Iglesia llegara a realizar esta “catolicidad” y no fuera una secta dentro del judaísmo, Dios se sirvió especialmente del apóstol san Pablo. Él comprendió que el Evangelio de Jesucristo era una Buena Noticia para todos los hombres y extrajo las consecuencias, superando las barreras estrechas de los que pretendían limitar la predicación del Evangelio encerrándolo dentro de un exclusivismo religioso que sólo tenía en vista al pueblo de Israel.
A lo largo de su historia, la Iglesia siempre ha sido iluminada por la palabra de san Pablo, porque tanto el Magisterio como los teólogos han recurrido necesariamente a sus cartas para profundizar y proponer la doctrina de la fe. Muchas polémicas teológicas se han desarrollado en trono a sus textos y grandes santos han alimentado su espiritualidad en la lectura de las cartas paulinas.
San Pablo es una de las figuras más fascinantes del Nuevo Testamento y el personaje del cristianismo primitivo del que poseemos más datos históricos. Sus cartas constituyen la correspondencia más célebre de todas las épocas. Son, además, cronológicamente hablando, los primeros escritos del Nuevo Testamento y por lo mismo nos suministran los primeros datos sobre el origen, estructura y desenvolvimiento de una serie de comunidades cristianas a veinte o veinticinco años de la puesta en marcha del Cristianismo. Su actividad apostólica tuvo como objetivo principal la fundación de comunidades cristianas, y de esta manera extender la Iglesia de Cristo y el mensaje de salvación traído por el mismo Cristo.

1. Su persona
Nació en Tarso de Cilicia, hacia el año 10. Judío de raza y religión, pero de cultura griega y ciudadano romano. Su formación básica fue judía. Estudió en Jerusalén, en la escuela de Gamaliel, el viejo. En un primer momento se produjo en él un rechazo total de los creyentes en Jesús y se lanzó a una persecución encarnizada, como apasionado fariseo, creyendo que los cristianos eran una secta en contra de la ley de Moisés. Pero un determinado momento de su vida, hacia el año 36 d.C., tuvo un misterioso encuentro con Jesús de Nazaret, camino a Damasco, y se convirtió en un propagandista del Mensaje de Jesús.
Tras unos años de educación en la fe en las comunidades cristianas de Damasco y Antioquía, y un tiempo de reflexión personal, Pablo inicia una actividad incansable con el afán de propagar el mensaje de Jesús y formar nuevos grupos de creyentes.
El libro de los hechos describe los tres viajes misioneros de Pablo, no exentos de dificultades, sufrimientos y prisiones:
El primero, por Chipre y el sur de Asia Menor (años 45-48).
El segundo, por la parte central de Asia Menor, Macedonia y Grecia (años 49-52).




















El tercero, por Galacia, Frigia, Éfeso, Macedonia y Grecia (años 53-58).
Un cuarto viaje, desde Cesarea a Roma, por mar, lo realiza Pablo como prisionero de los romanos.

2. Puntos de su doctrina
a) Justificado por la fe: como fariseo, Pablo creía estar justificado o salvado, por su práctica detallada de la ley. Pensaba que eran “sus” obras las que le hacían justo delante de Dios. Ahora descubre que sólo Cristo, con su muerte, hace justo al hombre, de una manera gratuita. No se trata, pues, de “merecer” la salvación sino de “recibirla”, adhiriéndose fielmente a Cristo 109.
b) La gracia de Dios: Pablo ha experimentado la gratuidad del amor de Dios. Ha descubierto que Dios nos ama, no porque somos buenos, sino para que seamos buenos. Esta es la fuente de gozo y seguridad para Pablo.
c) Jesucristo crucificado: la cruz, iluminada por la resurrección, se encuentra en el corazón de Pablo. A los pies del Crucificado, Pablo se siente pecador, pero perdonado. El Jesús de Pablo es siempre el Cristo Crucificado (carta a los filipenses).
d) La Iglesia, Cuerpo de Cristo: Pablo percibe la unión entre Jesús y sus discípulos, entre la cabeza y el cuerpo (carta a los corintios) y se hace miembro vivo de este cuerpo
e) Apóstol de Jesucristo: a partir del encuentro con Jesús, Pablo quedará absolutamente enamorado de Cristo y se lanzará al apostolado con pasión, sin tregua ni mengua. Predica, primero a los judíos; después, al ser rechazado por éstos, predica a los gentiles o paganos.

3. Problemas y dificultades que Pablo tuvo que afrontar
a) Un problema: ¿Una Iglesia cristiana-judía o una Iglesia nueva? Es decir, quien entraba en la naciente Iglesia, ¿tenía que circuncidarse y observar toda la ley de Moisés...o abrirse a una nueva realidad, un nuevo estilo? Para esto se reunió el primer concilio en Jerusalén, con Pedro a la cabeza y los demás apóstoles y decidieron con la luz del Espíritu Santo que no era necesario circuncidarse.
b) Dificultades:
Incomprensiones y falsas acusaciones, por todas partes y procedentes de sus mismos hermanos judíos y de los paganos, griegos y romanos.
Cárcel, desde donde escribió varias cartas.
Martirio en Roma, decapitado, hacia el año 67, durante la persecución de Nerón.

4. Características de las comunidades paulinas
a) Son comunidades afincadas en el mundo helenista. Esto le ofrecía múltiples ventajas, pues era el mundo más culto, pero también traía la amenaza de un paganismo hedonista, de atractivos y fáciles cultos religiosos, costumbres reñidas con el evangelio. Ahora se entienden las continuas advertencias, recomendaciones y llamadas de atención de Pablo a esas comunidades.
b) La mayor parte de ellas estaban enclavadas en las regiones costeras del norte del Mediterráneo (Asia Menor, Grecia, Italia); dentro, por tanto del imperio romano. Tanto Pablo como sus colaboradores procuraron establecer las comunidades cristianas en centros neurálgicos, en ciudades unidas entre sí por una fuerte red de comunicaciones. Así se favorecía el contacto y el diálogo entre las comunidades cristianas.
c) Son comunidades establecidas en núcleos urbanos en contraste con las comunidades rurales palestinenses. Pablo no es ciertamente el fundador del cristianismo, pero sí es el creador del cristianismo urbano con todo lo que este acontecimiento iba a suponer para la evolución del cristianismo.
d) Dentro de las ciudades en las que se asientan, el ámbito natural de las comunidades es la casa. Son comunidades domésticas que se reúnen en las casas para celebrar su fe y alimentarla.
e) Son comunidades formadas por cristianos de procedencia tanto judía como pagana. Esto trajo, al inicio, sus dificultades, pero que fueron superándose con el amor cristiano.
f) Son comunidades en las que, junto al entusiasmo y el heroísmo, está presente el pecado. No eran comunidades santas, sino comunidades que querían ser santas; con virtudes y defectos, con ejemplos maravillosos y con pecados. Pero ésta es la Iglesia de Cristo, santa y pecadora al mismo tiempo, santa y necesitada de continua conversión.

5. Características de sus cartas
a) En qué lengua están escritas: Las cartas de san Pablo están escritas en griego “común”, lengua que, además del arameo, domina con facilidad. Pablo, en general, las dictaba a un amanuense o escribano. Algunas cartas, como la escrita a Filemón, fue redactada por su propia mano. Pero siempre él las revisaba y ponía los saludos finales con su letra.
b) Fin de sus cartas: Sus cartas sirvieron a Pablo para comunicar su concepción teológica y espiritual del misterio de Cristo. Hoy día el Papa sigue también esta tradición paulina de enviar cartas de carácter teológico y espiritual a todos los fieles del mundo.
c) Cuántas y cuáles: Son 14, incluyendo la carta a los hebreos. Se consideran del propio Pablo: la primera a los Tesalonicenses, las dos a los Corintios, la de los Gálatas y Romanos, la de los Filipenses y Filemón. De las demás, aunque no sean del mismo Pablo, se escribieron en círculos netamente paulinos, es decir, por discípulos de Pablo (Colosenses, Efesios, 1-2 Timoteo, Tito y 2 Tesalonicenses), escritas después de la muerte de Pablo. Se han divido así sus cartas:
Cartas kerigmáticas: 1 y 2 Tesalonicenses (año 50-51).
Grandes cartas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas (56-58).
Cartas de la cautividad: Filipenses, Colosenses, Efesios y Filemón (61-63).
Cartas pastorales: 1 y 2 Timoteo, Tito (67), llevan este apelativo debido a su preocupación pastoral de establecer la jerarquía y la organización de las comunidades.
d) Esquema: Las cartas de Pablo se ajustan al esquema de la carta antigua: encabezamiento, el cuerpo de la carta o mensaje y el saludo final. Sin embargo, en el desarrollo de este esquema, Pablo es casi siempre profundamente original. La novedad del evangelio lo penetra todo y, desde el principio hasta el final, las cartas de Pablo rezuman vida cristiana. Nada de artificios ni de fórmulas vacías.
e) Estilo: Utiliza todos los recursos estilísticos: paradoja, metáfora, diatriba y sobre todo la antítesis. Usa también exhortaciones y consejos.
f) Material empleado: Incluye material ya formulado: himnos 110, confesiones de fe111 , catálogos de vicios y virtudes112 , series encadenadas de textos bíblicos113 , doxologías114 . No sólo los formula sino que los reformula y los somete a una transformación teológico-literaria.
g) Características teológicas: Desde el punto de vista teológico las cartas de san Pablo presentan estas características:
Hay un pluralismo teológico en sus cartas, es decir, habla de varios temas.
No hay que buscar en las cartas paulinas una teología sistemática, por dos razones: primero, porque el momento histórico en que se encontraba la reflexión cristiana la hacía posible; y segundo, porque el género epistolar no era el más adecuado para ello. Por eso, la teología de san Pablo es una teología en proceso de elaboración, pues responde concretamente a preguntas concretas.
No construye sobre la nada, sino que echa mano de tradiciones que corrían por ahí.
Se hace manifiesta su formación judía, en el empleo abundante de citas del Antiguo Testamento. Usa la interpretación tipológica, es decir, la relación-comparación entre los acontecimientos de la antigua alianza y los de la nueva.

Las cartas de Pablo

La forma literaria epistolar de la época griega y romana es actualmente muy conocida por la gran cantidad de cartas de ese período que se conservan. Esto permite ver que san Pablo asumió la forma propia de su tiempo. Introdujo, sin embargo, algunos cambios de importancia, lo que trajo como consecuencia que sus cartas pertenezcan a la literatura religiosa.
San Pablo escribió las catorce cartas más famosas que existen en el mundo y en ellas se resume todo lo que la Iglesia católica enseña acerca de la fe y la moral. Tienen dos partes: una dogmática, es decir, verdades de la fe, y otra moral, es decir, reglas de buena costumbre. La más extensa y doctrinal es la que escribió a los cristianos de Roma. La más corta, a Filemón. Las más apasionantes y fuertes son las dos que escribió a los corintios, corrigiendo algunos errores. La más elevada y difícil es la de los efesios. La más cariñosa, a los filipenses. Las últimas cartas las escribió desde la cárcel, dirigidas a Timoteo y Tito. La primera carta a los Tesalonicenses tiene el mérito de ser el primer escrito del N.T., pues fue escrita antes que los Evangelios. Todas las cartas tienen como autor, o directamente a Pablo, o a discípulos que escucharon directamente a Pablo.


A) CARTAS KERIGMÁTICAS: 1 y 2 Tesalonicenses (años 50-51)

1. Situación de la Iglesia: es una comunidad floreciente, suficientemente organizada, firme en la fe, en la esperanza y en la caridad, a pesar de las continuas persecuciones por parte de sus conciudadanos y los judíos. Problemas: ¿qué va a ser de los difuntos sorprendidos por la muerte antes de la venida gloriosa de Cristo Jesús? ¿Cuándo tendrá lugar esta venida?
2. Contenido teológico-espiritual:
En la primera: dirige palabras de aliento y consuelo, les recuerda el trato y los desvelos de su predicación y de su trabajo, trata de corregir algunos errores sobre la inminente venida del Señor, les habla de la pureza, del trabajo, del destino de los difuntos, de la vigilancia.
En la segunda: puntualiza la doctrina sobre la parusía, diciendo que no es inminente, y por tanto, hay que seguir trabajando, construyendo la ciudad terrena y no dejarse atrapar en las redes de un estéril parasitismo religioso.
3. Estilo: se nota la naturalidad y sencillez, y el tono parenético, es decir, exhortativo y en forma de avisos.

B) GRANDES CARTAS: A los Corintios, Gálatas, Romanos

* A los Gálatas:
1. Situación de la Iglesia: Los gálatas eran un pueblo de origen céltico, emparentados con las tribus de la antigua Galia. Procedentes de Europa se instalaron en el centro de Asia Menor –la actual Turquía- y fueron sometidos por los romanos en el año 180 a.C. Galacia se hallaba inmersa en una grave crisis de identidad cristiana, provocada desde fuera por unos predicadores del evangelio que ponían en entredicho la validez y legitimidad del anuncio evangélico hecho por Pablo, acusado de falsario y de predicar un evangelio mutilado, de ser un mini-apóstol. Estos agitadores decían que el verdadero evangelio es el que manda observar fielmente la ley de Moisés, incluido el rito de la circuncisión. De ahí que el tono de Pablo en esta carta sea polémico, incluso agresivo en algunas partes.
2. Esquema y división: hay tres secciones bien definidas:
Una sección histórico-apologética en la que Pablo reivindica su legítima condición de apóstol (1-2).
Una sección doctrinal, donde demuestra que la verdadera salvación viene de Dios a través de Cristo aceptado por la fe.
Y una sección exhortativa, donde señala cuál debe ser la actitud del hombre liberado por Cristo, contrapuesto al hombre según la carne.

3. Contenido teológico-espiritual:
La salvación del hombre (justificación) viene de Dios, a través de Jesucristo muerto y resucitado. La ley no salva.
Al hombre le corresponde aceptar, creer que Jesucristo es el único salvador.
Esta fe, no sólo es asentimiento intelectual, sino sobre todo amor. Sólo así el hombre se convertirá en hombre nuevo y libre.
Este hombre nuevo, recreado por Dios a imagen de Jesucristo será capaz de superar el pecado y la muerte, causantes del hombre viejo.






















4. Estilo: es quizá la carta más genuina de Pablo, por sus datos biográficos, su tono, su estilo y sus ideas. Hace uso de referencias históricas, evocaciones personales, citas de la Escritura, procedimientos exegéticos, característicos de las escuelas rabínicas, interpelaciones personales, observaciones irónicas. Maldice y apostrofa con violencia, recrimina sin respetos humanos; ruega con dulzura. El ardor de la polémica genera un bello desorden y falta de estructura en la carta. Esta carta ha sido piedra de escándalo y signo de contradicción. Los protestantes la enarbolaron como bandera para criticar todas las leyes y normas que ha ido dando la Iglesia, pues “la ley no cuenta” –dice san Pablo. Para entender completamente el mensaje de Pablo hay que leer bien todo el conjunto de las cartas. Aquí, simplemente Pablo nos pone alerta para que no caigamos en un legalismo formulista, vacío y fariseo, sin amor. Pero la Iglesia no cae en eso: sus normas y leyes están motivadas por el amor. Por eso, nuestra fe tiene que ir acompañada de obras de amor.

* Primera carta a los Corintios:
1. Situación de la Iglesia: Corinto era célebre como centro comercial, deportivo y cultural, y como lugar donde se daban cita toda clase de cultos religiosos: divinidades griegas, romanas y orientales. En particular se había hecho famoso el templo de Afrodita, la diosa del amor, en cuyo recinto se ejercía sin cortapisa alguna la prostitución sagrada. Todo esto había convertido a Corinto en una ciudad de vida alegre y desenfrenada, propensa a todo tipo de excesos, en particular los sexuales. Esto perturbaba a la joven comunidad cristiana, que de ninguna manera se quería dar a estos excesos deshonestos. Ninguna comunidad causó a Pablo tantos quebraderos de cabeza como la de Corinto. En estas cartas se refleja la fisonomía de la primera comunidad cristiana: dificultades, tensiones, discordias, celos, envidias, rivalidades, problemas, pecados, etc. Pero también el gozo del Espíritu, la efusión de los carismas, la íntima satisfacción del amor cristiano que supera todas las barreras sociales y económicas.
2. Esquema de la carta: no hay un esquema concreto:
Saludo y acción de gracias (1 Cor 1, 1-9).
Divisiones en la comunidad (1 Cor 1, 10 – 4, 21) Desórdenes en la comunidad (1 Cor 5, 1-6 – 6, 20)
Problemas concretos (1 Cor 7-11): celibato, virginidad, matrimonio. Problemas en las asambleas litúrgicas (1 Cor 11-14) La resurrección de los muertos (1 Cor 15) Conclusión (1 Cor 16).

3. Contenido teológico-espiritual:
Ante la división creada, Pablo proclama la auténtica sabiduría: la de Dios, manifestada en el misterio de la cruz de Jesucristo.
Ante los desórdenes sexuales, Pablo recuerda que el cristiano bautizado es una creatura nueva y templo de Dios. Propone los valores del celibato y del matrimonio, como dos caminos que Dios nos ofrece para llegar a la santidad. Pablo ensalza el valor del celibato y virginidad.
Ante las demás cuestiones (carnes sacrificadas, asistencia a los banquetes paganos, multiplicidad de carismas...), Pablo expone la lección de la eclesiología práctica, recordando que todos somos parte de la Iglesia y debemos buscar lo que es útil a la comunidad, movidos por el amor.
Ante la increíble degeneración a la que habían llegado las asambleas litúrgicas en las que se celebraba la Cena del Señor, Pablo da una estupenda catequesis sobre la Eucaristía y cómo celebrarla y recibirla con dignidad y en estado de gracia en el alma.
Ante la resistencia de algunos en aceptar la resurrección de los muertos, Pablo ofrece una reflexión sobre escatología: la resurrección de Cristo garantiza nuestra resurrección.
4. Estilo: la escribe en un estado sereno y concentrado. Por eso, su estilo es limpio y vigoroso. Hay variedad de tonos: sencillez, densidad, ironía, sarcasmo, explosiones de ternura o de indignación.

* Segunda carta a los corintios:
1. Situación de la Iglesia: unos cuantos venidos de Jerusalén y llegados a Corinto rechazaron la autoridad de Pablo, a quien llenan de insultos, acusaciones y calumnias. Pablo tuvo que poner remedio urgente a esta situación, saliendo a la defensa de su ministerio y de su vocación apostólica.
2. Esquema y división: Más que una carta son diversas cartas:
Saludo y acción de gracias (2 Cor 1, 1-11). El ministerio apostólico (2 Cor 1, 12; 7, 16).
Colecta a favor de las iglesias pobres de Judea (2 Cor 8-9). Autodefensa de Pablo (2 Cor 10-12).
Conclusión (2 Cor 13).
3. Contenido teológico-espiritual:
Profundiza en el ministerio apostólico con sus grandezas y miserias, con su esplendor y su peso, sus riesgos y sus compensaciones. Declara que su ministerio lo recibió de Jesucristo, quien le llamó gratuitamente a ser apóstol de los gentiles.
La solidaridad entre las distintas comunidades cristianas.
4. Estilo: es una carta donde podemos percibir el perfil humano y apostólico de Pablo115 . El estilo es fiel reflejo de un espíritu en efervescencia. La emoción con que está escrita roba claridad a la expresión; a cada paso nos topamos con alusiones oscuras, complejas construcciones gramaticales y desconcertantes interrupciones en el proceso de sus pensamientos. Pero la pasión con que está escrita y la sinceridad desnuda, leal y conmovedora que nos transmite, le confieren una belleza singular ante la que el lector no puede permanecer insensible.

* Carta a los romanos:116
1. Situación de la Iglesia: es una comunidad que Pablo no fundó, por eso, es más diplomático. Probablemente judíos procedentes de Palestina, donde se habían convertido al cristianismo, fueron los iniciadores de la comunidad cristiana de Roma. Dado que el emperador Claudio expulsó a todos los judíos de Roma, por los conflictos entre judíos estrictamente tales y judeocristianos, en Roma sólo quedaron cristianos de origen pagano, es decir, romanos convertidos al cristianismo. Más que otra cosa, Pablo presenta las ideas claves de su evangelio, sobre todo a los puntos más controvertidos y más propensos a crear dificultades en el seno de las nacientes comunidades cristianas.
2. Esquema y división:
Introducción (Rom 1, 1-15). Sección doctrinal (Rom 1-11)
Sección exhortativa (Rom 12-15) Sección conclusiva (Rom 15-16).
3. Contenido teológico-espiritual:
Contenido teológico: La fuerza salvadora de Dios actúa en el hombre por medio de la fe en Jesucristo. Es toda la doctrina de la justificación o salvación, proveniente de Cristo, que nos libera del pecado. Jesús nos ofrece la salvación y el hombre, por la fe, acepta esta salvación, se convierte y se abre a esa salvación.
El fruto más precioso de la salvación es la vida sobrenatural; es decir, la participación en la vida íntima de las tres Personas divinas, cuya obra de arte es la santificación de nuestras almas y la creación del hombre nuevo en nosotros.
El proyecto salvador de Dios alcanzará también al pueblo de Israel.
4. Estilo: prevalece el estilo homilético o exposición teológica del tema doctrinal, entremezclado con exhortaciones. Mezcla también estilo litúrgico, himnos, demostración rabínica y diatriba o controversia.

C) CARTAS DE LA CAUTIVIDAD: Filipenses, Colosenses, Filemón, Efesios
Entre los años 58 y 63, Pablo pasa cuatro años en la cárcel, primero en Palestina y luego en Roma. Tiene tiempo para meditar y profundizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

* Carta a los Filipenses:
1. Situación de la Iglesia: Filipenses es, junto con la dirigida a Filemón, la carta más familiar y confidencial de las cartas paulinas. Es la carta del amigo que se encuentra en dificultades a los amigos que ni por un instante se han olvidado de él y le han tratado de ayudar con todos los medios a su alcance. Es la carta de un corazón agradecido y a la vez preocupado, porque también en aquella comunidad se vislumbran desavenencias e incomprensiones. También a Filipos parece que han llegado unos predicadores judaizantes que pueden amenazar seriamente la acción evangelizadora de Pablo, como había ocurrido en las comunidades de Galacia.
2. Esquema y división: este es el esquema
• Pablo y la comunidad de Filipos (1-2): noticias, proyectos.
• Exhortaciones contra los predicadores judaizantes en Filipos (3)
• Invitación a la alegría y agradecimiento por la ayuda recibida (4)
3. Contenido teológico-espiritual:
• Invitación constante a la alegría, incluso ante la perspectiva de la muerte.
• La preocupación por el crecimiento espiritual y por la armonía y la unidad de la comunidad.
• Papel central de Cristo en la historia de la salvación, y modelo supremo del cristiano en todo y para todo.
4. Estilo: es una carta personal, atenta, cordial y tierna. No hay que buscar doctrina sistemática. Usa la exhortación, alusión al pasado y al presente.

* Carta a los Colosenses
1. Situación de la Iglesia: en Colosas había una considerable comunidad cristiana, formada en su mayor parte por gente convertida del paganismo. Pero debía contar con un buen número de judeo-cristianos, como se deduce de los problemas que se mencionan en la misma carta. Entre los cristianos de Colosas había algunos que enseñaban errores gravemente peligrosos, donde se mezclaban elementos cristianos, judíos y paganos 117. ¿Cuáles eran estos errores?
Tendencia judaizante: los judíos convertidos al Cristianismo querían obligar a todos a la circuncisión, a la observancia del sábado, a la abstinencia de ciertos alimentos.
Culto excesivo a los ángeles hasta hacer de ellos unos dioses.
Ascetismo rígido: purificaciones, abstinencia de alimentos, etc.
2. Esquema y división:
Introducción
Parte dogmática (1-2): supremacía de Cristo en la Creación y en la Redención.
Parte moral o exhortativa (3): les exhorta a la firmeza en la fe, frente a los errores; y a fundamentar su vida cristiana sobre la resurrección de Cristo.
3. Contenido teológico-espiritual:
Himno cristológico: Pablo hace una teología sobre Jesús más desarrollada, considerándolo como centro del universo, primogénito de toda la creación y redención, y cabeza de la Iglesia. Cristo es presentado como el “Hijo del amor”. Se reitera la relación entre Él y todo118 , con evidente tono polémico contra el gnosticismo que despreciaba el mundo material y lo atribuía a otro creador.
Más tarde, Pablo presenta a Cristo como “cabeza del cuerpo” que es la Iglesia. La Iglesia, por tanto, es presentada como Cuerpo Místico, que tiene a Cristo por cabeza y recibe de Él su impulso vital, y es Esposa de Cristo. Cristo es la Cabeza del cuerpo, porque es el primero en la resurrección: el primero en resucitar y aquel por el que resucitan los demás, al hacerles partícipes de su muerte y resurrección mediante el bautismo.
Pablo ataca en la carta la ascesis y el culto a los seres intermediarios que proponían los nuevos maestros. Éstos esperan que ciertas prácticas les alcancen la salvación. Pero Pablo dice bien claro que la salvación sólo vendrá si estamos unidos a la cabeza que es Cristo.
Como exigencia del bautismo y de la unión con Cristo cabeza el cristiano bautizado tiene que ser hombre nuevo y renunciar al hombre viejo, para recobrar la imagen del Creador. Una tabla de moral familiar indica las obligaciones morales de cada uno de los miembros de la familia.
4. Estilo: multiplicación de sinónimos, complementos que se suceden en cascada. Vocabulario paulino: cabeza, cuerpo, misterio, plenitud, sabiduría, riqueza, conocimiento, potencias cósmicas. Influencia de la literatura sapiencial.

* Carta a Filemón
1. Situación de Filemón: Filemón es un cristiano pudiente de Colosas, ganado para el evangelio por Pablo y a quien hace algún tiempo se le ha fugado un esclavo llamado Onésimo. Este esclavo se encuentra ahora con Pablo, que desearía mantenerlo junto a sí. Sabe que le asisten razones para hacerlo, pero no quiere forzar la situación, y con una gran delicadeza deja la decisión en manos del propio Filemón. Le devuelve al esclavo, al que hace portador de esta preciosa carta.
2. Esquema y división: no hay esquema, pues es muy breve. Pablo da gracias, intercede por Onésimo y se despide.
3. Contenido teológico-espiritual: el tema es la esclavitud, que era aceptada en aquella sociedad grecorromana, pero que estaba en abierta contradicción con el mensaje de Cristo. Pablo no encara directamente el problema; se limita a exponer con una maestría insuperable los principios cristianos de los que Filemón deberá sacar las consecuencias. La idea principal es ésta: todos somos iguales ante Dios.
4. Estilo: es muy sencillo y cordial. Es la carta más breve del Nuevo Testamento.

* Carta a los Efesios (años 62-63)
1. Situación de la Iglesia: Éfeso, capital de la provincia romana de Asia, estaba situada en la costa occidental de la península del Asia Menor. Su importante puerto y su numerosa población hacían de ella en tiempos de Pablo una ciudad muy floreciente. Está dirigida a cristianos de la segunda generación, los cuales han quedado deslumbrados por ciertas filosofías paganas 119 y necesitan que alguien les ayude a profundizar en el misterio de Cristo. Hay división, permisividad y atracción del mundo pagano.
2. Esquema y división:
Un saludo.
Parte doctrinal y teológico (1-3): Cristo y la Iglesia.
Parte moral y exhortativa (4-6): invitación a la unidad y deberes del propio estado.
Conclusión
3. Contenido teológico-espiritual:
La acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el plan de la Salvación. El Padre nos elige para ser sus hijos. El Hijo nos obtiene la redención con su sangre. El Espíritu Santo nos sella y es la garantía de nuestra herencia. Entona un himno sobre el Plan salvador de Dios: a todos –judíos y paganos- nos ha llamado Dios a ser santos e irreprochables en el amor, hacernos hijos suyos, redimirnos en Cristo y darnos la fuerza del Espíritu. En la historia de salvación, Cristo Jesús es el centro. La salvación que ha traído Cristo es una don gratuito
Unidad de la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo. La Iglesia es el lugar donde toda discriminación desaparece –yo soy judío, yo soy pagano-, donde no hay particularismos ni privilegios raciales, religiosos, culturales o sociales, donde la unidad no es uniformidad ni pasividad, sino dinamismo y colaboración. Cristo ha derribado el muro de la Ley que antes separaba a judíos y paganos.
Exhortación a la nueva vida en Cristo. Muestra un programa de vida cristiana para todos, y a los hijos y padres de familia les recuerda los deberes del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Nos invita a renovarnos en Cristo, imitar el amor de Cristo, a caminar como hijos de la luz. Para ello, Pablo nos da las armas para luchar contra los enemigos: el escudo de la fe, el yelmo de la salud y la espada del Espíritu. Al exponer las relaciones entre los esposos aparecen los elementos básicos que servirán a la Iglesia para comenzar la reflexión que concluirá con la definición del sacramento del matrimonio: la relación entre la unión de los esposos y la unión de Cristo con la Iglesia. Este gran misterio del cual fluye la santificación más alta del matrimonio, muestra el carácter sagrado, y, prohíbe considerarlo como un contrato puramente civil, sujeto a la fluctuación de las voluntades. Por eso la Iglesia no reconoce el enlace civil como matrimonio legítimo para el cristiano.
4. Estilo: tiene un aspecto de carta circular; parece una disertación teológica destinada a toda la iglesia cristiana, y no sólo a los efesios. En la parte doctrinal y dogmática se nota un estilo solemne y redundante, frases profundas, imágenes largas, y los pensamientos no se ordenan de forma progresiva. En la parte moral, es más claro, preciso y en forma imperativa o exhortativa.


D) CARTAS PASTORALES: Timoteo y Tito

1. ¿Por qué se llaman cartas pastorales?
Se llaman pastorales porque están dirigidas a dos grandes pastores, colaboradores de Pablo, y porque se ocupan de la función y normas de los pastores, es decir, de aquellos que mantienen la unidad y la fe dentro de una iglesia particular, que empieza a estructurarse.
2. ¿En qué año fueron escritas?
Las cartas pertenecen a la época final del siglo I. Posiblemente son de un discípulo que, después de la muerte de Pablo, le hace hablar en las nuevas situaciones que se habían creado en las comunidades.
3. ¿Qué problemas surgieron en las iglesias a las que se dirigen las cartas pastorales?
Falsos doctores practicaban y enseñaban doctrinas de carácter judaizante gnóstico, que debían suponer un grave peligro, dada la insistencia con que las cartas las mencionan.
No aparece el fervor y el entusiasmo de los creyentes del tiempo de Pablo, sino que los cristianos se han vuelto mediocres y conformistas.
Se sentía también la necesidad de unos dirigentes de iglesias locales que asegurasen el depósito de la fe que Timoteo y Tito habían recibido de Pablo.
4. ¿Por qué son tan importantes las cartas pastorales?
Ellas mantienen viva la herencia de Pablo, dado que había corrientes que querían una especie de vuelta al judaísmo.
Defienden el carácter genuino del Evangelio, para que no se diluyese en una especie de intimismo esotérico y sectario, que evadía los problemas del mundo, en busca de pura interioridad espiritual, y con una visión dualista del mundo (maniqueísmo).
Nos dan las pautas sobre la organización de la Iglesia, con las funciones de los varios ministerios.
Dan unas reglas de vida para la fe de la comunidad: la fe verdadera es la que enseñaron los apóstoles, y fue transmitida en los inicios; los ministros deben mantener intacto el depósito de la fe recibido por los apóstoles; los creyentes crecerán en la fe, no pronunciando discursos inútiles, sino guardando la unidad con los apóstoles y poniendo en práctica la bondad que Cristo enseñó.
5. ¿Qué principios doctrinales tienen estas cartas pastorales?
Cristo, en quien se hace visible el plan salvífico de Dios, es el único mediador universal. El nuevo nacimiento que comporta el bautismo no es debido a nuestras obras, sino a la bondad de Dios.
La Iglesia aparece como el nuevo pueblo de Dios, purificado por el sacrificio de Cristo, como la casa del Dios vivo, como la gran familia de Dios, como el fundamento y la columna de la verdad. Tiene la misión de enseñar y conservar el depósito recibido. Los ministros, que reciben el ministerio por la imposición de las manos tienen la misión de enseñar y el poder de jurisdicción.
La salvación por Cristo lleva consigo unas exigencias: ante todo la fe, esperanza y la caridad, fundamento de toda vida cristiana. Además oración y espíritu de lucha; obediencia, paciencia y mansedumbre, pureza, fidelidad a la sana doctrina y práctica de las buenas obras.
Virtudes humanas: sobriedad, laboriosidad, amabilidad, hospitalidad, honradez.

* Cartas a Timoteo
1. Situación de Timoteo: Timoteo era hijo de una judía y de un griego. Fue el discípulo predilecto de Pablo. Pablo en esta carta aparece como el Pastor que transmite normas que asegurasen la continuidad de las Iglesias fundadas por él.
2. Esquema y división: no hay un esquema fijo. Se trata de una serie de consejos y recomendaciones para que sea fiel a su misión de pastor.
3. Contenido teológico-espiritual:
La primera carta: Organización de la comunidad. Forma de combatir los errores120 . La vida cristiana de los fieles.
La segunda carta: Pablo desde la cárcel le da consejos pastorales a Timoteo: mantenerse fiel al ministerio y conservar la sana doctrina. Son como un testamento de Pablo, antes de morir.
Estilo: es muy cordial, sencillo, ardiente y, por momentos, apasionado.

* Carta a Tito
1. Situación de Tito: era griego, no circunciso Lo había llevado Pablo en su viaje a Jerusalén, donde deseaba obtener la aprobación de los Apóstoles para la libertad de los gentiles frente a la ley de Moisés. Parece que Pablo le encomendó la Iglesia de Creta, y se supone que está al frente de ella cuando le escribe la carta.
2. Esquema y división: tampoco aquí hay un esquema fijo, al igual que en las cartas a Timoteo.
3. Contenido teológico-espiritual:
Organización de la Iglesia.
Lucha contra los errores de los falsos maestros.
Vida cristiana de los fieles, con consejos para ancianos, jóvenes y esclavos.
Exhortaciones a la obediencia y la caridad.
Puntos doctrinales: la muerte sacrificial de Cristo y su manifestación gloriosa al final de los tiempos; el amor de Dios a los hombres y su voluntad salvífica universal; la renovación por el Espíritu a través del bautismo y la acción transformadora de la gracia que nos constituye herederos de la vida eterna.
Estilo: igual que en las cartas a Timoteo.

115. A través de esta carta podemos conocer el colosal esfuerzo misionero realizado por Pablo: sus fatigas y peligros; el estado de tensión interior que devoraba su vida; su amor apasionado a Cristo y a la Iglesia; las extraordinarias experiencias místicas con que fue agraciado...Y su magnífica, excepcional personalidad en el esplendor de los contrastes: a la vez teólogo y misionero, fundador y organizador, contemplativo y caminante infatigable; lírico y polemista. Y en cuanto a su carácter: altivo y humilde, audaz y tímido, sereno y apasionado, afectuoso y sarcástico, cortés y duro, generoso y amargo, prudente y arrebatado. Todo un mosaico de luces y sombras, éxitos y fracasos, esperanzas y abatimientos.
116. La carta a los Romanos es la más extensa de las escritas por Pablo. No es una síntesis completa y definitiva de la enseñanza de Pablo y mucho menos de la doctrina cristiana; pero sí es el gran escrito de Pablo y el primer ensayo de gran envergadura en la historia de la teología cristiana. Juntamente con Gálatas, esta carta a los Romanos ha constituido el principal punto de referencia en la polémica entre católicos y protestantes, hasta el punto de que podría decirse que la Reforma protestante ha hecho de Romanos el texto sagrado por antonomasia. Algunos han considerado esta carta como el testamento teológico de Pablo, pues fue escrita en uno de los momentos más críticos de su vida
117. Estos colosenses se parecen a algunos creyentes actuales que confían más en devociones particulares no aprobadas por la autoridad eclesiástica, que en Cristo, o se refugian en la astrología, magia, supersticiones, horóscopos.
118. La palabra “todo” está repetida ocho veces en el himno.
119. Una de esas filosofías es el gnosticismo. Esta corriente de pensamiento amalgamó enseñanzas originadas en la religión del Irán, la filosofía platónica, el judaísmo y, finalmente, el cristianismo. Se caracterizó por el dualismo que rechazó la materia como mala y aceptó sólo el espíritu como bueno. El alma, una chispa de la divinidad encerrada en la cárcel del cuerpo, debía ser liberada por un redentor que le transmitiera un conocimiento (gnosis) salvador. El redentor debía comunicar el conocimiento de los medios ascéticos por los cuales el alma llegara a dominar el cuerpo, se liberara y pudiera volver a fundirse con la divinidad. Era característico de este pensamiento el desprecio del cuerpo humano. Sostenían que había un complicado sistema de seres celestiales e intermediarios entre lo divino y lo terrenal, que regían la vida de los hombres y a los cuales les atribuían poder y se les debía rendir culto. Estas nuevas corrientes de pensamiento pretendieron instalarse dentro de la Iglesia.
120. Corrían por ahí ya tendencias gnósticas, es decir, algunos falsos maestros ponían la salvación en el conocimiento, fruto del propio esfuerzo personal.



El Apocalipsis

La palabra Apocalipsis procede de un término griego que significa retirar el velo, descubrir el misterio que hay detrás de una persona, una cosa o un acontecimiento. Por tanto, en el Apocalipsis Dios quiere revelarnos algo.
El Apocalipsis es como un gran resumen de la Biblia. Allí se encuentran temas de los profetas, de los sabios, de los Evangelios y de las epístolas. Apocalipsis quiere decir anuncio de lo que va a suceder. Apocalipsis significa revelación, levantar el velo que oculta o impide ver algo. El Apocalipsis describe la lucha que todo cristiano tiene que entablar contra las potencias infernales, para poder recibir al final la corona de la vida que no se marchita. La victoria es segura para quienes luchan con Cristo.


1. Autor, fecha y destinatarios
San Juan es el autor de este libro129 . Se encontraba desterrado en Patmos, por orden del emperador Domiciano, probablemente hacia el año 96. La persecución anda destrozando todas las Iglesias de Cristo y Juan se pregunta angustiado: ¿Por qué Dios permite tanto mal, tanta persecución 130?
Un domingo por la tarde, Dios le da la respuesta por medio de cuatro visiones, que son como cuatro emocionantísimas películas en las cuales se revela todo lo malo y lo bueno que va a suceder.
La fecha de composición del libro se sitúa hacia el final del primer siglo, entre los años 95-98 d.C.
Los destinatarios del libro son los cristianos perseguidos, para así alentarlos en la lucha. Cristianos amenazados por la persecución y por la seducción, con el consiguiente riesgo de muerte y de deserción. La amenaza procede de fuera (del poder político que se concreta en el imperio romano), pero también de dentro (de círculos cristianos que se han apartado de la verdadera fe).

2. Características literarias
a) Carácter simbólico131 : san Juan les habla en símbolos, porque es mensaje de un prisionero a un pueblo cristiano terriblemente perseguido; era, pues, necesario usar para todo un lenguaje especial de símbolos y claves que los cristianos sí entendieran, pero no los perseguidores. Veamos algunos de estos símbolos:
El 6: es algo imperfecto; impotencia para llegar a 7. Por eso, la bestia enemiga de Cristo se llama 666, o sea, la que nunca logra llegar a la perfección en nada.
El 7: es un número que significa perfección, algo completo.
3 y medio: o sea la mitad de 7: es señal de algo que dura poco y luego pasa. Así las persecuciones de los buenos duran 3 y medio de años.
1.000: es el número inmenso, indefinido.
Gran Dragón: Satanás.
Las bestias: los enemigos de Dios, muy poderosos y se encuentran en todas partes. Pero al final son derrotados. Hay dos bestias: la primera es el Imperio Romano, con sus autoridades (10 cabezas) y su mucho poder (siete cuernos), pero también es personificación de todo poder humano y político que oprime a la Iglesia. La segunda bestia es un falso cordero, o personificación de las falsas doctrinas y falsas religiones o falsos maestros que seducen a la gente.
La mujer es la Iglesia. La tradición ve también en ella a María.
Una estrella significa un ángel.
Un candelabro representa una iglesia particular.
Las siete lámparas de fuego evocan a los 7 espíritus de Dios. Parecerían los mismos de Tobías 12, 5. San Victorino, cuyo comentario es el más antiguo de los escritos en latín, ve en estos siete espíritus como en las siete lámparas (4, 5), los dones del Espíritu Septiforme.
Los 7 cuernos y 7 ojos del Cordero: indican plenitud de poder (cuernos) y perfección de ciencia (ojos).
El libro es la misma historia humana, que esconde dentro de ella el designio misterioso de Dios sobre los acontecimientos.
Los cuatro caballos: los caballos, rojo, negro y verde, indican las grandes plagas de la humanidad: la violencia, la injusticia social y la muerte, con todos los males que acarrean. Y el caballo blanco representa a Cristo resucitado que combatirá y vencerá a esos otros caballos.
Los siete sellos: el quinto sello son los mártires que piden justicia por su sangre derramada. El sexto sello indica la llegada del gran día de la cólera de Dios sobre las divinidades paganas (astros) y la derrota de la maldad (los poderosos). El séptimo sello con las siete trompetas que anuncian solemnemente la presencia de Dios en la historia, que va destruyendo todas las fuerzas del mal y propiciando la conversión de los hombres.
Los ciento cuarenta y cuatro mil: son el resultado de multiplicar las doce tribus de Israel por doce, y luego por mil que es la cifra de la historia de la salvación. Esta cifra representa a los cristianos que han sido marcados por el sello indeleble del bautismo y que gozan de una especialísima protección divina.
Los 24 ancianos: son las 12 tribus de Israel más los 12 Apóstoles del Cordero; representan la totalidad de los Santos que han intervenido activamente en la historia de la Salvación.
Los cuatro seres vivientes: (león, toro, hombre, ángel): significan el mundo de las criaturas, que Dios domina y que están al servicio del Todopoderoso. La tradición de la Iglesia ha visto siempre en estos cuatro vivientes los símbolos de los cuatro evangelistas: Marcos (león132 ), Mateo (hombre133 ), Juan (águila134 ) y Lucas (toro135 ).
666: es la bestia más cruel. Según las reglas de la simbología de número, leído en caracteres hebraicos, este número corresponde a Nerón César. La cifra no es 777, es decir, crueldad total, sino 666, eso se refiere a una violencia cruel, pero no total.
Los tres ángeles: son los predicadores del Reino de Dios, los profetas, los misioneros, que anuncian conversión. Son los heraldos de Dios que anuncian el juicio sobre la historia humana.
Babilonia, la prostituta. Directamente es Roma y el Imperio Romano. Pero también es todo poder político que se opone al plan salvífico de Dios en Cristo. Las 7 cabezas son las 7 colinas de Roma y sus 7 emperadores; el sexto es Nerón y el séptimo es Domiciano.
Los tres espíritus inmundos en forma de sapos: son los mensajeros de la trinidad infernal, en contraposición de la Trinidad celeste, y actúan como sapos en las tinieblas y clandestinamente.
Gog y Magog: es el proverbial símbolo de todas las potencias hostiles al pueblo de Dios, las cuales combaten a la Iglesia con poderes terrenales, animados por Satanás.

b) El género es el apocalíptico136 , modo especial de contar lo que va a suceder en el futuro. No es lo mismo el género apocalíptico y el género profético. El género apocalíptico intensifica los símbolos, las visiones, y se proyecta más hacia la historia vista en un sentido global, que trasciende el determinado acontecimiento del presente, mientras que la profecía normalmente se queda en interpretar unos hechos históricos determinados.

c) Diversas interpretaciones del Apocalipsis:
Una, el pensar que se trata de la historia contemporánea del autor, expuesta con colores apocalípticos. Esta interpretación quitaría a los anuncios de san Juan toda sus trascendencia profética y en consecuencia su valor espiritual para el creyente.
La segunda teoría, llamada de recapitulación, busca en el libro de san Juan los diversas fases de la historia eclesiástica, pasadas o futuras, o por lo menos de la historia primera de la Iglesia hasta los siglos IV y V, sin excluir el final de los tiempos.
La tercera interpretación ve en el Apocalipsis exclusivamente un libro profético escatológico, como lo hicieron sus primeros comentadores e intérpretes, es decir, san Ireneo, san Hipólito, san Victorino, san Gregorio Magno. Esta interpretación se ha impuesto hoy sobre las demás. Y dado que en los 404 versículos del Apocalipsis se encuentran 518 citas del Antiguo Testamento, de las cuales 88 son tomadas del profeta Daniel, es necesario buscar las luces de interpretación de esta divina profecía en la misma Biblia, sobre todo, en el Antiguo Testamento

3. División y contenido temático
a) Prólogo
b) Primera parte: las siete cartas a la iglesia (1-3): proceso de conversión en presencia de Cristo resucitado. Este es el esquema de la carta:
Dirección de la carta.
Autopresentación de Cristo.
Alabanzas.
Reproches.
Exhortación a la conversión.
Promesa del Vencedor.
Fórmula de aviso.
c) Segunda parte: (4-21): desarrollo y desenlace de la historia de la salvación. El momento crucial es el choque de las fuerzas antagónicas (las fuerzas diabólicas), cuyo desenlace es la victoria de la esposa (la Iglesia de Cristo).
d) Epílogo (22) en forma de diálogo litúrgico, donde interviene el autor sagrado, el ángel, Jesús y la asamblea.

4. Contenido teológico y espiritual
Fin del libro: Por una parte, san Juan quiere quitar el velo y revelar el significado de la historia, de los acontecimientos que están pasando en la vida del hombre y de la Iglesia; y, por otra, quiere alertar a los cristianos a mantenerse firmes, a no desalentarse a pesar de las persecuciones, pues el triunfo de Cristo va a llegar. El Apocalipsis es como un sonar de trompetas y tambores que anuncian el más grande de los combates y la más espectacular de las victorias: la victoria de Cristo sobre las fuerzas del mal.

Contenido:
a) El centro de todo el libro es Cristo Jesús: su mensaje, sus luchas, sus amigos, sus adversarios, el inmenso triunfo que va a obtener. Viene presentado como el Cordero degollado, como un Jinete en un caballo blanco, como el Hijo del hombre lleno de inmensa majestad. Así viene descrito:
Con larga túnica, porque es sacerdote.
Con cinturón de oro, por ser rey.
Con cabellos blancos, porque es eterno.
Con pies de bronce, porque es inconmovible y muy firme.
Con siete estrellas en la mano, porque gobierna todas las iglesias.
Con su lengua que es espada afilada, o sea su Palabra penetra hasta los corazones. Esa lengua dice: “Fui muerto y ahora estoy vivo”.
Trae para cada uno de sus amigos una recompensa, proporcionada a las buenas obras que cada uno haya hecho.

b) El Apocalipsis se presenta como la narración de una gran batalla, una lucha entre el bien y el mal, y cuyos personajes son:
A un lado: Cristo Jesús, san Miguel y sus Ángeles. Una mujer vestida de sol, con la luna y 12 estrellas bajo sus pies. 144.000 que tienen el alma pura; todos los que han sufrido el martirio. Dos testigos de Jesús que son muertos pero luego vuelven a vivir (¿san Pedro y san Pablo?). Toda la Jerusalén celestial. 24 ancianos Venerables.
De otro lado: Satán, caído del cielo y lleno de rabia y amargura. Dejado libre por mil años para atacar. Puede atacar (tentaciones) pero no puede matar. Babilonia, o maldad de la Ciudad grande. Un enorme dragón con todo su ejército: los malos espíritus. La bestia del mar: las persecuciones. La bestia de la tierra: las herejías y errores que atacan siempre a la Iglesia.
El combate tiene tres fases:
Sufrimiento para los buenos.
Paciencia y heroísmo de quienes siguen a Cristo
Emocionante premio en la Jerusalén celestial para todos los que permanecieron fieles al Señor Jesús. El libro termina con la más bella oración: “Ven, Señor Jesús”.

c) El Apocalipsis habla del presente, para proyectarse al futuro: pretende abrazar a toda la historia de la humanidad. Habla de las persecuciones presentes, pero va más allá, ve la lucha de las fuerzas del mal, de la muerte, contra los testigos de la vida. A esto se lo ha llamado la dimensión histórica y proyección escatológica del Apocalipsis.
d) El Apocalipsis es un grito de esperanza: Inmersos en las dificultades del presente, los cristianos podrían caer en el desaliento. El mal parece victorioso. Sin embargo, su tiempo es contado, su poder es limitado. El vencedor final de esta singular lucha entre el bien y el mal será Dios, junto a aquellos que permanecieron fieles a Él. Por eso, el Apocalipsis es el gran libro de la esperanza cristiana, pues desde la primera a la última página aletea el grito esperanzador: “tengan paciencia, sean fuertes en la prueba, porque el mal será vencido; ¡Cristo, el Cordero victorioso llevará consigo a los que serán fieles a Él! Juan invita a todos los cristianos de todos los tiempos a no claudicar y a tener viva la esperanza en la Iglesia de Cristo.





LA HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS
Julián Carrón *
En los escritos del Nuevo Testamento nos encontramos con una noticia inaudita: se afirma que un hombre "poderoso en obras y palabras", Jesús de Nazaret, que murió crucificado en tiempos del gobernador de Judea Poncio Pilatos, es Dios. Durante siglos la Iglesia se acercaba a los evangelios y los escritos neotestamentarios a partir de la experiencia que vivía en el presente, y ésta le permitía confiar que lo que allí se afirmaba correspondía con lo que el mismo Jesús decía de sí mismo. Esta confianza en relación a los documentos cristianos se quebró en un momento dado de la historia con la irrupción de la sospecha. Con los comienzos de la investigación moderna de la Escritura se introduce la sospecha sobre el valor histórico de los escritos del Nuevo Testamento. Sin embargo la única posición razonable frente a los documentos del Nuevo Testamento es la de la Iglesia católica. No es una cuestión de creencia, sino del concepto de razón que tengamos para aproximarnos a los Evangelios. A continuación, las razones para sustentar esta afirmación.


Del acontecimiento presente al acontecimiento pasado
El cristianismo es un acontecimiento que irrumpe inesperadamente, de forma imprevista en la historia humana (cfr. DV 2). Por eso no hay otro modo de conocerlo que tomando parte en ese acontecimiento. Sería ilusorio pensar comprender adecuadamente lo que es el cristianismo a través de un examen de su historia o a través de una lectura directa de los evangelios, como si fuesen libros de los que extraer «impulsos» y noticias. Lo que es el hecho de la Encarnación se comunica hoy como hace dos mil años a través de un encuentro humano que nos hace contemporáneos con él, como sucedió con Juan y Andrés, los dos primeros que encontraron a Jesús y se quedaron con él. Y después de ellos, a través de ellos, un flujo continuo de hombres y mujeres, revestidos por la fuerza de lo alto, hasta nosotros (cfr. DV 8).
Es a través de ellos como el acontecimiento cristiano sigue presente en la historia hoy. Uno lo reconoce porque, al encontrarlo, percibe en él una correspondencia con la espera del corazón. «En realidad, ha dicho el Card. Ratzinger, nosotros podemos reconocer sólo aquello por lo que se da en nosotros una correspondencia». Este acontecimiento corresponde como ningún otro a esa espera, porque es el único adecuado a la razón y al afecto del hombre. Precisamente por eso se presenta ante nosotros con la pretensión de ser la verdad de nuestra vida.
El acontecimiento del que uno inesperadamente empieza a participar tiene la virtud de dilatar las dimensiones de la razón abriéndola siempre a algo que ella no puede dominar, sino reconocer. Quizá en ningún otro texto como en el relato del ciego de nacimiento, que nos narra el evangelio de Juan, se hace más patente la virtud que este acontecimiento tiene para la apertura de la razón.
Replicando a los judíos que no querían reconocer el hecho de la curación por las consecuencias que implicaba respecto a la persona de Jesús, el ciego recién curado les dice: «Jamás se ha oído decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento». En efecto, hasta que no tiene lugar un acontecimiento que documente otra cosa, la razón se atiene a aquello de lo que tiene experiencia: Nunca se ha oído decir que un ciego de nacimiento viera. Pero cuando el acontecimiento sucede, si la disposición del corazón es la adecuada, la razón se ve solicitada a reconocer, como hace el ciego: «Yo antes no veía y ahora veo». Esta apertura de la razón a posibilidades no previstas por ella, provocada por la curación, es lo que llevó al ciego a creer razonablemente en Jesús. [1]
Este acontecimiento presente que pretende un significado definitivo, totalizante, para la propia vida y que solicita la razón humana como ningún otro, se puede explicar sólo por un acontecimiento pasado en el que tal pretensión inicia y a la cual se llega a través de una memoria que, nacida ahora, se cumple en el contenido de entonces. Es pues en un acontecimiento presente donde uno descubre un acontecimiento del pasado que tiene la misma pretensión de significado del acontecimiento presente, y establece así una memoria que tiene su significado último en aquel acontecimiento pasado.
Si unos cristianos se vieran sorprendidos por el hecho de que uno, que acaban de conocer y que está impactado por la novedad que portan, les pregunta: «¿quiénes sois vosotros?», no podrían responder adecuadamente a la pregunta, no darían suficiente razón de la novedad que llevan consigo, si no es remitiéndose a un hecho pasado donde comenzó la historia que los ha alcanzado a ellos. Y tendrían que comenzar diciendo: hace dos mil años un profeta llamado Juan Bautista estaba bautizando cuando pasó por allí cerca un hombre llamado Jesús de Nazaret y dijo gritando: «Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Dos discípulos de Juan Bautista, Juan y Andrés siguieron a aquel hombre y permanecieron con él el resto del día. No sabemos de lo que hablaron, pero aquellos dos volvieron a casa cambiados y dijeron a sus amigos: «Hemos encontrado al Mesías. Es Jesús el de Nazaret». En realidad, estos cristianos no harían algo diferente de lo que hizo Pedro en casa de Cornelio, en respuesta a su llamada: «Vosotros sabéis lo acontecido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo predicado por Juan; cómo a Jesús de Nazaret....» (Hch 10,37ss).
El recorrido del presente al pasado sirve para clarificar que aquello que experimentas ahora como comunidad cristiana es lo mismo que experimentaron los monjes del Medievo, y los que recibieron el anuncio cristiano tras la resurrección de Jesús como nos narran los Hechos de los Apóstoles, y, antes que ellos, Juan y Andrés. Es más, la única manera de captar lo que nos cuenta el evangelio sobre el encuentro de Juan y Andrés con Jesús es justamente esta experiencia presente.
Sin una experiencia objetiva y guiada en el presente de este acontecimiento, uno permanece fuera de la experiencia documentada en los evangelios, aun cuando uno los lea. Como sólo puede entrar en sintonía con la experiencia de amor de la que ha brotado un poema, alguien que de alguna manera haya tenido una experiencia de amor verdadera.

El segundo valor de este recorrido del presente al pasado es educativo, implica toda la educación que uno debe desarrollar para darse cuenta de lo que le ha sucedido. El encuentro que ha hecho es incomprensible si no se reconoce el acontecimiento pasado que es su origen. En este trabajo de educación, la razón funciona dentro del acontecimiento vivido. O dicho con palabras del Concilio Vaticano II, la Iglesia se acerca a la Escritura en el marco de «la Tradición viva de toda la Iglesia» (DV 12). El ciego de nacimiento razona a partir de lo que le ha sucedido. Sin embargo, los judíos se ven forzados a negar la evidencia del milagro, para poder seguir razonando fuera del acontecimiento de la curación. La inmanencia al acontecimiento presente, como vemos en el ciego, lejos de suprimir la razón, la exalta, la abre a todas las dimensiones, incluidas las posibilidades desconocidas hasta entonces como el que un ciego de nacimiento viera.
Esta dilatación de la razón a todas sus dimensiones, operada por la experiencia del acontecimiento cristiano, permite igualmente rastrear las huellas que este acontecimiento ha dejado en la historia. Una razón que se mueve ya dentro del acontecimiento cristiano está en condiciones de reconocer cómo la realidad histórica está abierta al Misterio y cómo el Misterio ha dejado en ella sus huellas. No se trata en absoluto de descubrir y tanto menos de demostrar qué es el cristianismo a través de la medida de la razón, sino más bien de mostrar, en la inmanencia de la fe, la posibilidad de que la historia se haya abierto a la irrupción del Misterio. O dicho con otras palabras: que historia y Misterio no son dos términos incompatibles.
Este es el sentido de esta contribución sobre la historicidad de los evangelios y la tradición contenida en los documentos del Nuevo Testamento: reivindicar la posibilidad de la irrupción del Misterio en la historia, tarea tanto más urgente cuanto que la historicidad del cristianismo es una de las cuestiones donde un uso pretencioso y reductivo de la razón, entendida como medida de la realidad, ha creído poder liquidar el cristianismo como acontecimiento.
De la confianza eclesial a la irrupción de la sospecha
En los escritos del NT nos encontramos con una noticia inaudita: se afirma que un hombre «poderoso en obras y palabras», Jesús de Nazaret, que murió crucificado en tiempos del gobernador de Judea Poncio Pilato, es Dios. Durante siglos la Iglesia se acercaba a los evangelios y los escritos neotestamentarios a partir de la experiencia que vivía en el presente, y ésta le permitía confiar que lo que allí se afirmaba correspondía con lo que el mismo Jesús decía de sí mismo, y que los hechos narrados coincidían sustancialmente con lo sucedido (DV 19). Los evangelios no son un libro de historia, sino el vehículo de una tradición objetiva que permite alcanzar a Cristo en sus términos esenciales para que el acontecimiento en el que vivimos hoy esté radicado en el acontecimiento en el que tiene su origen. Por eso la Iglesia ha vivido siempre de la convicción de que la fe que ella confiesa en Cristo Jesús se basa en lo que éste dijo e hizo en un rincón del Imperio Romano hace ya dos mil años. Hasta tal punto esta fe está vinculada a un acontecimiento que tuvo lugar en Palestina en el siglo I de nuestra era que la Iglesia no ha tenido reparos en incluir en la síntesis de esa fe, el Credo, la mención de un personaje tan odiado por su crueldad e intransigencia como Poncio Pilato, como muestra de que la fe que ella confiesa en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo está estrechamente ligada a la historia humana.
Esta confianza en relación a los documentos cristianos se quebró en un momento dado de la historia con la irrupción de la sospecha. Con los comienzos de la investigación moderna de la Escritura, se introduce la sospecha sobre el valor histórico de los escritos del NT en general, y de los evangelios en particular. El hecho de que estos escritos hubieran sido obra de cristianos los hacía sospechosos. Según esta nueva mentalidad, surgida con la Ilustración, estos documentos nos transmiten lo que los cristianos piensan de Jesús de Nazaret, no lo que realmente fue, hizo y dijo Jesús de Nazaret. Para acceder al verdadero Jesús, al Jesús real, no desfigurado por la fe cristiana, hay que eliminar de esos documentos lo que los cristianos le atribuyeron, especialmente su divinidad.
Permitidme una anécdota que me sucedió dando clase de religión en un liceo. Después de un recorrido por la experiencia humana, iba a empezar a presentar los documentos donde se nos narran los orígenes del cristianismo. Y escribí en la pizarra la palabra «evangelios». Apenas había acabado de escribirla, un alumno levantó la mano y dijo: «Eso no vale, porque es subjetivo». En su lenguaje eso significaba que, como tales documentos habían sido escritos por cristianos, no podían servir para conocer la verdad histórica de los orígenes cristianos. Le respondí: «Entonces, en tu opinión, la posición más adecuada ante la realidad es la sospecha». «Claro», me respondió. Y se unieron a él otros compañeros. Entonces le dije: «Si la posición más adecuada ante la realidad es la sospecha, esta mañana cuando tu madre te ha puesto el café en la mesa para desayunar, le habrás dicho: 'Mamá, mientras no lo mandes analizar, no me lo tomo'». Aún recuerdo perfectamente la expresión del alumno, mientras levantaba los brazos diciendo: «Pero si llevo viviendo 16 años con mi madre». «Entonces -le dije— hay ocasiones en que la posición más razonable no es la sospecha. ¿No?». Quedó un poco embarazado. Y continué: «¿Cuál es, entonces, la diferencia entre la posición que tienes frente a los evangelios y la que tienes frente a la taza de café? Que tú te pones frente a los evangelios sin 16 años de convivencia a las espaldas; mientras que frente a la taza de café te sitúas con 16 años cargados de razones, que te dan la certeza que tu madre no te ha puesto nada malo en el café». Esta anécdota me hizo comprender que la única posición razonable frente a los documentos del Nuevo Testamento es la de la Iglesia Católica, que se acerca a ellos, como mi alumno respecto a la taza de café, con una experiencia de convivencia en el presente con el acontecimiento cristiano. [2] Quien tiene esta experiencia tras de sí, no tiene frente a los documentos una posición ingenua, sino una posición cargada de razones, acumuladas a lo largo de una convivencia en el tiempo. Una posición que descubre desde el primer momento la correspondencia y que crece con la convivencia en el tiempo.
Como mi alumno, a partir de un determinado momento, algunos estudiosos se ponen frente a los documentos del Nuevo Testamento sin que esta experiencia previa de convivencia con el acontecimiento cristiano determine su acercamiento. El caso más ilustrativo es el de G. E. Lessing. En un escrito aparecido como anónimo en 1777, titulado Sobre la demostración en espíritu y fuerza, [3] G. E. Lessing parte de una cita del Contra Celso de Orígenes, que dice así: «A favor de nuestra fe hay una demostración peculiar que compete sólo a ella y que supera con mucho las demostraciones basadas en la dialéctica griega. Esta demostración superior es denominada por el Apóstol [Pablo] demostración 'en espíritu y en fuerza': demostración 'en espíritu' en razón de las profecías que son adecuadas para suscitar en el lector la fe sobre todo allí donde tratan de Cristo, y demostración 'en fuerza' en razón de los milagros y prodigios, cuya historicidad es demostrable con muchos otros argumentos, pero particularmente debido al hecho de que huellas de ellos se conservan aún entre aquellos que viven según el Verbo divino». [4]
En este texto Orígenes sostiene que la mejor demostración de la fe cristiana es la «del espíritu y la fuerza», basada en el cumplimiento de las profecías y en los milagros que siguen sucediendo entre aquellos que viven según el Verbo divino. G. E. Lessing reconoce el valor de la argumentación usada por Orígenes. «Si hubiera vivido yo en tiempos de Cristo —dice—, no cabe duda de que las profecías que se cumplieron en su persona me hubieran llamado la atención sobre él. Si por añadidura le hubiera visto hacer milagros y no hubiera tenido ningún motivo para dudar de que eran verdaderos milagros, entonces, en un hombre preanunciado desde hacía tanto tiempo y que además hacía milagros, yo ciertamente habría tenido tal confianza como para doblegar con gusto mi inteligencia a la suya y lo creería en todo aquello a lo que no se opusieran experiencias igualmente indudables»....
«O bien, si yo viera ahora cumplirse de forma indiscutible profecías relativas a Cristo o a la religión cristiana, profecías de cuya anterioridad hubiera tenido conocimiento; o si los fieles cristianos realizaran en la actualidad milagros que tuviera que reconocer como verdaderos, entonces ciertamente nada me impediría aceptar esta 'demostración en espíritu y fuerza', como lo llama el Apóstol».
Pero de estos milagros G. H. Lessing ya no tiene una experiencia personal y como Orígenes, según G. E. Lessing, funda la fe cristiana sobre los milagros realizados por Cristo, pero «principalmente y sobre todo» sobre los milagros que continuaban sucediendo en tiempos de Orígenes, «esta prueba de las pruebas» ha perdido totalmente su valor. «Cualquier otra certeza de tipo histórico es demasiado débil para pretender el puesto de este argumento de los argumentos basado en la evidencia».

Por eso concluye: «Yo no niego en absoluto que en Cristo se cumplieran profecías; no niego en absoluto que Cristo hiciera milagros; lo que niego es que esos milagros, desde que su verdad dejó completamente de ser confirmada por milagros accesibles en la actualidad, y ya no son más que simples noticias sobre milagros (por indicutibles que dichas noticias sean), puedan obligarme o tengan autoridad para obligarme a prestar la mínima fe a otras enseñanzas de Cristo». En realidad, la posición de Lessing confirma nuestro punto de partida. Sin la experiencia de un cambio en la vida, uno no se interesa por Cristo. Los argumentos históricos son demasiado débiles para tomar una opción que implica la vida entera. «Cristo está, y por tanto es tomado en consideración, es creído, es sentido, es amado, es seguido, si cambia». [5]
No cabe duda que el acercamiento a los documentos cristianos tanto de mi alumno como de Lessing ya no está determinado por la experiencia del acontecimiento cristiano. En este nuevo clima en el que ya no se experimenta el acontecimiento cristiano como un acontecimiento que cambia la vida, la razón pierde su condición propia de apertura y se convierte en la medida de la realidad, también de la pretensión contenida en los documentos del Nuevo Testamento. Así lo formula ya Strauss, uno de los pioneros de este nuevo acercamiento a los textos del NT: «No puedo llegar a imaginarme -escribe D. F. Strauss- cómo la naturaleza divina y la humana habrían formado las partes integrantes, distintas y, sin embargo, unidas, de una persona histórica». [6] Lo que Strauss «puede imaginarse» se convierte en la medida de lo que puede suceder en la realidad. Todo lo que no cabe en la medida de su imaginación hay que desecharlo como absurdo.
¿Qué es lo que ya Strauss «no puede imaginarse»? Justamente aquello que dice el cristianismo: que Dios se haya hecho hombre, que el Misterio haya entrado en la historia. Como ha sintetizado agudamente P. Benoit, para estos estudiosos «'histórico' y 'sobrenatural' son dos términos incompatibles. Este axioma se ha convertido en el principio fundamental de la crítica bíblica moderna». [7] De esta forma todo lo que podríamos incluir bajo el término de «sobrenatural» se carga a la cuenta de la comunidad cristiana. «Aquí Bultmann es el más radical. La lectura de su obra produce un efecto desconcertante. Todo, o casi todo, el material evangélico se encuentra atribuido en ella al genio creador de la comunidad primitiva». [8] La intención de los escritores neotestamentarios no era transmitir acontecimientos históricos, sino una fe. La finalidad de sus escritos es catequético-teológica. Lo único que les interesaba era propagar la interpretación que la comunidad primitiva realizó sobre lo sucedido, es decir, una idealización o mitificación de la persona de Jesús, con el fin de igualarle a los héroes y dioses fundadores de las religiones vigentes en aquella época histórica. La tradición evangélica es, según esta concepción, el producto de la fe y la vida de la comunidad primitiva y no un testimonio fidedigno que nos permita conocer a Jesús de Nazaret.
Al parecer de estos estudiosos, esto es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta el largo lapso de tiempo que media entre la vida de Jesús y la redacción de los evangelios, escritos, además, fuera de Palestina y en una lengua extraña a la hablada por la gente. Así se puede comprender con facilidad que la comunidad cristiana haya introducido cosas que no sucedieron o haya agrandado sucesos normales. Lo que afirma uno de los fundadores de la investigación histórica sobre Jesús, H. S. Reimarus, sobre los milagros, se puede decir de todo aquello que es sobrenatural en los escritos evangélicos: «Hasta treinta o sesenta años después de la muerte de Jesús no se comenzó a escribir un relato de sus milagros: y esto se hizo en una lengua que los judíos no conocían. Y todo esto ocurría en un tiempo en que la nación judía se hallaba en un estado de la mayor postración y confusión.... en la que vivían ya muy pocos de los que habían conocido a Jesús. Nada, por tanto, más fácil para los autores de los evangelios que inventar tantos milagros como quisieron, sin miedo a que sus escritos fuesen entendidos o refutados... Otras religiones están también llenas de milagros... No hay religión sin milagros y esto es precisamente lo que hace tan sospechosos los milagros cristianos y lo que nos obliga a preguntarnos: ¿ocurrieron realmente los hechos narrados?». [9]
Por medio de esta atribución de los milagros, como de la pretensión de divinidad y la resurrección, a la persona de Jesús, la fe cristiana creó la figura de Jesús en quien la Iglesia cree. Para parte de la investigación crítica moderna, pues, lo que la Iglesia cree y anuncia es una invención, no una realidad histórica. O sea se niega al cristianismo el carácter de acontecimiento histórico, algo que la Iglesia ha afirmado y defendido con certeza a lo largo de los siglos.
La tarea que este tipo de investigación se asigna es despojar a la «historia» narrada en los documentos cristianos de todo lo sobrenatural. Para este trabajo de depuración es indispensable un nuevo método de investigación, del que ya no puede formar parte la fe. «La fe no es un elemento constitutivo del método y Dios no es un factor con el que hay que contar en el acontecimiento histórico». [10] Una vez despojada de este revestimiento «sobrenatural», aparecerá lo «histórico», el verdadero Jesús de la historia, antes de ser adulterado, embellecido, por el genio creativo de sus secuaces: un maestro que enseñó una doctrina elevada sobre Dios y el hombre, un profeta semejante a los del Antiguo Testamento.
El instrumento del que se ha servido la sospecha moderna para negar la historicidad del acontecimiento cristiano ha sido la moderna ciencia histórica naciente. La ciencia histórica no es nunca neutra; está siempre al servicio de un modo de comprender la realidad. La historia escrita a partir de la sospecha ha pensado que bastaría hacer la historia de los orígenes cristianos para poner en evidencia la falsedad del dogma. «La verdadera crítica del dogma es su historia», ha escrito D. F. Strauss. Pero, como ha señalado M. Hengel, un historiador responsable no puede contentarse con repetir esta afirmación. Su tarea debe incluir «un examen crítico de las críticas —valga la redundancia— producidas hasta el presente». [11] La razón la había señalado ya A. Schweitzer, que había constatado que aquel interés por la historia, profesado por muchos estudiosos de la época, escondía una intención bien precisa: «La investigación histórica sobre la vida de Jesús no nació de un interés puramente histórico, sino que más bien buscaba en el Jesús de la historia una ayuda en la lucha contra el dogma, por liberarse del dogma». [12]
Ante este ataque frontal a la historicidad del hecho cristiano, la investigación eclesial no se puede conformar con la afirmación impertérrita de la historicidad de los evangelios, como pudiera hacerse antes de su puesta en cuestión. Debe responder en el terreno histórico al reto lanzado por la exégesis racionalista y liberal. «Esta investigación histórica —ha dicho la Comisión Bíblica Internacional— es absolutamente necesaria con el fin de evitar dos peligros: que Jesús sea considerado simplemente un héroe mitológico o que el hecho de reconocerlo como Mesías e Hijo de Dios esté fundado exclusivamente sobre una especie de fideísmo irracional»". Es precisamente la pasión por lo que ha encontrado en el presente lo que estimula al estudioso cristiano a la investigación de sus orígenes. Así lo ha expresado recientemente Juan Pablo II:
«La Iglesia de Cristo toma en serio el realismo de la Encarnación y es, por esta razón, por la que atribuye gran importancia al estudio 'histórico-crítico' de la Biblia». [14]
Precisamente porque no hace una confesión puramente formal en la Encarnación, sino que cree realmente que ésta ha tenido lugar en la historia humana, la Iglesia está convencida de que la Encarnación ha dejado sus huellas en la historia como acontecimiento de la historia que es. Por eso no tiene ningún reparo en aceptar el reto de la investigación histórica moderna que la desafía a dar razón de sus orígenes históricos. Es más, este desafío ha puesto de relieve, como no habíamos tenido ocasión de comprobar antes de él, la solidez histórica de la tradición sobre Jesús. Ningún libro ha sido sometido a una disección tan violenta y despiadada como los evangelios y, sin embargo, han salido airosos. Por eso con el reconocimiento de la utilidad de los métodos histérico-críticos la Iglesia muestra una vez más la confianza que tiene en su posición: cree que el esfuerzo de estudio, en libertad y con todo el instrumental propio de la ciencia histórica, podrá dar razón mejor que cualquier otra posición de tales huellas. O dicho con otras palabras, que una apertura de la razón, que no excluye ninguna posibilidad, ni siquiera la de la Encarnación, explica mejor la historia que aquella que, por partir de una medida (la imposibilidad de que el Misterio haya entrado en la historia), se ve obligada a dejar sin explicar los hechos de la historia.
Antigüedad de los documentos
Hemos aludido anteriormente a la objeción planteada por H. S. Reimarus sobre los relatos de milagros. Según él, el hecho de que fueran escritos treinta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando ya habían muerto los testigos que podían confirmarlos o rechazarlos, y en una lengua desconocida para los judíos, el griego, era motivo para desconfiar de ellos. Y lo que sucedió con los milagros documenta lo que sucedió con la tradición evangélica en su conjunto.
Digámoslo por las claras: todas las afirmaciones de H. S. Reimarus son falsas. Ninguna de ellas se puede hoy mantener desde el punto de vista estrictamente histórico. En primer lugar, los cuatro evangelios están llenos de semitismos, que sólo pueden ser explicados si tras ellos existe un original arameo escrito, o una tradición oral ya perfectamente fijada. Huellas de este original semítico han quedado en el griego de todos los estratos de la tradición evangélica: Mc, la fuente de los dichos de Jesús conservada en los evangelios de Mt y Lc (Q), la materia propia de Mt y la materia propia de Lc y Jn. Muchas de las anomalías, de las afirmaciones absolutamente incomprensibles y disparatadas con que hoy nos tropezamos en el texto griego, que en ocasiones los estudiosos catalogan como «griego de traducción», de la tradición evangélica no pueden ser explicadas más que recurriendo al original semítico subyacente, a la luz del cual se hacen completamente diáfanas. El hecho de que la tradición sobre Jesús, no fuera sólo oral sino escrita en arameo, indica que tuvo lugar en fecha muy temprana. [15] Esto muestra, pues, que inicialmente la tradición sobre Jesús no se escribió en una lengua desconocida para los judíos en una fecha ya lejana de los acontecimientos, sino en una lengua perfectamente conocida por ellos y en una fecha muy cercana a los hechos que narran, y de los que muchos de ellos eran testigos. Si a esto se une que muchos de los dichos de Jesús sólo son explicables históricamente en un marco palestinense y durante el ministerio terreno de Jesús, no es extraño que uno de los mejores especialistas de la lengua de los evangelios, J. Fitzmyer, haya podido decir que «la discusión sobre Jesús y los comienzos de la cristología tarde o temprano se topa con el llamado sustrato arameo de sus dichos en el Nuevo Testamento». [16]
El griego era indispensable para poder participar en la vida social, política y económica. Por estos y otros motivos que no podemos exponer aquí, el biligüismo era una realidad en Judea, Samaria y Galilea. Hay muchos signos que confirman esta afirmación. El hecho, por ejemplo, de que la tercera parte de las inscripciones encontradas en Jerusalén estuvieran escritas en griego, muestra el gran número de sus habitantes que hablaban griego en una población de 80.000 habitantes.
«Dada esta gran proporción de grecoparlantes en la población, tenemos que asumir una cultura independiente judeohele-nística en Jerusalén y sus alrededores, que era diferente de la de Alejandría o Antioquía». [17]
Esto explica la necesidad de la creación de sinagogas para grecoparlantes, que no entendían ya el hebreo, y donde la versión griega del AT, conocida por la LXX, debió ejercer un influjo considerable. No hay ninguna obra comparable en la diáspora judía, cuya familiaridad con el griego está fuera de duda, a la que escribió un judío de Palestina llamado Flavio Josefo. Este conjunto de datos permite afirmar a M. Hengel que «la traducción de parte de la tradición de Jesús al griego y el desarrollo de una terminología teológica peculiar deben haber comenzado muy temprano, posiblemente como consecuencia inmediata de la actividad de Jesús, que atrajo a judíos de la Diáspora, en Jerusalén, y no —como se suele decir— décadas después fuera de Palestina en Antioquía u otros lugares». [18] Es decir, hasta la traducción de la tradición sobre Jesús al griego hay que situarla en fecha muy temprana. Y no fuera de Palestina, donde habría sido embellecida en contacto con las religiones mistéricas, sino en Palestina, en la comunidad cristiana de habla griega de Jerusalén.
A esto hay que añadir que el conocimiento que los autores de los evangelios suponen de la situación de Palestina, su geografía, costumbres, formas de construcción, tipo de terreno para el cultivo, historia, etc. muestra que sólo pueden haber sido escritos por gente muy familiarizados con ella y dirigida a destinatarios que no necesitan que se les explique. Basta pensar en la cantidad de datos geográficos, históricos, literarios y de costumbres que suponen las parábolas para convencerse de ello.
Hay además detalles en el texto evangélico que no son explicables más que si el texto estaba escrito antes de la destrucción de Jerusalén. Veamos un ejemplo del evangelio de san Juan, que aunque su redacción final haya que situarla más tarde contiene elementos que sólo son explicables antes de la destrucción de Jerusalén. En el relato de la curación del enfermo que esperaba la agitación de las aguas para ser curado en la piscina contenido en el evangelio de san Juan se dice: «Hay (έστιν) en Jerusalén, junto a la puerta Probática, una piscina llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos» (Jn 5,2). El presente de indicativo en que está dada la noticia de la existencia de la piscina (έστιν), mientras que el relato está todo él en aoristo (en pasado) como refiriéndose a un hecho pasado, muestra que en el tiempo en que este relato se compuso todavía existía tal piscina. Esto sólo podía afirmarse antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70.
Pero en algunos casos podemos decir más todavía. Tras una comparación de las cuatro versiones en que se nos ha conservado la institución de la eucaristía, J. Jeremias afirma que este relato existía ya dentro de los diez primeros años después de la muerte de Jesús. No a los diez, sino dentro de los diez años después de la muerte de Jesús. O sea que pudo ser a los dos o a los cuatro años después de su muerte. Y añade J. Jeremías que esta pieza, compuesta originalmente en una lengua semítica (hebreo o arameo), no es una pieza tomada de un ritual, sino de un relato más amplio, es decir, de un evangelio. [19] A nuestro juicio, algo muy semejante podemos decir del evangelio de Me y la fuente de dichos de Jesús conservada en los evangelios de Mt y Lc. Esto hace que resulte perfectamente comprensible que el papiro 7Q5 encontrado en Qumrán, y del que hasta ahora no se ha ofrecido ninguna otra explicación que invalide la hipótesis del P. O'Callaghan, pueda contener un texto del evangelio de Marcos, del cual ya circulaban copias en la década de los 40. [20]
Hemos puesto sólo algunos ejemplos de los muchos que se podían citar. Esto muestra que el supuesto lapso de tiempo entre el acontecimiento original y los documentos que nos lo narran es mucho más corto que lo que cierta historia nos ha querido hacer creer. Hoy podemos afirmar que la antigüedad de los documentos es absolutamente indiscutible, lo que no excluye retoques redaccionales posteriores de escasa importancia.
Hasta aquí sólo hemos mostrado la antigüedad de los documentos que contienen la tradición evangélica, el marco palestinense de su origen y la lengua en la que fueron originalmente escritos. Sólo estos hechos constituyen ya una objeción difícilmente superable para quienes atribuyen a los primeros cristianos una mitificación de la persona de Jesús. El lapso de tiempo entre los acontecimientos y los documentos es tan corto que difícilmente permite una maniobra de esta envergadura.
Creer todavía en ella desde el punto de vista histórico exige más fe que la que se requiere para aceptar la versión de los hechos que el cristianismo ha transmitido.

Los orígenes del hecho cristiano
Es un hecho innegable que los cristianos de la primera generación creían en la divinidad de Jesús. Como ha puesto de manifiesto M. Hengel, «el tiempo entre la muerte de Jesús y la cristología completamente desarrollada que encontramos en los documentos cristianos más primitivos (las cartas paulinas) es tan corto que el desarrollo que tuvo lugar en él sólo puede ser considerado como asombroso». [21] Pero un examen más minucioso permite acortar aún este espacio de tiempo. Entre la primera carta de Pablo, 1 Tes, escrita a principios del año 50 d. C. al comienzo de su actividad misionera en Corinto, y la última, la carta a los Romanos, escrita presumiblemente en el invierno del 56/57 d. C., de nuevo desde Corinto, no se puede detectar ninguna evolución en lo que Pablo piensa de Cristo.
El hecho de que en sus cartas Pablo utilice títulos, fórmulas y concepciones cristológicas conocidas por las comunidades a las que las dirige, como lo pone de manifiesto el hecho de que no necesite explicárselas, muestra que ya eran conocidas por los destinatarios por la actividad misionera llevada a cabo anteriormente por el apóstol en esas comunidades. Esto implica que todas las características esenciales de la cristología de Pablo estaban ya totalmente desarrolladas hacia fines de la década de los cuarenta, antes del comienzo de los grandes viajes misioneros. Esto significa que disponemos únicamente de un espacio de tiempo de veinte años para el desarrollo de la cristología primitiva. Pero este lapso de tiempo se reduce, si sobre la base de Ga 1-2, retrocedemos 14 o 16 años, hasta la conversión de Pablo. En Ga 1,18, Pablo dice que subió a Jerusalén tres años después de su conversión para estar con Cefas, y en Ga 2,1 dice que catorce años después volvió a subir a Jerusalén. Teniendo en cuenta la fecha de composición de Ga, estos datos cronológicos permiten situar la conversión de Pablo entre el 32 y el 34 d. C., con lo que «ahora sólo nos separan dos o cuatro años de la muerte y resurrección de Jesús, los acontecimientos que hicieron nacer la comunidad cristiana». [22]
No es extraño que ante unos datos tan apabullantes como estos, M. Hengel haya afirmado: «Si hojeamos algunas obras sobre la historia del más primitivo cristianismo, podríamos sacar la impresión de que en ellas se había declarado la guerra a la cronología». [23] Estamos en las antípodas de la afirmación de Strauss. Para él, bastaba contar la historia para poner en evidencia la falsedad del dogma. Ahora, nosotros podemos afirmar justamente lo contrario: la mejor defensa del dogma, es decir de lo que la Iglesia ha confesado siempre de Cristo, es contar su historia.
¿Cómo explicar el origen de la fe que tan poco tiempo después de la muerte de Jesús confiesan las comunidades cristianas en Palestina? A quien se niega a reconocer que el nacimiento de esta fe está estrechamente ligada a la persona de Jesús de Nazaret, sólo le queda una opción: atribuirla a la influencia de uno de los dos mundos culturales en que esta fe nació, el judío o el pagano. El historiador no debe cerrarse a priori a ninguna posibilidad que pueda explicar determinados hechos de la historia. Por eso, es necesario examinar ambas posibilidades y comprobar si son capaces de dar razón adecuada de la totalidad de estos hechos.
La primera hipótesis, que la idea de proclamar Dios a Jesús fuera debida al influjo del judaismo, se viene abajo muy pronto. Es difícil imaginar que unos judíos, que por su fe eran radicalmente monoteístas, pudieran crear la idea de que un hombre, y además condenado por el Sanhedrín y muerto en una cruz, fuera Dios. Era lo último que hubiera podido pensar un judío. Ninguna religión ha establecido una diferencia tan neta y radical entre Dios y cualquier criatura. Este abismo insalvable entre Dios y todo lo creado ni siquiera fue aminorado en el personaje más estimado de la tradición judía, Moisés, a quien ningún judío se hubiera atrevido a considerarlo de la esfera divina.
Aún más insostenible si cabe es la segunda posibilidad, a la que se ha recurrido machaconamente desde que la puso en circulación la Escuela de la Historia de las Religiones (R. Reitzenstein, W. Heitmüller, W. Bousset): el origen de la fe en la divinidad de Cristo es debida al influjo pagano. Esta hipótesis explicaría la supuesta «divinización» de Jesús como una adaptación cristiana de la divinización de los emperadores romanos. Basta recordar las descripciones dramáticas del horror que todo judío piadoso sentía frente a las prácticas religiosas paganas para que resulte inconcebible imaginar que el grupo de judíos que se presenta en Jerusalén confesando la divinidad de Jesús pudiera sucumbir a semejante aberración. Que algo tan hiriente para su fe monoteísta como la divinización de un hombre pudiera ser aceptado por un judío está más allá de cualquier verosimilitud. Ahí está para confirmarlo la reacción del pueblo judío ante la pretensión de Antíoco IV Epífanes de instaurar el culto a Zeus en el templo de Jerusalén, que desató la rebelión macabea y que fue catalogado por el autor del libro de los Macabeos como la «abominación de la desolación» (1 Mac 1,54). O la reacción cíe un judío tan helenizado como Filón ante la propuesta de erigir estatuas de Calígula en las sinagogas de Alejandría: «Era —dice Filón- el negocio más abominable». [24] A este sincretismo cualquier judío, incluso helenista, no podía más que oponerse con todas sus fuerzas, por considerarlo «abominable». Por eso resulta inimaginable que algo que era considerado abominable por un judío pudiera ser aceptado sin más por el grupo de judíos de Palestina que formaron la comunidad cristiana. Lo que acabamos de decir vale igualmente para quienes atribuyen a Pablo, o la comunidad helenística de origen gentil, la divinización de Jesús. Esta opinión, hoy ampliamente difundida, de que la cristología es el resultado de un proceso de evolución por etapas, resulta igualmente inconsistente. Es difícil concebir que unos judíos como Santiago, Cefas y Juan, las columnas de la iglesia de Jerusalén, hubieran dado la mano a Pablo en señal de comunión —como dice él mismo en la carta a los Calatas-, si el evangelio que Pablo predica fuera el resultado de un sincretismo. Si cuestiones como la de los alimentos o de la circuncisión provocaron reacciones como la que el mismo Pablo nos cuenta en la carta a los Calatas, ¿que habría sucedido si Pablo se hubiera hecho portador de un sincretismo abominable? El cristianismo no se puede explicar como el resultado de la evolución de ninguna realidad cultural y religiosa de su entorno.
¿Cómo explicar entonces que unos judíos monoteístas confiesen a un ajusticiado por el gobernador de Judea Poncio Pilato, tras la condena del Sanhedrín, como Hijo de Dios? A esta pregunta no puede contestar satisfactoriamente la exégesis racionalista. La razón es que se niegan a reconocer cualquier continuidad entre la vida y la obra del Jesús terreno y la predicación de la primitiva comunidad cristiana. Pero, como afirma M. Hengel, «este abismo sin puente entre el Jesús terreno y la cristología (afirmada por la comunidad) sólo se impone a los que desean y quieren aceptar el dogma moderno de un Jesús completamente no mesiánico, esto es, sin pretensiones mesiánicas». [25] La investigación moderna que empezó su andadura para liberarse del dogma de la Iglesia, ha acabado sucumbiendo a un dogmatismo sin ningún tipo de apoyo en la realidad.
Por todo lo dicho, el único modo de explicar el hecho histórico de que unos judíos monoteístas confiesen a un hombre, Jesús de Nazaret, como Hijo de Dios sólo podemos encontrarla en la persona y la actividad de Jesús. Como ha escrito recientemente P. Stuhlmacher, «a Jesús no le fueron atribuidas simplemente por los apóstoles, después de la Pascua, propiedades y comportamientos que él no poseía (ni pretendía poseer) sobre la tierra, sino que en la profesión de fe postpascual de la comunidad cristiana se confirma y se reconoce lo que él quería ser históricamente y que fue y continúa siendo para la fe: el Hijo de Dios y Mesías. La historia operada por Dios en y con Jesús, el Cristo de Dios, es anterior a la fe cristiana. Ella guía y determina la fe y no es, al contrario, creada por ella». [26] Los cristianos lo pudieron afirmar porque ya Jesús, durante su vida terrena lo había afirmado de sí mismo y confirmado con sus milagros y su resurrección. Es cierto que Jesús nunca dijo de sí mismo que era Dios, pero realizó acciones y pronunció palabras que le sitúan en la esfera de la divinidad. Véannoslo en algunos episodios de su vida.
a. Las controversias
En el relato de la curación del paralítico que nos narra el evangelio de Marcos (2,1-12), Jesús dice al paralítico: «Hijo, perdonados son tus pecados». Lo que significaban estas palabras en oídos judíos se pone de manifiesto en la reacción de los escribas, que piensan en su interior: «Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». La reacción de los escribas es lógica. Si sólo Dios puede perdonar pecados, un hombre, que concede al paralítico el perdón de los pecados, blasfema, se hace igual a Dios. Sólo hay una posibilidad de que semejante actitud no entrañe una blasfemia: que el hombre que habla sea verdaderamente Dios. El evangelio más arcaico de todos, el de Marcos, presenta, pues, a Jesús, en un relato cuyo original griego posee un fuerte colorido arameo y cuyo contenido es claramente palestinense, proclamando con una acción el perdón de los pecados. Esta no es una excepción.
Difícilmente es posible encontrar un hecho más irrefutable desde el punto de vista histórico que la comunidad de mesa de Jesús con los publícanos. Los adversarios de Jesús murmuran escandalizados: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). Acoger, como compartir la mesa, es en realidad un sinónimo de perdonar. El episodio del paralítico perdonado no es más que un caso concreto de la concesión del perdón, confirmado además por el milagro de la curación. El hecho de que fuera considerado por los judíos como blasfemia muestra a las claras que Jesús se atribuye un poder exclusivo de Dios.
En la controversia provocada por una acción prohibida en sábado llevada a cabo por los discípulos, arrancar espigas, Jesús justifica la acción de los discípulos ante los escandalizados fariseos, diciendo: «Aquí hay alguien más que el templo... El Hijo del hombre es señor del sábado» (Mt 12,1-8). El templo era la morada de Dios y el sábado era el día santo consagrado a Dios. Al decir Jesús que él es más importante que el templo y que el sábado se está atribuyendo una categoría divina, un poder igual a Dios, único que para un judío estaba por encima del sábado y el templo. «Este modo de hablar es una manera de decir que con Jesús se ha hecho presente Dios en medio de los hombres de un modo singularísimo, incluso escandaloso desde el punto de vista de la ortodoxia judía. Con un lenguaje perfectamente ambientado en el mundo judío, sus instituciones —el templo, el sábado, las leyes que regulaban la observancia del sábado—, Jesús dice en este relato de forma velada, pero suficientemente clara para que lo entiendan sus oyentes judíos que él posee una autoridad divina». [27] Esta pretensión resulta tan escandalosa a los oídos judíos que al final de la última controversia comenta san Marcos: «Y saliendo los fariseos, celebrando consejo con los herodianos, tomaron la resolución de acabar con él» (Mc 3,6). Además de por el sustrato semítico que contiene, la historicidad de este relato está confirmada por el colorido palestinense de la narración, pues argumentos como el del templo o el del sábado no pueden haber sido inventados por cristianos de origen pagano; suponen un mundo de ideas totalmente judío. Pero, es inconcebible que, si Jesús no hubiese pronunciado estas palabras, los judíos que creyeron en él se hubiesen atrevido a decir que Jesús era más que el templo y más que el sábado. «La Iglesia, por tanto, proclamó desde fecha tempranísima su fe en la divinidad de Jesús porque él mismo se presentó 'igual a Dios', como dice san Juan». [28]
b. Los milagros
H. S. Reimarus sostenía que los primeros cristianos inventaron milagros para atribuírselos a Jesús, porque no hay religión sin milagros. Y es esto lo que, según él, los hace tan sospechosos. Según esta mentalidad, los relatos de milagros se atribuyeron a Jesús para engrandecer su figura. Pero esto es falso. Lo prueba, en primer lugar, el testimonio que sobre ellos nos han conservado las fuentes judías: el historiador judío Flavio Josefo (Ant Jud. 18,3,3) y el Talmud de Babilonia (b Sanhedrín 43a). El más interesante es este segundo por provenir del judaísmo que rechazó a Jesús. En él se da por supuesto que Jesús fue condenado justamente por el tribunal judío porque «ha practicado la hechicería y ha descarriado a Israel». La acusación de hechicería supone las curaciones milagrosas de Jesús. En realidad, esta interpretación de los milagros estaba ya recogida en los evangelios. En efecto, en un dicho de Jesús, que constituye el argumento más fuerte a favor de la historicidad de los milagros, leemos: «Si yo expulso los demonios por el poder de Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 12,27-28). Es evidente que la acusación de estar poseído del demonio no puede haber sido creada por la comunidad cristiana. Ningún cristiano habría acusado a Jesús de endemoniado. Jesús en estas palabras recoge la acusación de sus adversarios, que se vieron en la necesidad de explicar de otra forma una realidad que tenían delante: sus milagros. Que sea por el poder de Beelzebul o por el poder de Dios, en cualquier caso echa demonios. Es, por tanto, un hecho indiscutible desde el punto de vista histórico que Jesús hizo milagros. Pero hay que notar que el hecho de hacer milagros, por sí sólo, no sitúa a Jesús en la esfera de la divinidad. Milagros se atribuyen también en el AT a otros personajes, sin que por ello sean considerados Dios. Pero los milagros de Jesús no son acciones hechas en provecho propio, están al servicio de otra cosa: el reino de Dios. Son signos que anuncian, confirman y hacen presente en su persona el Reino de Dios. «Si echo los demonios por el Espíritu de Dios es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros». Por eso sus acciones son signos del misterio de su persona. [29]
c. El juicio ante el Sanhedrín
Esta pretensión de divinidad que recorre el evangelio y de la que sólo hemos señalado algunos ejemplos, explica un hecho de su vida, al que se ha querido privar de valor histórico: el juicio y la condena de Jesús por el tribunal judío, el Sanhedrín. Sin embargo, la historicidad de este hecho es incontestable. [30] No sólo dejarían sin explicación los relatos evangélicos del juicio ante el Sanhedrín, sino afirmaciones que san Pablo hace en sus cartas, que suponen la condena del Sanhedrín, y el testimonio de las fuentes judías. ¿Por qué, entonces, este empeño en negar su historicidad? La razón de la negación de su historicidad es obvia: atribuyéndole sólo a Pilato la condena de Jesús, se evita tener que explicar el motivo de su condena por la más alta autoridad religiosa judía.
No basta cualquier motivo para justificar una condena a muerte. Motivos como su pretensión mesiánica o su carácter revolucionario son absolutamente insuficientes para justificarla. En la historia del pueblo judío hubo quienes pretendieron ser el mesías (los Hechos de los Apóstoles mencionan a dos: Judas el Galileo y Teudas). Sobre ninguno de ellos recayó una condena semejante a la de Jesús por parte del Sanhedrín.
Uno de ellos, Bar Kochba, considerado mesías por el rabino más importante de su tiempo, Rabí Akiba, es considerado un héroe en el judaísmo por su intento de sacudirse el yugo de la opresión romana. Sin embargo, la condena de Jesús por parte del Sanhedrín es perfectamente lógica, desde el punto de vista del judaísmo ortodoxo, si el motivo de su condena es el que atestiguan los escritos neotestamentarios: la acusación de blasfemia (cfr. Mc 15,10; Jn 19,7; Ga 5,11; 1 Cor 1,23). Hemos visto que Jesús dijo e hizo cosas durante su vida terrena que fueron consideradas como blasfemia por parte de sus adversarios por la pretensión que implicaban de ser Dios. Ante semejante pretensión, el Sanhedrín sólo tenía una alternativa: aceptarla o rechazarla como blasfemia (cfr. Me 14,64; Ga 3,13, etc). Todos sabemos de qué lado se inclinó la balanza. Pero no hay que olvidar que el Sanhedrín es el tribunal definitivo de Dios, su rechazo es el rechazo de Dios. Ser condenado por el tribunal judío como blasfemo significaba para cualquier judío piadoso que Jesús era considerado un impío, un hereje. No es extraño el desconcierto que este hecho produjo en sus seguidores, como atestiguan los evangelios y las cartas de san Pablo, que llega a hablar incluso de escándalo, es decir, de una verdadera dificultad para creer (1 Cor 1,23). [31]

d. La respuesta de Dios a la condena del Sanhedrín: la resurrección
Pronunciada la sentencia de muerte por el Sanhedrín y ejecutada por el único que tenía poder para hacerlo, el gobernador Poncio Pilato, parecía que Dios había dicho su última palabra sobre la pretensión de Jesús de ser Dios. Sin embargo, a Dios le quedaba aún una palabra que decir sobre Jesús. La dijo de la forma más inesperada de todas: su resurrección. «El Jesús resucitado por Dios no pudo ser declarado culpable de 'impiedad en el tribunal de Dios; es decir, el Mesías 'justamente' condenado por los guardianes de la Ley y de los intereses de Dios era el verdadero Mesías. Resucitándolo de entre los muertos, Dios se había pronunciado de forma rotunda contra una sentencia que se presentaba pronunciada en su nombre». [32] De esta forma Dios confirma la pretensión de Jesús. Ahí reside su importancia única en la historia cristiana. Únicamente de esta forma pudieron superar los primeros cristianos el escándalo de la cruz.
Se podría objetar, como se ha hecho, que el misterio de la resurrección sólo se revela al creyente, el historiador no puede penetrar en él y, por tanto no puede servir de confirmación a una pretensión de tipo histórico. Es cierto que la resurrección de Jesús es un acontecimiento que cae dentro del misterio de Dios. De hecho, ninguno de los evangelios describe cómo fue el hecho de la resurrección. Pero este acontecimiento dejó huellas en la historia. Unos personajes de la historia, los apóstoles, testimonian poco tiempo después de su muerte haberle visto vivo. Por eso de algún modo el historiador puede decir algo sobre él, si un minucioso examen de los testimonios lleva a la conclusión que sin el hecho de la resurrección quedarían muchas cosas sin explicar.
Lo primero que quedaría sin explicar es la existencia de la Iglesia. «Por eso se ha dicho con razón que el principal testimonio en favor de la resurrección es la Iglesia misma. Los escritos del Nuevo Testamento nos hacen ver que la Iglesia naciente es un edificio sostenido por la resurrección de Jesús como un imprescindible cimiento. Si no hubiese habido hombres que podían decir: 'hemos visto al Señor', y cuyas vidas quedaron transformadas por este hecho, no hubiese habido lo que llamamos cristianismo ni Iglesia». [33] Esto vale igualmente para su expansión. Ciertamente la expansión del cristianismo es inexplicable por factores sociológicos, como ocurrió con la expansión del Islam. El cristianismo no se impuso por la fuerza de las armas y el poder. Su rápida difusión no se debe a ningún factor exterior a él (no coincide con la expansión de una determinada clase social, o de una etnia particular, no se explica por un movimiento migratorio, militar o económico, etc.). Los Hechos de los Apóstoles no sólo recogen a grandes rasgos esta expansión, sino que dan el motivo: el hecho inaudito de la resurrección de Jesús, la fuerza de su presencia en medio de su Iglesia (Hch 25,19).
El segundo hecho que carecería de explicación es el cambio del día de fiesta semanal del sábado al domingo. No se ve qué otra razón pudo llevar a un grupo de judíos, para quienes el día santo era el sábado, a celebrar como santo el primer día de la semana, es decir el domingo, máxime teniendo en cuenta la estima en que un judío tenía el sábado, como atestiguan las fuentes judías. Sin embargo, este hecho es perfectamente comprensible si el cambio es debido a que en ese día tuvo lugar la resurrección.
Los escritos evangélicos atestiguan que unas mujeres encontraron el sepulcro vacío. No cabe duda que las autoridades judías que se opusieron a la predicación de la resurrección de Jesús habrían tenido un medio muy simple de desbaratar como una patraña el anuncio realizado por los apóstoles de la resurrección, si hubieran podido mostrar que el cuerpo de Jesús permanecía en el sepulcro. Pero no fue así, el sepulcro estaba vacío. [34] Algunos críticos modernos han considerado este relato una invención, creado —según ellos— por la comunidad primitiva para tener una prueba palpable de la resurrección. Sin embargo, esta interpretación no se sostiene. En primer lugar, porque se ofrecería como prueba de la resurrección un hecho que de suyo no era prueba suficiente: el sepulcro podía estar vacío por otro motivo (robo, traslado, etc). En segundo lugar, porque cualquiera que hubiera inventado el relato no habría puesto como testigos de su hallazgo a las mujeres, pues en aquel tiempo las mujeres no eran admitidas como testigos. No cabe duda que si el relato hubiera sido un invento los testigos habrían sido hombres. Si, desafiando la mentalidad dominante, se afirma que fueron las mujeres las que lo encontraron vacío, es porque realmente fue así.
Pero el relato del sepulcro vacío no implica la resurrección. Podía estar vacío por otros motivos. La explicación de por qué estaba vacío sólo lo sabemos por las apariciones. Los documentos más antiguos atestiguan la existencia de apariciones de Jesús resucitado a los discípulos. Pero también aquí la crítica racionalista ha ofrecido una interpretación de las apariciones que contradice la interpretación de la Iglesia. En efecto, mientras la Iglesia sostiene que las apariciones son verdaderas visiones de Cristo resucitado, visiones provocadas desde fuera, la crítica racionalista las considera simples proyecciones del subconsciente de los discípulos, que se resistían a creer que todo hubiera acabado en el fracaso de la cruz. Contra esta interpretación militan varios datos que nos conservan los documentos del NT. En primer lugar, la duración de las apariciones. Si estos documentos afirmaran este fenómeno subjetivo, alucinatorio, de una aparición a una persona o a un grupo de personas, podría tener algún viso de verosimilitud. Pero nuestras fuentes hablan de una serie de apariciones a lo largo de un amplio lapso de tiempo; y una alucinación o una serie de alucinaciones en cadena resulta ciertamente increíble. Más inconcebible resulta esta interpretación si tenemos en cuenta la diversidad de las personas que son mencionadas en nuestras fuentes como testigos del Resucitado. La hipótesis de que el origen de las apariciones fue la resistencia a que todo hubiera acabado con el fracaso de la cruz, podría resultar válida para Pedro o alguno de los Doce. Pero ciertamente no valdría para Santiago, el hermano del Señor, que no pertenece al grupo de los discípulos de Jesús, sino al de los familiares que fueron a buscar a Jesús porque estaba fuera de sí (Mc 3,21). Y, desde luego, menos aún para Pablo. Cuando fue sorprendido por Jesús resucitado se dirigía a Damasco para apresar a sus seguidores (Hch 9,2). En él no existía predisposición alguna para ningún tipo de alucinación. La persecución que estaba llevando a cabo muestra que el fracaso de Jesús no le había producido ninguna decepción, que le hubiera hecho anhelar que Jesús continuara vivo.
Por otra parte, cualquier proyección subjetiva o fenómeno alucinatorio requiere que se den determinadas condiciones en el sujeto que dice tenerlas. El que no cree en el diablo ni nada semejante no creerá haber visto al diablo. Pero tales predisposiciones no se cumplen en aquellos que confiesan haber visto al Resucitado. Todos son judíos, y como tales creían que la resurrección sólo tendría lugar al final de los tiempos. Recordemos el caso de la hermana de Lázaro que, cuando Jesús le anuncia que su hermano resucitará, responde: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día» (Jn 11,24). Ni siquiera se le podía pasar por la cabeza una resurrección en medio del tiempo. Que un grupo de judíos, que creen que la resurrección sólo tendrá lugar cuando llegue el fin del mundo y que afectaría a todos los hombres, confiesen que Jesús ha resucitado mientras el mundo sigue su curso, sólo es explicable por un hecho: las apariciones de Jesús resucitado.
Este conjunto de hechos históricos, que sólo hemos podido enumerar someramente (existencia y expansión de la Iglesia, cambio del sábado al domingo, sepulcro vacío, las mujeres testigos, apariciones a lo largo de un largo período de tiempo a personas distintas, algunas de las cuales no tenían ningún tipo de predisposición a proyecciones subjetivas), necesita una explicación suficiente que dé razón de todos ellos. Sólo la resurrección de Jesús es capaz de proporcionar una explicación válida para todos ellos. Por ello, «en buena crítica histórica, el único modo de explicar el mensaje de la Iglesia primitiva sobre la resurrección es hacerlo brotar de una experiencia real, no meramente subjetiva, de Jesús resucitado por parte de los primeros testigos, experiencia que tenemos descrita en los relatos de las apariciones. Con esto no decimos que la investigación histórica nos introduce en el misterio de la resurrección de Jesús; eso sólo puede hacerlo la fe. Pero lo que sí puede hacer es mostrar cómo creer en todo el misterio que representa esta obra de Dios es un rationabile obsequium fidei. [35]
Conclusión
Nosotros creemos en Jesucristo, como el ciego de nacimiento, por el encuentro que hemos hecho en el presente. Este encuentro sólo tiene una explicación exhaustiva en un acontecimiento que es el origen de la experiencia presente. El amor al encuentro hecho despierta en nosotros el deseo de conocer la historia que nos ha alcanzado. La razón abierta por esta experiencia se vuelve a las huellas que el acontecimiento ha dejado en la historia, para poder comprender en todas sus dimensiones el encuentro que ha tenido lugar. Sólo una razón inmersa en este acontecimiento está en condiciones de explicar tales huellas como manifestación de la presencia del Misterio en la historia. Frente a una razón que ya no vive dentro de esa experiencia, y que, por lo tanto, reduce todo a la medida de lo que conoce, poniéndose en una postura de sospecha, el acontecimiento presente permite a la razón actuar según su naturaleza más genuina, poniendo problemas y preguntas. Nuestra fe no sólo no es un obstáculo a la investigación histórica sino su más grande impulsora, abriéndola una y otra vez a la totalidad de la realidad según su propia naturaleza.
Podemos, por lo tanto, decir que la investigación creyente sobre la historicidad de los evangelios es un caso de razón aplicada. En efecto, tiene en cuenta todos los factores de la realidad con una globalidad que la razón autosuficiente es incapaz de ofrecer. El brevísimo recorrido que hemos hecho así nos lo muestra. La hipótesis que toma en consideración la divinidad de Jesús es más capaz de dar cuenta de la naturaleza de los textos y de los hechos a los que ellos se refieren, que la hipótesis procedente de la mentalidad racionalista. Así nos lo ha mostrado la investigación reciente sobre la verdadera antigüedad de los documentos y sobre la historicidad de los hechos que en ellos se documentan, especialmente la resurrección (cfr. DV 19).
Los datos expuestos no constituyen pruebas apodícticas, tratándose como se trata, de la racionalidad inherente a la exégesis y a la ciencia histórica. Pero, no cabe duda que su cantidad, su diversidad y su peso son tan formidables que podemos decir con palabras de uno de los mayores exponentes de la investigación exegética moderna, P. Benoit:
«Sólo una personalidad extraordinaria, humanamente genial y propiamente divina puede explicar el hecho del Evangelio, y es la persona de Nuestro Señor Jesucristo». [36]

* Julián Carrón Pérez (1950) es Doctor en Teología y sacerdote de la diócesis de Madrid; alumno titular de l´École Biblique de Jerusalén y profesor de Sagrada Escritura en el Centro de Estudios Teológicos “San Dámaso” de Madrid; director de la edición española de la Revista Católica Internacional Communio