domingo, 27 de junio de 2010

UNIDAD 3: LA BIBLIA

UNIDAD 3: LA BIBLIA

1. ¿Qué significa la palabra Biblia?
Biblia es una palabra griega que significa libros. Proviene de una ciudad llamada Biblios, donde se fabricaba el papiro para hacer libros. Hoy día, Biblia significa el Libro Santo escrito por hombres, bajo la inspiración y dirección de Dios. No es un solo libro, sino una colección de Libros Sagrados, que narran la historia de la Salvación, es decir, todo el esfuerzo de Dios para salvarnos, para atraernos a Él y formar con Él una comunión de vida y de amor.
A la Biblia se le llama también Sagrada Escritura, La Escritura, Palabra de Dios, Libro de la Revelación:
Se le llama Sagrada Escritura porque trata de asuntos sagrados y religiosos.
Palabra de Dios, ya que es el mismo Dios el que se comunica con nosotros a través de la Biblia. Libro de la Revelación, ya que Dios se nos revela, es decir, corre el velo cuando la leemos; y porque los que la escribieron lo hicieron por medio de la revelación de Dios. No se la inventaron ellos.

2. ¿Cómo se divide la Sagrada Biblia?

La Sagrada Biblia se divide en dos grandes partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. La palabra testamento significa pacto o alianza, que Dios hizo con los hombres.
El Antiguo Testamento comprende lo sucedido desde la creación del mundo, hasta que llegó el tiempo de la venida del Hijo de Dios, y contiene los pactos o testamentos que hizo Dios con los primeros padres, con los patriarcas (Noé, Abraham, Moisés), con los profetas y con el pueblo de Dios. Narra también los éxitos que obtuvieron quienes cumplieron estos pactos o testamentos, y los fracasos que sufrieron quienes no los cumplieron. Por eso, la Biblia nos enseña a hacer el bien y a evitar el mal. A hacer el bien, que gusta a Dios; y a evitar el mal que le hiere y le pone triste.

El Nuevo Testamento contiene lo que sucedió desde el nacimiento del Hijo de Dios en Belén, sus enseñanzas, su vida, su Pasión, su Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos. Y, además, la historia de los apóstoles, las cartas de algunos de ellos, y el libro de Apocalipsis. El primer pacto que hizo Dios fue con Moisés. El segundo pacto o Nueva Alianza lo hizo a través de Jesucristo, su Hijo. El antiguo Pueblo de Israel viene ahora sustituido con un nuevo Pueblo: La Iglesia, por Él fundada.
Estos dos Testamentos no son independientes uno del otro, sino que el antiguo es preparación para el nuevo y ambos están estrechamente unidos. Ambas Alianzas constituyen la historia de la salvación, en la cual Dios interviene con sus palabras y con sus obras en la vida de los hombres para llevar a cabo su plan.
Todos nosotros junto con Dios somos los protagonistas de esta historia sagrada; todos con Dios estamos dentro de ella porque todos los hombres vamos en peregrinación hacia el Padre.
Siguiendo la historia del Pueblo escogido, nosotros llegamos a descubrir nuestra propia historia. Igual que el Pueblo de Israel, Dios nos ofrece su amor y nos hace comprender cómo podemos responderle, no obstante nuestras rebeldías y pecados.

3. ¿Cuántos libros contiene la Sagrada Escritura?
Contiene 73 libros, realizados por diferentes escritores y en distinto tiempo, aunque todos inspirados por Dios a través del Espíritu Santo De estos 73 libros, 46 son del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

4. ¿Qué temas tratan los libros del A.T.?
Génesis: creación del mundo y del hombre. La respuesta del hombre: el pecado y las consecuencias del pecado. La reacción de Dios: patriarcas.
Éxodo: narra la esclavitud de los israelitas en Egipto, como consecuencia del pecado; Dios manda a Moisés para liberar a su pueblo a fin de que sea libre y lo adore en el monte santo. Dios demuestra su poder ante el faraón, modelo y paradigma de la soberbia. Dios hace un pacto con el hombre y le da sus mandamientos como único camino de la verdadera libertad y felicidad.
Levítico, Número y Deuteronomio: leyes que Dios dio a los israelitas. Despedida y muerte de Moisés.
Josué: historia de cómo los israelitas, con la ayuda especialísima de Dios, se apoderaron de la Tierra Prometida.
Jueces: narración de los hechos famosos de los primeros jefes que tuvieron los israelitas, durante 300 años.
Ruth: bella historia de los antepasados de David.
Samuel: historia de Samuel, y de los primeros reyes: Saúl y David.
Reyes: Salomón y demás reyes.
Crónicas o Paralipómenos: otra historia de los reyes de Israel.
Esdras y Nehemías: narración de los hechos que sucedieron cuando Israel volvió del destierro.
Tobías, Ester y Judit: bellísimas historias de estos personajes, que son ejemplo para nosotros.
Macabeos: sucesos heroicos que por intervención especial de Dios lograron los cinco hermanos Macabeos para libertar a Israel.
Job: historia del hombre más atormentado y más paciente de la antigüedad.
Salmos: 150 himnos en forma de oración, para todas las ocasiones y circunstancias de nuestra vida.
Proverbios: más de tres mil refranes de profunda sabiduría, compuestos por Salomón y otros sabios.
Eclesiastés o Qohélet, Cantar de los Cantares, Sabiduría: tres libros que los antiguos atribuyeron a Salomón. En ellos se esconden las grandes verdades eternas.
Eclesiástico o Sirácida: más de mil consejos prácticos para tener éxito en la vida.
Los Profetas: escritos que anuncian los premios que Dios dará a los buenos y los castigos que se autoinfligen quienes desobedezcan a Dios.

5. ¿Y los libros del Nuevo Testamento?
Los Santos Evangelios: la vida, enseñanzas, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
Los hechos de los apóstoles: la primera iglesia primitiva, en su primeros 40 años, después de la muerte de Jesús. Historia de san Pablo.
Catorce cartas de san Pablo: el gran teólogo. En sus cartas se contiene prácticamente toda la teología.
Carta de Santiago: fe con obras.
Las dos cartas de san Pedro y san Judas.
Las tres cartas de san Juan: consecuencias del mandamiento nuevo.
Apocalipsis: libro misterioso, donde se narra lo que sucederá al final del mundo.

6. ¿Qué condiciones se necesitan para tener éxito al leer la Sagrada Biblia?
a) Oración, pidiendo a Dios nos ilumine para entender su mensaje.
b) Lectura pausada, para poder digerir bien.
c) Humildad, sabiéndonos necesitados de Dios.
d) No buscar ciencia profana, sino un mensaje espiritual para salvarnos.
e) No dejar pasar el día sin leer una página de la Sagrada Biblia.
f) Leer explicaciones de buenos libros que comenten la Sagrada Escritura; o pedir esas explicaciones a expertos de la Biblia.
g) Leer la Sagrada Escritura en el orden más fácil para entenderla: Evangelios, Hechos, Génesis y Éxodo, Samuel y libros de los Reyes, Tobías y Judit, Salmos, Proverbios, Eclesiástico, Santiago, san Pablo, etc.

7. ¿Cómo encontrar un pasaje en la Biblia?
Cada libro se encuentra dividido en capítulos y cada capítulo en versículos o versos. Ejemplo: si se nos dice “Mateo 16, 12” quiere decir: Evangelio de san Mateo, capítulo 16, versículo 12. Si se nos dice, por ejemplo, “Lucas 1, 20-26”, significa: capítulo 1, del versículo 20 al 26. Si leemos así: “Marcos 1, 3.8.10” significa esto: capítulo 1, versículos 3, 8 y 10 solamente.

8. ¿Qué conclusiones podemos sacar de lo que hemos hablado en esta introducción?
Primera conclusión: la Biblia es más que un libro, es Dios quien nos habla. Para oírlo necesitamos fe y así creer en Él; debemos abrirle nuestro corazón e inteligencia; esperanza, para estar ciertos de que sólo siguiendo su voluntad y aceptando las invitaciones que nos hace el Espíritu Santo podemos ser verdaderamente felices; y caridad, para ser generosos y dar los frutos que Dios espera de nosotros.
Segunda conclusión: Dios siempre ha estado junto al hombre, está presente en los hechos diarios y nos acompaña en nuestra peregrinación de vuelta a Él, es decir, durante toda nuestra vida.
Tercera conclusión: Dios nos escucha y nos habla siempre porque somos suyos, nos ama y formamos parte de su plan de salvación.
Cuarta conclusión: la historia de la presencia de Dios es eterna, pues ha existido siempre y desde siempre estamos en su plan divino.
Quinta conclusión: leer la Biblia es el medio para animarnos a tener siempre presente a Dios en nuestras vidas. La Biblia nos entusiasma por Dios y nos llena de amor hacia Él. Nos anima a llenarnos de obras buenas. Nos da gran temor y aversión hacia el pecado. La Biblia consuela mucho y lleva al arrepentimiento, la conversión y cambio de vida.


El Autor de la Biblia y la forma en que fue escrita

La Sagrada Biblia tiene como Autor a Dios, pero fue redactada por profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos. Estos redactores fueron dirigidos e inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Sagrada Biblia fueron: Moisés, el rey David, los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel; en el Antiguo Testamento. Y en el Nuevo Testamento, los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y el apóstol san Pablo.

1. ¿Quién escribió la Biblia?
El autor de la Biblia es Dios, pero Dios se sirvió de unos instrumentos que sólo escribían lo que Dios les inspiraba, pero respetándoles su modo de ser, su temperamento y su condición social .1
¿Qué es una inspiración? Inspiración es un deseo que nace de la persona y que lo impulsa a realizar algo. Hay inspiraciones humanas, cuando proceden de las facultades humanas (p.e. un cuadro, una escultura, un libro, una poesía). Y hay inspiraciones divinas, cuando proceden de Dios por conducto del Espíritu Santo, y lleva al hombre a ejecutar algo que Dios le inspira y como Dios le inspira. De esta última hablamos aquí.
Dijimos que Dios respetó a los escritores sagrados, influidos por las costumbres y cultura de los países en los que vivían, dejando huella de su estilo, temperamento, personalidad e incluso de la clase social a la que pertenecían o el oficio que desempeñaban; así, por ejemplo, san Pablo muestra su temperamento impetuoso, san Juan, místico y sereno; san Marcos, detallista; Lucas, como buen médico, nos revela a un Jesús lleno de misericordia, etc.
La mayor parte de los autores del Antiguo Testamento son desconocidos para nosotros; cosa comprensible ya que la literatura antigua era anónima, pues las composiciones, tanto orales como escritas, pertenecían a la comunidad y no a los individuos. Muchos escritores además se basaron en la tradición oral, que ampliaban, por lo que algunas obras se atribuyen a aquel autor que más haya influido en ella. Así ocurre, por ejemplo, con el Pentateuco que se atribuye a Moisés siendo que él es sólo autor de su núcleo fundamental.

2. ¿Cómo se escribió la Biblia?
La Biblia antes de ser escrita fue una enseñanza oral. Su redacción se debe a tradiciones y hechos históricos que pasaban de generación en generación desde tiempos muy antiguos. Nosotros estamos acostumbrados a leer y escribir y no comprendemos fácilmente el mundo oriental antiguo, en donde no se escribía sino que sólo se memorizaba. Esta transmisión oral se facilitaba porque se hacía en verso, con cierta cadencia musical que ayudaba a recordarla.

Más tarde, estos autores sagrados la escribieron en cueros de res: largas tiras de cuero llamadas “pergaminos”, que se enrollaban en dos cilindros de madera. Cada rollo era un libro. Se escribían con plumas de ave, untadas en tinta.
También se escribieron las antiguas Biblias en “papiros” que eran láminas sacadas de una planta egipcia llamada papiro.
Más tarde vinieron los códices, que son manuscritos muy antiguos que contienen textos de la Biblia. Hay en el mundo más de 1.140 manuscritos bíblicos. Varios de estos códices son del siglo cuarto. Los más famosos están en el Vaticano, en Jerusalén y en Londres. En 1859 el sabio alemán Tishendorf encontró en un antiquísimo monasterio del Monte Sinaí unos pergaminos magníficamente escritos donde está todo el Nuevo Testamento y gran parte del Antiguo. Son 346 páginas escritas con pluma, hace 16 siglos, en mayúsculas todo, sin puntos ni comas. Es el famoso “Códice Sinaítico”.


3. ¿En qué idioma se escribió la Biblia?
Tres son los idiomas en que se escribió la Biblia: hebreo, arameo y griego.
Casi todo el Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, que era la lengua propia de Israel. Sin embargo, más tarde el arameo suplantó al hebreo, siendo un dialecto de éste en el que Jesús hablaba a su pueblo. Finalmente, en griego se escribieron algunos libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo, exceptuando el evangelio de san Mateo, que se escribió en arameo.

4. ¿En qué géneros literarios se escribió la Biblia?
Hay diferentes formas de expresión en la Biblia, que llamamos géneros literarios: novelas, alegorías, fábulas, parábolas, poemas, leyendas, refranes, metáforas, simbolismos, hipérboles, antropomorfismos, etc. Cada vez que leamos la Biblia tenemos que tener en cuenta estos géneros literarios para saber distinguir entre fondo (ideas) y forma (el modo de decir esas ideas), entre la realidad y la ficción, entre el núcleo histórico y el ropaje literario que lo expresa.
La lengua semita (hebreo y arameo) usa mucho las imágenes. Por eso encontramos en la Biblia imágenes como, p.e. el fruto del árbol del paraíso, la creación de Eva de la costilla de Adán, la fuerza en el cabello de Sansón, la ballena que se tragó a Jonás, etc. Lo importante es fijarnos, sobre todo, en el fondo, es decir, en el mensaje que encierra ese ropaje literario o ese hecho narrado o esa poesía hermosa.
Los géneros literarios que encontramos en la Biblia son éstos:
Historia:
- de tipo poético-popular (Génesis)
- de tipo informativo (Reyes)
- de tipo anuncio (Evangelios y Hechos)
Ley: textos que recogían normas y costumbres por las que se regía el pueblo (Levítico).
Profecía: revela la existencia de un mensajero que habla en nombre de Dios.
Lírica: Expresa sentimientos, vivencias internas, pasión, amor...con un lenguaje simbólico y religioso (Salmos, Cantar de los Cantares, Lamentaciones).
Sabiduría: se refiere a las narraciones de experiencias de vida; son reflexiones sobre diversas realidades de la vida, sobre los grandes interrogantes de los hombres, formulados por sabios y pensadores (Proverbios, Job, Eclesiastés).
Cartas: escritos enviados por un remitente a un destinatario. Cartas proféticas, reales, temáticas, acción apostólica (las de san Pablo).
Apocalíptica: relato de las revelaciones obtenidas mediante visiones y sueños, expresados en forma enigmática y simbólica. Al final de la historia, el bien triunfará sobre el mal.
Midrash: consiste en ir haciendo una reflexión religiosa acerca de hechos que la tradición narra, para sacar de ellos lecciones de santidad. P.e. los libros de Tobías, Jonás, Ruth, Judit.

CONCLUSIÓN
El autor de la Biblia es Dios.
Los escritores fueron instrumentos que escribieron bajo inspiración de Dios.
La Biblia antes de ser escrita fue una enseñanza oral
Su redacción se debe a tradiciones y hechos históricos que pasaban de generación en generación, desde tiempos muy antiguos.
Se puede decir que la Biblia es una obra colectiva, es decir, obra de todo un pueblo que, a través del tiempo, ha plasmado en ella su tradición. De ahí se explica por qué la mayoría de los autores del Antiguo Testamento son anónimos, es decir, desconocidos, para que se pusiera de manifiesto este carácter colectivo. Estos autores se basaron en la tradición oral.
La manera de escribir de los orientales es muy diferente de la nuestra, por lo que debemos distinguir el fondo de la forma, para quedarnos con el mensaje.
Es importante conocer en qué genero literario está escrito un pasaje de la Biblia, para entender qué es lo que allí el autor sagrado quiere decir y significar.

El Canon de la Biblia
Una regla de fe para determinar si una cosa es verdadera o falsa.

La palabra “canon” viene de la lengua griega y corresponde a la expresión “una caña recta que sirve para sostener derecha alguna cosa”. Para nosotros, es como una regla de fe para determinar si una cosa es verdadera o falsa; es el criterio de la verdad de una afirmación, es la medida, la norma o regla de algo.
Hay cuatro cánones o listas oficiales de libros de la Biblia:
El canon de los judíos: ellos sólo aceptan 39 libros del Antiguo Testamento. No aceptan ningún libro del Nuevo Testamento.
El canon de los protestantes: ellos aceptan 39 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. Total: 66 libros.
El canon de los católicos: aceptamos los 46 libros del Antiguo Testamento y los 27 libros del Nuevo Testamento. En total: 73.
El canon de los ortodoxos (o sea los 200 millones de cristianos del Oriente Medio): aceptan, como los católicos, todos los 73 libros de la Biblia.
Cabe preguntarnos: ¿por qué las iglesias cristianas evangélicas no aceptan todos los libros que están en la Biblia católica?
La fijación del canon bíblico constituyó una necesidad para la Iglesia. Era necesario hacerlo por la universalidad de la única Iglesia. Para mantener una misma regla de fe en todas las iglesias esparcidas por la tierra era indispensable disponer de un mismo canon. Frente a los herejes que recurrían con frecuencia a libros “secretos” (apócrifos) era de todo punto necesario delimitar claramente los libros normativos de la fe, distinguiéndolos de cualquier otro, fuera apócrifo o no.

El Canon de la Biblia es el catálogo o lista de los libros que la Iglesia considera inspirados por Dios, llamados, por lo mismo, libros canónicos. Son 73 libros; 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. El canon se aplica a toda la Sagrada Escritura, no sólo a unas partes. Es competencia de la Iglesia determinar cuáles son los libros inspirados y cuáles no, porque tiene la autoridad recibida de Cristo con la asistencia del Espíritu Santo. Además determina cuáles son, porque es ella quien los ha escrito a lo largo de los años. La Iglesia no lleva a cabo esta operación de modo arbitrario, sino mediante la aplicación de unos criterios tanto internos como externos, a través de los cuales le es permitido discernir y descubrir la regla de la fe y de la verdad en un determinado libro, como en un espejo.

1. La Iglesia y el Canon
Es interesante saber que los 73 libros de la Biblia que tenemos entre manos son fruto de un discernimiento, inspirado por Dios, que hizo la Iglesia, declarando cuáles libros son canónicos y cuáles apócrifos (secretos, no inspirados).
La pregunta que salta a la vista es saber quién tiene la autoridad o la capacidad para decidir si un libro pertenece o no a la Biblia. La Iglesia lo único que hace es atestiguar que ese libro existente ha sido inspirado por Dios; no es la Iglesia quien inventa los libros.
¿Por qué corresponde a la Iglesia discernir que ese libro es inspirado por Dios? Por dos motivos:
a) Porque la Biblia, Palabra de Dios escrita, es fruto de la predicación de la Iglesia misma: fue la primera comunidad cristiana quien empezó a poner por escrito su predicación sobre la vida y doctrina de Jesús. Entonces sólo a ella pertenece la justa interpretación de lo que escribió; como pertenece sólo al autor de un libro interpretar rectamente lo que escribió en su libro.

b) Porque Jesús entregó a Pedro “las llaves” de su Reino, es decir de su Iglesia, y sólo él, unido a los apóstoles, por mandato de Jesús, tiene el poder del Espíritu Santo de discernir la verdad. También los obispos (siempre en comunión con el Papa) son sujetos de magisterio auténtico y son asistidos por el Espíritu de Cristo para explicar y aplicar la Escritura (LG 25). Todo cristiano tiene, sin duda, este Espíritu de Dios al recibir el bautismo; pero el cristiano, como individuo y particular, no tiene la función el interpretar la Biblia. Nos dice el concilio Vaticano II: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (Dei Verbum, 10).

De aquí concluimos lo siguiente: la Biblia tiene que considerarse una expresión de la fe de la Iglesia apostólica. San Agustín afirmaba: “No creería en el Evangelio, si no fuera por la autoridad de la Iglesia católica que me lo ordena...”. Y los primeros obispos de la Iglesia llamaban a la Biblia: “El libro de la Iglesia”.
Otra conclusión: todo libro inspirado es canónico y no al revés, es decir, la canonicidad es efecto de la inspiración. La Iglesia no causa la inspiración, sino que la reconoce al hacerlo canónico. Es necesario fijar el Canon para que la fe en toda la Iglesia universal sea “una” y tenga un único criterio. De lo contrario, en vez de Pentecostés, tendríamos una torre de Babel (como pasa entre algunos protestantes).
Una cita del concilio Vaticano II aclara el papel de la Iglesia: “La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo y por el magisterio de sus Pastores, es la depositaria y guardiana del tesoro de la revelación y la única intérprete de la Biblia. El Papa y los demás obispos son maestros auténticos del Evangelio” (LG 25); es decir, lo explican, lo interpretan y lo aplican a la vida de los hombres con la autoridad de Cristo Cabeza.

2. ¿Cuándo fue establecido el Canon de la Biblia?
Desde los primeros tiempos del cristianismo la Iglesia católica consideraba algunos escritos como “canónicos” (o inspirados) y otros los rechazó. A éstos últimos los llamó apócrifos.
La palabra canónico se utilizó por primera vez en el concilio de Laodicea de Frigia (360). En el canon 59 se establece que “en la asamblea no se deben recitar salmos privados o libros no canónicos, sino solamente los libros canónicos del Nuevo y del Antiguo Testamento”. Libros canónicos, por consiguiente, vendría a equivaler al conjunto de libros que norman la fe de la Iglesia.
Las primeras decisiones de la Iglesia en relación al Canon de la Biblia se dieron en el Concilio de Hipona (África) en el año 393. La última definición fue en el Concilio de Trento en 1546.

3. ¿Cuáles son los criterios de Canonicidad?
Responderemos a esta pregunta: ¿Qué criterios tuvo la Iglesia para saber que un libro es inspirado?
Podemos establecer los siguientes criterios:
Primero, criterios para el Antiguo Testamento:
a) La Biblia de los Sesenta (LXX). Es innegable que, al abrirse el cristianismo a la gentilidad y a la cultura helenística, la Escritura judía utilizada por los primeros cristianos fue el texto de los LXX. Pues bien, en la Biblia de los LXX están incluidos tanto los libros protocanónicos y los deúterocanónicos del Antiguo Testamento.
b) Uso en el culto: Parece ser que en la liturgia sinagogal se leían cíclicamente, cada tres años, los libros de la Torah y de los Profetas. Con el tiempo la lectura se extendió también a los Escritos. El uso cúltico de un libro significa un reconocimiento al menos implícito de su carácter sagrado. Por otra parte la iglesia primitiva utilizó la Biblia judía en el propio culto dominical. Aun colocándonos en un terreno hipotético, es de suponer que los judíos en diáspora usarían para su culto todos los libros incluidos como sagrados en la Biblia de los LXX.
c) Uso en los escritos del Nuevo Testamento. Es verdad que no todos los libros del Antiguo Testamento se encuentran citados en el Nuevo, aunque del hecho de no estar expresamente citados no se deduce que no hayan sido usados y tenidos en cuenta en la redacción neotestamentaria

Segundo, para el Nuevo Testamento, tenemos estos criterios:
a) El origen apostólico es decir, que un libro tenga como autor seguro a un apóstol o alguno de sus discípulos. Los apóstoles, considerados depositarios de la revelación histórica de Jesús, eran el canon vivo, intérpretes autorizados del mensaje y del acontecimiento salvífico de Jesús. Durante la segunda mitad del primer siglo, las iglesias destinatarias de algún escrito apostólico lo conservaron celosamente y lo fueron difundiendo e intercambiando con escritos apostólicos de otras iglesias. Poco a poco el canon vivo se convirtió en canon escrito.
b) El uso litúrgico que hizo la Iglesia primitiva de ciertos libros; es decir, los libros que fueron usados por los apóstoles y las primeras comunidades cristianas, seguramente son Canónicos.
c) La coherencia, es decir, que la enseñanza de un libro sea coherente con el resto de la Escritura.
d) La ortodoxia: Ningún libro podía ser auténtico se contenía una interpretación del misterio de Jesús contraria a la ortodoxa, que se había formados con la tradición viva de los apóstoles.
e) Listas antiguas del canon: La formación de una lista implica la aceptación de los libros enlistados como libros de carácter peculiar. En la carta escrita por Atanasio para la pascua del 367 ya se enumeran sin vacilación todos los libros del Nuevo Testamento. Este catálogo, dieciocho años más tarde, el año 385, será aceptado por san Jerónimo y divulgado por él en occidente a través de su traducción oficial latina, llamada Vulgata.
Una vez presentados los criterios, está claro que ninguno aisladamente ha bastado a la Iglesia para determinar la canonicidad o no de un escrito. Ha sido la conjunción de algunos de ellos o de todos la que ha dado a la Iglesia la certeza, bajo la asistencia y guía del Espíritu Santo, de estar ante un libro sagrado y por lo tanto de deber reconocerlo como tal.

4. ¿Cómo se dividen los libros canónicos?
Los 73 libros inspirados o canónicos de la Biblia se dividen en:
a) Protocanónicos: son aquellos libros que fueron y son considerados inspirados, sea por la religión judía, sea por la católica, como también por las Iglesias protestantes. Es decir, que su inspiración no ha sido puesta en duda por ninguna Iglesia.
b) Deuterocanónicos: son aquellos libros de la Biblia de cuya inspiración se dudó algún tiempo o por alguna Iglesia en particular.
Son siete libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento:
 Tobías
 Judit
 Sabiduría
 Eclesiastés
 Baruc
 1 y 2 Macabeos
 algunos fragmentos de Daniel y Esther.
Los protestantes no aceptan estos libros .

También son siete deuterocanónicos del Nuevo Testamento:
 Carta a los Hebreos,
 Carta de Santiago
 2 de Pedro,
 2 y 3 de Juan;
 Apocalipsis;
 más algunos versículos de los evangelios: Mc 16, 9-20; Lc 22, 43; Jn 8, 1-11. 3

5. ¿Cómo se formó el Canon del Nuevo Testamento?
Todos, católicos y protestantes, aceptan como inspirados los 27 libros del Nuevo Testamento. Pero, ¿cómo se formó este Canon?
Podemos decir que fue gradualmente:
a) Los apóstoles, después de la ascensión de Jesús, cumplieron su mandato de “Id a todo el mundo” (Mc 16, 19). Entonces no había nada escrito de la vida y doctrina de Jesús. Todo era predicación oral, según el recuerdo de los apóstoles.
b) Los primeros escritos sobre la doctrina de Jesús son algunas cartas de san Pablo. Estamos en los años 40.
c) Luego se hizo necesario poner por escrito la predicación de los apóstoles, para conservar el tesoro de la buena nueva de Jesús. Nacieron así, poco a poco, todos los escritos del Nuevo Testamento. Se escribieron también otros escritos piadosos sobre Jesús, poniendo falsas firmas. La Iglesia entonces definió el Canon: como hemos dicho el primer canon del Nuevo Testamento fue aprobado en el Concilio de Hipona (393) y fue definido en el Concilio de Trento (1546).


6. ¿Qué son los libros apócrifos?
Se llaman apócrifos ciertos libros religiosos, que la Iglesia no ha aceptado como inspirados, a pesar de que su contenido sea a veces semejante al de la Biblia. La palabra apócrifo es griega y quiere decir “oculto, escondido”.
Tradicionalmente se les ha negado la inspiración y la canonicidad, porque la mayor parte de las iglesias no aceptaron su origen apostólico, porque contenían hechos exagerados e imaginarios, y porque en algunos puntos no concordaban con la regla de la fe.
Fueron escritos entre finales del siglo II y el IV, aunque algunos de tales escritos tuvieron muchísima difusión durante la Edad Media.
¿Cuáles son estos libros apócrifos?
Del Antiguo Testamento tenemos:
Libros de Enoc 4, libro de los Jubileos o “Pequeño génesis”5 , 3 y 4 de los Macabeos6 , oración de Manasés o salmo penitencial, 3 y 4 libro de Esdras7 , Salmos de Salomón.
Del Nuevo Testamento tenemos: Evangelio de Tomás, Evangelio de los Hebreos, Evangelio de Pedro, Protoevangelio de Santiago8 , La Asunción de María, Carta de Nuestro Señor a Abgar, cartas apostólicas, 3 carta de san Pablo a los Corintios.

7. ¿Cómo saber si una Biblia es católica?
Es bastante fácil distinguir una edición católica de la Biblia. Hay dos señales:
a) Por el número de libros. Si el Antiguo Testamento consta de al menos 46 libros y están incluidos los deuterocanónicos (Tobías, Judit, 1 y 2 de Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc), esa Biblia es casi seguro católica. Digo “casi” ya que algunas Biblias protestantes incluyen estos libros al final del Antiguo Testamento.
b) La aprobación eclesiástica. Sólo en la Biblia de edición católica se encuentra en las primeras páginas la autorización de la Iglesia, a través de un obispo, que permite la impresión y garantiza la buena traducción de la edición. El “No hay dificultad” (Nihil Obstat) y la autorización de un obispo para imprimirla (Imprimatur).
Compete a la Iglesia, como asistida que está por el mismo Espíritu Santo, el cual inspiró a los autores sagrados, el distinguir aquellos libros en que está consignada canónicamente la revelación traída por los profetas y los apóstoles.

Inspiración y Revelación de la Biblia
Distinguir la diferencia entre inspiración y revelación

Problemas que tenemos que solucionar en esta lección: ¿Son puramente humanos los libros de la Biblia? ¿Interviene Dios en ellos? ¿Cómo? ¿Cómo puede ser Dios el autor de la Biblia, si no lo vemos ni le oímos, ni le tocamos? ¿Por qué Dios tiene que escogerse a hombres para dar su mensaje? ¿El escritor sagrado es como cualquier escritor que se siente inspirado? ¿Cuánto hay de cosecha de ellos y cuanto de grano de Dios? ¿Y si se equivocaron? ¿La Biblia contiene errores científicos y geográficos?
Hay dos textos en la Sagrada Escritura que nos servirán de hilo conductor:
“Toda Escritura es divinamente inspirada” (2 Tim 3, 16).
“La profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que llevados por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios” (2 Pe 1, 21).
Y un texto del Concilio Vaticano II servirá también de referencia: “La Iglesia reconoce que todos los libros de la Biblia, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales han sido confiados a la Iglesia” (Dei Verbum 11).
Dios sale al encuentro de los hombres con infinito amor, pero lo hace de modo progresivo, revelándose primero a Moisés, después a los Profetas y después por su Hijo y por los Apóstoles. Al querer Dios que su divina Palabra quedase por escrito, tenía que intervenir eficazmente. Y lo hizo escogiendo a unos hombres, a quienes iluminó su inteligencia y movió su voluntad.

Al influjo sobrenatural de Dios sobre la inteligencia y voluntad de cada uno de los escritores sagrados se llama INSPIRACIÓN. Dios no sólo hizo y habló, sino que quiso que sus palabras llegaran frescas y vivas a sus hijos de todos los tiempos y para ello inspiró a unos hombres para que escribieran su mensaje de salvación. Todo este mensaje de Dios se contiene en la Biblia. Por tanto, la Biblia tiene como autor principal a Dios Espíritu Santo, pero se sirvió de unos autores a quienes inspiró 9 , iluminándoles el entendimiento para que comprendieran lo que Dios quería decirles, moviéndoles la voluntad para que escribieran todo y sólo lo que Dios quería decirles y cuidándoles para que no se equivocaran, en lo concerniente al conocimiento de Dios y a nuestra salvación eterna. En los libros canónicos se halla toda la verdad que el hombre necesita para salvarse, y por ello están exentos de todo error relativo a la salvación y al designio salvífico de Dios.

1. ¿Qué es inspiración?
Inspiración bíblica quiere decir que todos los libros de la Biblia fueron escritos bajo el directo influjo y asistencia del Espíritu Santo. Por eso la Biblia tiene como autor al mismo Dios.
Dios se sirvió, para escribirla, de algunos hombres santos, que se han llamado “escritores sagrados”. Para entender la acción de Dios sobre el escritor sagrado se suele comparar a la de un gerente que manda a su secretaria a escribir dándole las ideas.
Pongamos otro ejemplo: Manuel es un joven que quiere mucho a su novia, Juanita. Un día quiere mandarle una carta, pero él no sabe escribir. Entonces va donde su amigo José y le dice: “Ayúdame a escribir una carta a mi novia, Juanita. Dile que la quiero mucho, que pienso en ella cada día, que estoy triste por su enfermedad y que la semana que viene iré a visitarla”. José toma un lápiz y va escribiendo todo lo que le ha dicho Manuel, respetando las ideas de Manuel, pero con palabras y estilo propio de José. Cuando termina de escribir, José lee la carta y Manuel está conforme y la firma. Cuando Juanita recibe la carta y la lee, se emociona muchísimo y la guarda diciendo: “Es la carta de Manuel”. A nadie se le ocurrirá decir que esa carta es de José, aunque haya sido el mismo José quien la escribió materialmente.
Algo así hizo Dios cuando quiso contarnos sus secretos. Nos fue escribiendo “sus cartas”, donde expresa su Amor por los hombres; y lo hizo sirviéndose de unos escribanos, a lo largo del tiempo, los cuales escribieron según su manera de ser, según los conocimientos de su tiempo, según sus capacidades, y su manera de escribir. Pero las ideas y el mensaje es de Dios, no de los escribanos.
Por eso, cuando nosotros leemos la Biblia o la escuchamos proclamar, nos emocionamos, porque la Biblia es la Palabra de Dios. Es como una carta de amor, que Dios nos escribe a cada uno.
Podemos decir, entonces, que la Biblia tiene dos autores: el autor principal es el Espíritu Santo, y los autores secundarios son los hombres de quienes Dios se sirvió para escribir cada uno de los 73 libros de la Biblia. Por eso decimos que los libros de la Biblia son “inspirados”.
El Espíritu Santo ejerce con los autores sagrados tres acciones:

Los ilumina el entendimiento, para que comprendan lo que Dios quería decirles.
Les mueve la voluntad, para que escriban todo y sólo lo que Dios quiere.
Les cuida para que no se equivoquen en nada de lo concerniente a la salvación.

Este hecho de la inspiración nos lleva a hacer unas reflexiones importantes que hay que tener en cuenta a la hora de comprender el mensaje bíblico:
a) Dios habla en la Biblia por medio de los hombres, con un lenguaje humano. Así lo dice la Dei Verbum: “Dios habla en la Escritura por medio de hombre y en lenguaje humano” ((DV, 12). Sólo la palabra humana puede dar cuerpo y forma a la palabra divina. La mediación es un requisito absolutamente necesario para que la palabra de Dios llegue a oídos humanos e influya eficazmente en su vida, con eficacia salvífica. ¿Qué es lo que hace posible esta mediación de la revelación divina? La presencia activa, dinámica del Espíritu de Dios en los mediadores. Esta misma fuerza divina actúa sobre los oyentes o lectores, de modo que la palabra humana, al entrar en los oídos y en el corazón de los hombres, sufra, bajo la acción del Espíritu, el desnudamiento del lenguaje humano y llegue a la intimidad del alma como Palabra de Dios. Ahora se entiende por qué el mensaje de Dios ha sido escrito con la mentalidad y cultura de cada tiempo y de cada lugar. Este lenguaje, de un país y de un tiempo tan antiguo, es lejano a nosotros en un primer momento, y exige una preparación adecuada para poderlo entender aquí y ahora, para nosotros. Por eso, la Iglesia invita a los cristianos a desconfiar de una interpretación individual 10 y a atenerse a la interpretación de la misma Iglesia, a quien ha sido confiada la verdad de la Palabra de Dios 11 .
b) La mayor parte de los autores que escribieron el Antiguo Testamento son desconocidos. Cosa muy comprensible dado que, antiguamente, especialmente entre los pueblos orientales, no tenían el sentido de propiedad que tenemos hoy. Nosotros componemos una poesía o un libro y lo primero que aparece es el autor. En cambio, los antepasados, no. Los escritos, más que al individuo, pertenecían a la comunidad y no ponían por lo general su firma.


2. Consecuencias de la Inspiración
a) La primera es la Revelación: es decir, que Dios se abre, se revela, se manifiesta a cuantos abren la Biblia y la leen con fe.
b) Otro efecto es la Unidad de toda la Biblia: aunque haya sido escrita en un largo tiempo, y por diversos autores sagrados, es producto de la sabiduría de Dios, un solo autor, que quiere revelar al hombre un mensaje central: “El misterio de Dios, preparado en el pueblo de Israel y manifestado en Cristo Jesús”.
c) Sacramentalidad de la Biblia: es decir, la Biblia es un signo visible de Dios y ofrece la oportunidad de encontrarse con Dios en Cristo.
d) Inerrancia de la Biblia, es decir, la ausencia de todo error. Esto conlleva dos verdades: que siendo toda la Biblia inspirada por Dios, toda su doctrina es Palabra de Dios y en ella no puede haber error o falsedad en lo concerniente a la salvación; que entre la Biblia y las ciencias naturales no puede haber oposición, porque tienen al mismo Dios como autor y creador 12.
No olvidemos que la Biblia no es un libro donde se pueda buscar y encontrar datos de la historia o geografía 13 , o datos científicos del origen del Universo. Al autor sagrado no le interesa la verdad histórica o geográfica, sino una enseñanza religiosa sobre el sentido de la vida humana, en relación con Dios, a fin de que el hombre llegue a la salvación.
Estos son los principios fundantes de la verdad bíblica:
a) El objeto formal de la verdad bíblica es la salvación del hombre, y no tanto el hecho histórico.
b) Para acceder a la verdad bíblica es indispensable el conocimiento y el buen uso de los géneros literarios.
c) La verdad bíblica es históricamente progresiva y tiene su culminación y plenitud en Jesucristo, camino, verdad y vida. Dios desvela su designio, su doctrina como lo hace un padre con su hijo, poco a poco. Dios sigue una pedagogía. Cada siglo nos da una nueva luz que se proyecta sobre las verdades escondidas desde toda la eternidad. La verdad de la Escritura es por tanto fruto de la totalidad de los textos sagrados.

Interpretación de la Biblia
Conocer los principios y criterios de la interpretación bíblica

La Palabra de Dios fijada y condensada en un texto definitivo hace muchos siglos, por ser palabra de salvación está destinada a todos los hombres de cualquier época y nación.
¿Cómo acortar la distancia entre los siglos remotos de la composición textual de la Escritura y nosotros? ¿Cómo hacer para que la Palabra divina siga siendo viva, actual y salvífica? ¿Cada uno interpreta la Biblia a su manera o hay unos principios de interpretación? ¿Qué es lo más importante en la Biblia: lo que a mí me dice o lo que en sí dice? ¿A qué se debe el que haya tantas clases de Biblia, tantas traducciones distintas? ¿Por qué los protestantes predican algunas verdades diferentes a la Iglesia Católica, si la Biblia es la misma para todos?

Siendo la Biblia mensaje divino en palabras humanas, su interpretación presupone en primer lugar la fe en la Palabra de Dios, y luego el progresivo descubrimiento de su mensaje profundo. Este progresivo descubrimiento lo realiza la Iglesia toda meditando la Palabra divina con la asistencia del Espíritu de la Verdad, con la ayuda del Magisterio del Papa y demás obispos que enseñan con la autoridad de Cristo, y con el apoyo de los teólogos y exegetas. La hermenéutica bíblica tiene por objeto establecer una mediación entre el antiguo texto y el hombre contemporáneo, recurriendo al uso de los métodos más apropiados, con el fin de hacer el texto vivo y actual.
Estos son los criterios teológicos recogidos por la encíclica “Providentissimus Deus” (1893) del papa León XIII: hay que interpretar la Biblia con la luz y la gracia del mismo Espíritu Santo que la ha inspirado; conformidad de la exégesis con la interpretación que la Iglesia ha hecho y hace de la Escritura; la exégesis no debe estar en contra del consenso unánime de los Padres de la Iglesia; y debe tener en cuenta la analogía de la fe. También admite criterios histórico-críticos: recomienda el estudio de las lenguas orientales y la ciencia crítica textual o literaria; admite, aunque todavía tímidamente, la crítica histórica.

1. Definición de términos
a) Exégesis: es la explicación actualizada de un texto bíblico. El exegeta tiende un puente entre el texto que ya tiene muchos siglos y el hombre contemporáneo, con sus inquietudes y preguntas existenciales de hoy. Sólo comprenderemos verdaderamente un texto cuando un determinado evento o contenido, alcanzado mediante una metodología exegética correcta, es traducido en su significado al hombre de hoy y a la historia contemporánea, y como tal vuelve a revivir en eventos y palabras, aquí y ahora, su mensaje universal.
b) Hermeneútica: es una parte de la ciencia bíblica que tiene por objeto establecer una mediación entre el antiguo texto y el hombre contemporáneo, recurriendo al uso de los métodos más apropiados, con el fin de hacer el texto vivo y actual.
c) Heurística: es la parte de la hermeneútica que descubre los distintos sentidos de la Biblia, sea por los estudios de los investigadores, sea por las enseñanzas del Magisterio.
d) Crítica: es el estudio racional de los textos, cualesquiera sean, para determinar su sentido, las intenciones del autor, el tiempo y circunstancias en que fue escrito, el género literario y la forma estilística. Este estudio crítico se impone también en la interpretación de la Biblia, por estar escrita en lenguaje humano.

2. Diversos sentidos de la Biblia
a) Sentido literal: no significa interpretar al pie de la letra el texto, sino tratar de buscar el sentido que le dio el autor mismo de ese texto, teniendo en cuenta la intención del autor, el auditorio a quien se dirigía, la situación de su tiempo y el género literario empleado. Este sentido literal requiere del uso de la crítica en sus dos vertientes: literaria e histórica.
Primero, crítica literaria: analiza el género literario en que está escrito ese libro de la Biblia.
Segundo, la crítica histórica: descubre la historia literaria del libro o pasaje bíblico en cuestión, ubicando la época y cultura en que se escribió y así conocer la intención teológica del autor.
b) Sentido espiritual: supera el conocimiento del autor humano, aunque se apoya en sus escritos. Se desprende no de las palabras sino de las realidades que se ocultan bajo esas palabras. Este sentido espiritual se divide a su vez en: sentido pleno y sentido típico.
Sentido pleno: significa ver ese texto a la luz de la totalidad de la Escritura, a la luz de la Tradición y echando mano de la analogía de la fe. Es un sentido más profundo que el sentido literal.
1. A la luz de la totalidad de la Escritura significa que ese texto analizado hay que entenderlo en conexión con otros textos de la Sagrada Escritura que lo explicitan o lo profundizan.

2. A la luz de la tradición significa que no se puede analizar un texto sin tener en cuenta la interpretación de la Tradición viva de la Iglesia, que viene analizando esos textos desde los orígenes. Esta Tradición viva está reflejada, sobre todo, en la doctrina de los Santos Padres de Oriente y Occidente, y en la liturgia 16.

3. La analogía de la fe significa la conexión que tienen las verdades de la fe entre sí. Pongamos un ejemplo:
Isaías 7, 14: “Pues bien, el Señor mismo va a darnos una señal: He aquí que una doncella está en cinta. Y va a dar a luz un hijo. Y le pondrá por nombre Emmanuel”.
Mateo 1, 22-23: “Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel”.
Sentido típico: es leer toda la Biblia en referencia a Cristo, en quien la Escritura tuvo su plenitud. Cristo es el nuevo Adán, el nuevo Abel, el nuevo José, el nuevo Moisés, el Siervo doliente de Isaías, el nuevo Jonás, etc. Cristo viene a ser el modelo y la figura de cuanto está contenido en la Escritura.

3. Diversos principios y criterios de interpretación católica de la Biblia
a) Lectura en el espíritu. Hay que leer la Biblia con el mismo Espíritu con que ha sido escrita. Debe ser una lectura espiritual, centrada en Cristo. Debe ser una lectura interiorizada que va transformando interiormente a quien lee la Biblia.
b) La intención del autor. El autor divino es el Espíritu Santo. El autor humano es el instrumento del que Dios se sirvió y a quien inspiró para que dijera solo y todo lo que Dios quería. La constitución Dei Verbum , n.12 dice: “Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces se usaban en la conversación ordinaria”.
c) El contenido y la unidad de toda la Biblia. El intérprete o exegeta científico ha de estar capacitado para descomponer y analizar separadamente cada una de las piezas de un libro o de un autor; pero como científico creyente ha de saber también, teniendo a mano los resultados de sus estudios científicos, recomponer las piezas del escrito bíblico y redescubrir en toda su belleza la verdad unitaria del mensaje. ¿Cuál es el contenido de la Escritura? El contenido de la entera Escritura es la salvación, llevado a su plenitud en Cristo y por Cristo. ¿Cuál es la unidad de toda la Escritura? La unidad del tema es la salvación en Jesucristo. Y la unidad de autor: Dios es el autor de los libros sagrados. El Nuevo Testamento dará su sentido último y definitivo al Antiguo.
d) La Tradición viva de toda la Iglesia. Tradición quiere significar primeramente la Tradición apostólica, en la que y de la que nació el Nuevo Testamento y la Escritura cristiana. Tradición viva, es decir, que progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo. Toda la Iglesia constituye la Tradición viva y por ello toda la Iglesia contribuye a la correcta interpretación de la Escritura: los Padres, los fieles cristianos, lso exegetas, el Magisterio. Éste último goza del carisma de la interpretación auténtica, bajo la guía del mismo Espíritu Santo que inspiró el texto sagrado. La Tradición tiene una función hermenéutica de guía y de norma, porque nos ofrece un horizonte de comprensión. Es como el lecho por el que corre el río de la Palabra de Dios y de su comprensión ininterrumpida.
e) La analogía de la fe. La analogía de la fe es la conexión coherente de la fe objetiva de la Iglesia, el nexo interno de los misterios entre sí, de que habla el Vaticano I (cfr DS 3016). Por consiguiente, cualquier verdad o expresión de la revelación y de la fe ha de verse a la luz de las otras y en conexión con ellas, para poder entenderla rectamente y que quede abierta a una ulterior y más profunda comprensión.

Otros principios a tener en cuenta, y que están implícitos en los ya mencionados anteriormente:
a) El contexto del fragmento: Hay que tener el cuenta el contexto para interpretar correctamente un texto bíblico. Para ello haremos cuatro círculos concéntricos:
Primer círculo: abarca los versículos anteriores y posteriores al texto.
Segundo círculo: ver el contenido global y el objetivo del libro en el que se encuentra ese texto.
Tercer círculo: tener en cuenta otros escritos del mismo autor.
Cuarto círculo: ver el contenido global y el objetivo de toda la Biblia.

Pongamos un ejemplo: Marcos 4, 10-12
“Y cuando se quedó solo, los que le acompañaban junto con los doce le preguntaron por el significado de las parábolas. Y les decía: A vosotros se os ha trasmitido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia en parábola, de modo que los que miran miren y no vean, y los que oyen oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone”.
Primer círculo:
- Versículos anteriores: Mc 4, 1-9: Parábola del sembrador.
-Versículos posteriores: Mc 4, 13-20: explicación de la parábola
Segundo círculo: el contenido global y objetivo del libro.
- Intención de Marcos: demostrar que Jesús es Hijo de Dios
- Jesús incomprendido y rechazado por los hombres
Tercer círculo: otros escritos del mismo autor.
- San Marcos no tiene otros escritos.
Cuarto círculo: La Biblia en su conjunto.
Contenido: La historia de la Salvación
Objetivos:
- Dar a conocer al Dios que se revela.
- Conocer al hombre.
- Conocer el plan de Dios para el hombre
b) El estilo del libro: es decir, el género literario o formas de expresión de las que se sirve el autor para expresar su pensamiento.
c) El sentido literal: Tener en cuenta el momento y el lugar en que se escribió.
d) Armonía del sentido literal y el sentido espiritual:
P.e. Lc 14, 26: “Si alguno viene en pos de mí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y a los hijos y a los hermanos y a las hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”.
¿Cuál es el sentido literal? Quiere decir simplemente que en el orden de los valores, Jesús ocupa el primer lugar, aún frente a los padres.¿Cuál es el sentido espiritual? Amarás al Señor tu Dios con todo tu ser. Todo lo humano queda en segundo término, tratándose de Dios.
P.e. Mt 18, 6: “Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino, de las mueve el asno, y lo arrojen al fondo del mar”.
¿Cuál es el sentido literal? Máxima severidad para los que corrompen a la niñez y juventud, en doctrina o conducta. Escándalo es literalmente todo lo que hace tropezar a los que creen, matando su fe o deformándola.
¿Cuál es el sentido espiritual? Poner todos los medios para evitar el escándalo, especialmente con los niños, porque grave es el escándalo dado por aquellos que tienen responsabilidad en la formación de otros.
P.e. Mt 18, 8-9: “Si tu mano o pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más vale entrar en la vida manco o cojo, que ser arrojado al fuego eterno con las dos manos o los dos pies”.
¿Cuál es el sentido literal? Debemos renunciar a todo, para evitar la ocasión de pecado. San Pablo enseña a dejar aún lo lícito, cuando puede escandalizar a un ignorante (cf. 1 Cor 8, 9ss).¿Cuál es el sentido espiritual? Obrar siempre correctamente para que nuestro ejemplo acerque y no aleje a otros de Dios, de Cristo, de la Iglesia.
Hay otros muchos textos bíblicos para sacar el sentido, por ejemplo:
Interpretar en su sentido literal y en su sentido espiritual este texto de san Mateo 18, 9: “Si tu ojo te escandaliza, córtatelo”.
O este texto de Mateo 19, 12: “Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, los hay que fueron hechos eunucos por los hombres y los hay que a sí mismos se hicieron tales por el reino de Dios. ¡El que se sea capaz de hacer esto que lo haga!”.
O el siguiente: Mateo 5, 39-41: “Pero yo os digo que no hagáis frente al que os ataca. Al contrario, al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que te quiera llevar a juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; al que te obligue a ir con él un kilómetro, vete con él dos”.
Hay un texto difícil: Mateo 5, 32: “Pero yo os digo que todo el que se separe de su mujer, excepto en caso de concubinato, la expone a cometer adulterio, y el que se casa con una mujer divorciada comete adulterio”. Cristo afirma la indisolubilidad del matrimonio. El inciso aparentemente exceptivo del v. 32, que sólo consigna Mateo, delo que se deduce que responde a la situación peculiar de la iglesia a la que se dirige Mateo, compuesta de cristianos venidos del judaísmo y de la gentilidad, se refiere a matrimonios nulos por haber sido contraídos en grados de parentesco prohibidos por la ley (cf. Lev 18) y que los judíos habían permitido a sus prosélitos. Es el significado de “porneia” en la literatura rabínica.
También se podría reflexionar este texto de Pío XII: “Así como Cristo se hizo semejante al hombre, menos en el pecado, así las palabras de Dios expresadas en lenguaje humano, se han hecho en todo semejantes al modo de hablar humano, menos en el error” (Pío XII, en su encíclia “Divino Afflante Spiritu”).
e) El sentido de determinadas palabras: es clásica la palabra “hermanos de Jesús”. Algunos protestantes aprovechan esta palabra para negar la virginidad de María. No saben que el término “hermano” abarca también a primos y parientes cercanos.
f) Objetividad de juicio: al interpretar un texto bíblico, no olvidemos el influjo de nuestras actitudes personales, positivas o negativas, sobre la lectura del texto. Debemos dejar a un lado las actitudes negativas y aprovechar las positivas para lograr el mayor fruto. Algunas actitudes negativas son: actitud crítica, apertura excesiva, superficialidad, rigorismo, desconfianza. Lo más importante es leer la Biblia con mucha humildad y apertura de corazón, y con mucha docilidad a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, única garantía de que no haremos decir a la Biblia lo que nos conviene.
Estos principios no son fórmulas mágicas para abrir la combinación de una caja complicada. Son pistas de apoyo para entresacar el mensaje de Dios en la Biblia. Lo más importante es la fe: creo que Dios es el autor de la Escritura; creo que el Espíritu Santo ha inspirado a los autores sagrados; creo que el Espíritu Santo asiste al Magisterio para la auténtica interpretación de la Sagrada Escritura, creo que la Tradición contribuye a la recta interpretación de la Escritura, creo que los fieles cristianos, con su vida guiada por la fe, constituyen también la tradición viva. Sin fe, no se entenderá nunca la Biblia en toda su profundidad.

MÉTODOS CIENTÍFICOS DE INTERPRETACIÓN
Cuando se trata de interpretar la Biblia, la Iglesia, depositaria de la misma, nos da unos criterios o principios teológicos que deberán guiar una interpretación correcta, y que hemos visto ya en esta lección. Se requiere además de estos principios teológicos, de un método científico de interpretación.
La exégesis católica de por sí no excluye ningún método, pero el método que se adopte habrá de cotejarse con los principios teológicos y ver si hay compatibilidad con ellos.
Los Santos Padres utilizaron los métodos filológico y alegórico. Hoy se utilizan los métodos diacrónico (aquellos que estudian el texto sagrado en su proceso de formación) y sincrónicos (aquellos que estudian el texto sagrado en cuanto tal).
1. Método diacrónico: Este método echa mano de:
a) La crítica textual: es la ciencia que trata de reconstruir a partir de los manuscritos disponibles el texto original de la Sagrada Escritura 17. La crítica textual es necesaria para corregir posibles cambios accidentales o deliberados de parte de los copistas.
b) La crítica literaria: A su vez, echa mano de las fuentes literarias que analizan los textos bíblicos para detectar y reconstruir eventuales fuentes utilizadas en la formación de la sagrada Escritura, evidenciando las acentuaciones teológicas y el ambiente vital. También echa mano de los géneros literarios, ya explicados anteriormente.
c) La crítica de las tradiciones: trata de detectar la prehistoria oral de tales textos, buscando descubrir las modificaciones que los textos, originalmente en circulación bajo forma de perícopas aisladas, han sufrido en el curso de la transmisión oral. Igualmente, pretende descubrir el grupo transmisor responsable de eventuales reelaboraciones ya en el estadio de la tradición oral.
d) La crítica de la redacción: se propone reconstruir el proceso de redacción y el papel del redactor. Se ha de estudiar en qué modo ha adquirido el texto su forma definitiva, cuál era el material a disposición del redactor, qué punto de vista le ha guiado en la selección, reelaboración y sistematización del material, qué elementos añade, a qué lectores se dirige.
e) La crítica histórica: tiene por objeto unir las afirmaciones de un texto con la realidad histórica. Trata de aclarar la relación entre texto y evento, el paso del hecho histórico al texto escrito. No siendo la Biblia un texto primariamente de carácter histórico, sino testimonio de fe, no proporciona todas las informaciones que un historiador desearía. Sin embargo, permiten trazar una imagen históricamente cierta de los hechos.
2. Método sincrónico: es aquel que analiza el texto, no en su fase de formación, sino en su existencia definitiva y, tratándose de la Biblia, canónica. El documento de la Pontificia Comisión Bíblica del año 1993, titulado “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” presenta tres métodos sincrónicos:
a) El análisis retórico: se limita a analizar los discursos que se encuentran en la Biblia. Esos discursos son analizados según las partes del discurso en la retórica clásica: exordio, narración, demostración, refutación y epílogo.
b) El análisis narrativo: estudia únicamente los textos narrativos de la Biblia, que son la mayoría. La narración consta de estos elementos: protagonista, antagonista y los comparsas; acción, nudo y desenlace; circunstancias del relato: lugar, tiempo y orden de la acción. Tratándose de un relato bíblico, que es historia de salvación hay que dar el salto al mensaje que se esconde detrás de esa narración.
c) El análisis semiótico: parte de dos presupuestos: (i) leer e interpretar un texto es descubrir y establecer las varias relaciones existentes entre los elementos del mismo texto; (ii) las relaciones fundamentales de cualquier texto son la oposición o la equivalencia. La oposición se aprecia sobre todo en los términos antitéticos: muerte-vida, frío-calor, luz-oscuridad. Enfermarse-curarse, viejo-nuevo, unir-separar, etc. La equivalencia se descubre principalmente en los sinónimos: querer-amar; soplar-alentar, templo-santuario, etc.

LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA EN LA IGLESIA (1993)
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA

Sentidos de la Escritura inspirada
El aporte moderno de las hermenéuticas filosóficas y los desarrollos recientes del estudio científico de la literatura, permiten a la exégesis bíblica profundizar la comprensión de su tarea, cuya complejidad se ha vuelto más evidente. La exégesis antigua, que evidentemente no podía tomar en consideración las exigencias científicas modernas, atribuía a todo texto de la Escritura diferentes niveles de sentido. La distinción más corriente se establecía entre el sentido literal y el sentido espiritual. La exégesis medieval distinguía en el sentido espiritual tres aspectos diferentes, que se relacionan, respectivamente, a la verdad revelada, a la conducta que se debía mantener, y al cumplimiento final. De allí el célebre dístico de Agustín de Dinamarca (siglo XIII):
"Littera gesta docet, quid credas allegoria, moralis quid agas, quid speres anagogia".
En reacción contra esta multiplicidad de sentidos, la exégesis histórico-crítica ha adoptado, más o menos abiertamente, la tesis de la unidad de sentido, según la cual un texto no puede tener simultáneamente diferentes significados. Todo el esfuerzo de la exégesis histórico-crítica se dirige a definir "el" sentido de tal o cual texto bíblico en las circunstancias de su producción.
Pero esta tesis choca ahora con la conclusiones de las ciencias del lenguaje y de las hermenéuticas filosóficas, que afirman la polisemia de los textos escritos.
El problema no es simple, y no se presenta del mismo modo en todos los géneros de texto: relatos históricos, parábolas, oráculos, leyes, proverbios, oraciones, himnos, etc. Se pueden dar, sin embargo, algunos principios generales, teniendo en cuanta la diversidad de opiniones.

1. Sentido literal
Es no solamente legítimo, sino indispensable, procurar definir el sentido preciso de los textos tal como han sido producidos por sus autores, sentido llamado "literal". Ya Santo Tomás de Aquino afirmaba su importancia fundamental (S. Th. I, q. 1, a. 10, ad 1).
El sentido literal no se debe confundir con el sentido "literalista" al cual se adhieren los fundamentalistas. No basta traducir un texto palabra por palabra para obtener su sentido literal. Es necesario comprenderlo según las convenciones literarias de su tiempo. Cuando un texto es
metafórico, su sentido literal no es el que resulta inmediatamente de una comprensión palabra por palabra (por ejemplo: "Tened ceñida la cintura", Lc 12,35) sino el que corresponde al empleo metafórico de los términos ("Tened una actitud de disponibilidad"). Cuando se trata de un relato, el sentido literal no comporta necesariamente la afirmación de que los hechos narrados se han producido efectivamente, ya que un relato puede no pertenecer al género histórico, sino ser una obra de imaginación.
El sentido literal de la Escritura es aquel que ha sido expresado directamente por los autores humanos inspirados. Siendo el fruto de la inspiración, este sentido es también querido por Dios, autor principal. Se lo puede discernir gracias a un análisis preciso del texto, situado en su contexto literario e histórico. La tarea principal del exégeta es llevar a buen término este análisis, utilizando todas las posibilidades de investigación literaria e histórica, para definir el sentido literal de los textos bíblicos con la mayor exactitud posible (cfr. Divino Afflante Spiritu, EB 550,). Con este fin, el estudio de los géneros literarios antiguos es particularmente necesario (ibid. 560).
El sentido literal de un texto, ¿es único? En general sí, pero no se trata de un principio absoluto, y esto por dos razones. Por una parte, un autor humano puede querer referirse al mismo tiempo a varios niveles de realidad. El caso es corriente en poesía. La inspiración bíblica no desdeña esta posibilidad de la psicología y del lenguaje humano. El IV evangelio ofrece numerosos ejemplos de esta situación. Por otra parte, aún cuando una expresión humana parece no tener más que un significado, la inspiración divina puede guiar la expresión de modo de producir una ambivalencia. Tal es el caso de la palabra de Caifás en Jn 11,50. Ella expresa a la vez un cálculo político inmoral y una revelación divina. Estos dos aspectos pertenecen, uno y otro, al sentido literal, ya que ambos son puestos en evidencia por el contexto. Este caso es significativo, aunque sea extremo, y pone en guardia contra una concepción demasiado estrecha del sentido literal de los textos inspirados.
Conviene en particular estar atento al aspecto dinámico de muchos textos. El sentido de los salmos reales, por ejemplo, no debería estar limitado estrechamente a las circunstancias históricas de su producción. Hablando del rey, el salmista evoca a la vez una institución concreta, y una visión ideal de la realeza, conforme al designio de Dios, de modo que su texto sobrepasa la institución monárquica tal como se había manifestado en la historia. La exégesis histórico-crítica ha tenido demasiado frecuentemente la tendencia a limitar el sentido de los textos, relacionándolos exclusivamente con circunstancias históricas precisas. Ella debería, más bien, procurar precisar la dirección de pensamiento expresada por el texto, dirección que, en lugar de invitar el exégeta a detener el sentido, le sugiere, al contrario, percibir las extensiones más o menos previsibles.
Una corriente de hermenéutica moderna ha subrayado la diferencia de situación que afecta a la palabra humana puesta por escrito. Un texto escrito tiene la capacidad de ser situado en nuevas circunstancias, que lo iluminan de modo diferente, añadiendo a su sentido determinaciones nuevas. Esta capacidad del texto escrito es especialmente efectiva en el caso de los textos bíblicos, reconocidos como Palabra de Dios. En efecto, lo que ha llevado a la comunidad creyente a conservarlos, es la convicción de que ellos continúan siendo portadores de luz y de vida para las generaciones venideras. El sentido literal está, desde el comienzo, abierto a desarrollos ulteriores, que se producen gracias a "relecturas" en contextos nuevos.
De aquí no se sigue que se pueda atribuir a un texto bíblico cualquier sentido, interpretándolo de modo subjetivo. Es necesario, por el contrario, rechazar, como no auténtica, toda interpretación heterogénea al sentido expresado por los autores humanos en su texto escrito. Admitir sentidos heterogéneos equivaldría a cortar el mensaje bíblico de su raíz, que es la Palabra de Dios comunicada históricamente, y abrir la puerta a un subjetivismo incontrolable.

2. Sentido espiritual
Conviene, sin embargo no tomar "heterogéneo" en un sentido estrecho, contrario a toda posibilidad de perfeccionamiento superior. El acontecimiento pascual, la muerte y resurrección de Jesús, ha establecido un contexto histórico radicalmente nuevo, que ilumina de modo nuevo los textos antiguos y les hace sufrir una mutación de sentido. En particular, algunos textos que, en las circunstancias antiguas, debían ser considerados como hipérboles (por ejemplo, el oráculo donde Dios, hablando de un descendiente de David, prometía afirmar "para siempre" su trono, 2 Sam 7,12-13; 1 Cr 17,11-14), deben ser tomados ahora a la letra, porque "el Cristo, habiendo resucitado de los muertos, no muere más" (Rm 6,9). Los exégetas que tienen una noción estrecha, "historicista", del sentido literal, considerarán que hay aquí heterogeneidad. Los que están abiertos al aspecto dinámico de los textos, reconocerán una continuidad profunda al mismo tiempo que un pasaje a un nivel diferente: el Cristo reina para siempre, pero no sobre el trono terrestre de David (cfr. también Sl 2,7-8; 110,1.4).
En estos casos se habla a veces de "sentido espiritual". Como regla general, se puede definir el sentido espiritual, comprendido según la fe cristiana, como el sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él. Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Es pues normal releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la vida en el Espíritu.
De la definición dada se pueden deducir varias precisiones útiles sobre las relaciones entre sentido espiritual y sentido literal.
Contrariamente a una opinión corriente, no hay una necesaria distinción entre ambos. Cuando un texto bíblico se refiere directamente al misterio pascual de Cristo o a la vida nueva que resulta de él, su sentido literal es un sentido espiritual.
Este es el caso habitual en el Nuevo Testamento. Por eso es el Antiguo Testamento la parte de la Biblia a propósito de la cual la exégesis cristiana habla más frecuentemente de sentido espiritual. Pero ya en el Antiguo Testamento los textos tienen, en numerosos casos, un sentido religioso y espiritual como sentido literal. La fe cristiana reconoce en esos textos una relación anticipada con la vida nueva traída por Cristo.
Cuando hay distinción, el sentido espiritual no puede jamás estar privado de relación con el sentido literal. Este continúa siendo la base indispensable. De otro modo, no se podría hablar de "cumplimiento" de la Escritura. Para que haya "cumplimiento", es esencial una relación de continuidad y de conformidad. Pero es necesario también que haya un pasaje a un nivel superior de realidad.
El sentido espiritual no se debe confundir con las interpretaciones subjetivas dictadas por la imaginación o la especulación intelectual. Aquel proviene de la relación del texto con datos reales que no le son extraños, el acontecimiento pascual y su inagotable fecundidad, que constituyen el punto más alto de la intervención divina en la historia de Israel, para beneficio de la humanidad entera. La lectura espiritual, hecha en comunidad o individualmente, no descubre un sentido espiritual auténtico si no se mantiene en esta perspectiva. Hay entonces una relación de tres niveles de realidad: el texto bíblico, el misterio pascual y las circunstancias presentes de vida en el Espíritu. Persuadidos de que el misterio de Cristo da la clave de interpretación de todas las Escrituras, los exégetas antiguos se esforzaban por encontrar un sentido espiritual en los menores detalles de los textos bíblicos - por ejemplo, en cada prescripción de las leyes rituales -, sirviéndose de métodos rabínicos o inspirándose en el alegorismo helenístico. La exégesis moderna no puede considerar este tipo de intentos como interpretación válida, no obstante cuál haya podido ser en el pasado su utilidad pastoral (Divino Afflante Spiritu, EB 553).
Uno de los aspectos posibles del sentido espiritual es el tipológico, del cual se dice habitualmente que pertenece, no a la Escritura misma, sino a las realidades expresadas por la Escritura: Adán es figura de Cristo (cfr. Rm 5,14), el diluvio figura del bautismo (1 Pe 3,20-21), etc. De hecho, la relación tipológica está basada ordinariamente sobre el modo cómo la Escritura describe la realidad antigua (p. ej. la voz de Abel: Gen 4,10; Heb 11,4; 12,24), y no simplemente sobre esta realidad. En consecuencia, se trata propiamente, en tal caso, de un sentido de la Escritura.

3. Sentido pleno
La categoría relativamente reciente de "sentido pleno" (sensus plenior) suscita discusiones. El sentido pleno se define como un sentido profundo del texto, querido por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano. Se descubre la existencia de este sentido en un texto bíblico cuando se lo estudia a la luz de otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el desarrollo interno de la revelación.
Se trata pues del significado que un autor bíblico atribuye a un texto bíblico anterior, cuando lo vuelve a emplear en un contexto que le confiere un sentido literal nuevo; o bien de un significado, que una tradición doctrinal auténtica o una definición conciliar, da a un texto de la Biblia. Por ejemplo, el contexto de Mt 1,23 da un sentido pleno al oráculo de Is 7,14 sobre la alma que concebirá, utilizando la traducción de los Setenta (parthenos): "La virgen concebirá". La doctrina patrística y conciliar sobre la Trinidad expresa el sentido pleno de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre Dios, Padre, Hijo y Espíritu. La definición de pecado original del Concilio de Trento proporciona el sentido pleno de la enseñanza de Pablo en Rm 5,12-21 a propósito de las consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. Pero cuando falta un control de esta naturaleza, por un texto bíblico explícito o por una tradición doctrinal auténtica, el recurso a un pretendido sentido pleno podría conducir a interpretaciones desprovistas de toda validez.
En definitiva, se puede considerar el "sentido pleno" como otro modo de designar el sentido espiritual de un texto bíblico, en el caso en que el sentido espiritual se distingue del sentido literal. Su fundamento es que el Espíritu Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al autor humano en la elección de sus expresiones de tal modo, que ellas expresen una verdad de la cual él no percibe toda su profundidad. Esta es más completamente revelada en el curso del tiempo, por una parte gracias a realizaciones divinas ulteriores que manifiestan mejor el alcance de los textos, y por otra gracias a la inserción de los textos en el canon de las Escrituras. Así se constituye un nuevo contexto, que revela potencialidades de sentido que el contexto primitivo dejaba en la oscuridad.


EL PUEBLO JUDÍO Y SUS ESCRITURAS SAGRADAS EN LA BIBLIA CRISTIANA (2002)
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA


Escritura y tradición oral en el judaísmo y el cristianismo
9. Entre Escritura y Tradición se dan tensiones en muchas religiones. Se dan en las de Oriente (hinduismo, budismo, etc.) y en el Islam. Los textos escritos nunca pueden expresar exhaustivamente la tradición. Se los completa, pues, por adiciones e interpretaciones que acaban también siendo puestas por escrito. Estas últimas, sin embargo, están sujetas a ciertas limitaciones. Esto se puede observar tanto en el cristianismo como en el judaísmo, con aspectos en parte comunes y en parte distintos. Un rasgo común es que las dos religiones están en gran parte de acuerdo en la determinación del canon de sus Escrituras.

1. Escritura y Tradición en el Antiguo Testamento y en el judaísmo
La Tradición engendra la Escritura. El origen de los textos del Antiguo Testamento y la historia de la formación del canon han dado lugar a importantes trabajos de investigación durante los últimos años. Se ha llegado a un cierto consenso, según el cual al final del siglo I de nuestra era, el lento proceso de formación de un canon de la Biblia hebrea estaba prácticamente terminado. Este canon comprendía la Torá, los Profetas y la mayor parte de los " escritos ". A menudo es difícil determinar el origen de cada uno de los libros. En varios casos, hay que contentarse con hipótesis. Estas se basan principalmente en observaciones tomadas del estudio crítico de las formas, la tradición y la redacción. Se ha concluido que los preceptos tradicionales fueron reunidos en colecciones, que fueron progresivamente incluidas en los libros del Pentateuco. Muchos relatos tradicionales fueron igualmente puestos por escrito y agrupados. Más tarde se juntaron textos narrativos y reglas de conducta. Los oráculos proféticos fueron recogidos y reunidos en libros que llevan los nombres de los profetas. También se reunieron textos sapienciales, salmos y relatos didácticos de épocas más tardías.
Ulteriormente la Tradición produjo una " segunda Escritura " (Misná). Ningún texto escrito puede bastar para expresar toda la riqueza de una tradición. Los textos sagrados de la Biblia dejan abiertas muchas cuestiones en torno a la justa comprensión de la fe de Israel y de la conducta a seguir. Eso provocó en el judaísmo fariseo y rabínico un largo proceso de producción de textos escritos, desde la " Misná " (" Segundo Texto "), redactada a principios del siglo III por Yehudá ha-Nasí, hasta la " Tosefta " (" Suplemento ") y el Talmud en su doble forma (de Babilonia y de Jerusalén). A pesar de su autoridad, tampoco esta interpretación fue considerada suficiente en los tiempos sucesivos, por lo que se le añadieron explicaciones rabínicas posteriores. A estas adiciones no se les reconoció la misma autoridad que al Talmud: sólo ayudan a interpretarlo. Para las cuestiones que siguen abiertas hay que someterse a las decisiones del Gran Rabinato.
Así el texto escrito pudo suscitar desarrollos ulteriores. Entre el texto escrito y la tradición oral se mantiene y se manifiesta una tensión.
Límites del papel de la Tradición. Cuando es puesta por escrito para unirse a la Escritura, la tradición normativa no adquiere por ello la misma autoridad que la Escritura: no forma parte de los " Escritos que manchan las manos ", es decir " que son sagrados " y son acogidos como tales en la liturgia. La Misná, la Tosefta y el Talmud tienen su lugar en la sinagoga como lugar de estudio, pero no son leídos en la liturgia. En general, el valor de una tradición se mide por su grado de conformidad con la Torá. La lectura de ésta ocupa un lugar privilegiado en la liturgia de la Sinagoga. Se le añaden pasajes escogidos de los Profetas. Según una antigua creencia judía, la Torá fue creada antes de la creación del mundo. Los samaritanos no aceptan ningún otro libro como Sagrada Escritura. Los saduceos, por su parte, rechazaban toda tradición normativa fuera de la Ley y los Profetas. Por otro lado, el judaísmo fariseo y rabínico afirma que junto a la Ley escrita existe una Ley oral, que fue dada simultáneamente a Moisés y goza de la misma autoridad. Eso declara un tratado de la Misná: " En el Sinaí, Moisés recibió la Ley oral y la entregó a Josué, Josué a los antiguos, los antiguos a los profetas, y los profetas la entregaron a los miembros de la Gran Sinagoga " (Abot 1,1). Como podemos ver, existe una notable diversidad en el modo de concebir el papel de la tradición.

2. Escritura y Tradición en el cristianismo primitivo
10. La Tradición engendra la Escritura. En el cristianismo primitivo se puede observar una evolución parecida a la del judaísmo, pero con una diferencia inicial: los primeros cristianos tuvieron Escrituras desde el principio, pues, como judíos, reconocían como Escrituras la Biblia de Israel. Eran incluso las únicas Escrituras que reconocían. A ellas se añadió para ellos una tradición oral, " la enseñanza de los Apóstoles " (Hch 2,42), que transmitía las palabras de Jesús y el relato de acontecimientos en torno a él. La catequesis evangélica fue tomando forma muy lentamente. Para asegurar mejor su transmisión fiel, se pusieron por escrito las palabras de Jesús así como otros textos narrativos. Con ello se fue preparando la redacción de los Evangelios, que no se completó más que algunas decenas de años después de la muerte y la resurrección de Jesús. Por otro lado, se iban componiendo fórmulas de profesión de fe así como himnos litúrgicos, que se han incorporado en las Cartas del Nuevo Testamento. Las mismas Cartas de Pablo y de otros apóstoles o dirigentes fueron leídas en primer lugar en la Iglesia destinataria (cf. 1 Tes 5,27), luego fueron transmitidas a otras Iglesias (cf. Col 4,16) y conservadas para ser releídas en otras ocasiones. Más tarde, fueron consideradas como Escritura (cf. 2 Pe 3,15-16) y unidas a los Evangelios. Así el canon del Nuevo Testamento se fue constituyendo progresivamente en el seno de la Tradición apostólica.


La Tradición completa la Escritura. El cristianismo comparte con el judaísmo la convicción de que la revelación de Dios no puede ser enteramente expresada en textos escritos. Esta convicción se manifiesta al final del Cuarto Evangelio, donde se dice que el mundo entero no podría contener los libros que habría que escribir para contar todo lo que hizo Jesús (Jn 21,25). Por otra parte, la tradición viva es indispensable para vivir la Escritura y actualizarla.
Podemos recordar aquí la enseñanza del Discurso de después de la Cena sobre el papel del " Espíritu de la verdad " después de la marcha de Jesús. El Espíritu recordará a los discípulos todo lo que Jesús dijo (Jn 14,26), dará testimonio de él (15,26), guiará a los discípulos " a toda la verdad " (16,13), dándoles una comprensión más profunda de la persona de Cristo, de su mensaje y de su obra. Gracias a la acción del Espíritu, la tradición sigue siendo viva y dinámica.
Después de haber declarado que la predicación apostólica se encuentra " expresada de modo especial " (" speciali modo exprimitur ") en los Libros inspirados ", el Concilio Vaticano II observa que la Tradición es la " que hace comprender más profundamente en la Iglesia la Sagrada Escritura y la vuelve continuamente operante " (Dei Verbum 8). La Escritura es definida como " Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu divino "; pero la Tradición es la que " transmite a los sucesores de los apóstoles la Palabra de Dios confiada a ellos por Cristo Señor y por el Espíritu Santo, a fin de que, iluminados por el Espíritu de la verdad, la guarden fielmente, la expongan y la propaguen en su predicación " (DV 9). El Concilio concluye: " así pues la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas ". Y añade: " Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad " (DV 9).
Límites de la aportación propia de la Tradición. ¿En qué medida puede haber en la Iglesia cristiana una tradición que añada materialmente algo a la palabra de la Escritura? Esta cuestión ha sido ampliamente debatida en la historia de la teología. El Concilio Vaticano II parece haberla dejado abierta, pero por lo menos se ha negado a hablar de " dos fuentes de la revelación ", que serían la Escritura y la Tradición; al contrario, ha afirmado que " la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia " (Dei Verbum 10). Con ello ha rechazado la idea de una tradición completamente independiente de la Escritura. Por lo menos en un punto, el Concilio menciona una aportación propia de la Tradición, pero es un punto de máxima importancia: la Tradición " da a conocer a la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados " (DV 8). Hasta tal punto Escritura y Tradición son inseparables.

3. Comparación entre las dos perspectivas
11. Como acabamos de constatar, la relación entre Escritura y Tradición presenta correspondencias formales en el judaísmo y el cristianismo.
En un punto hay incluso más que correspondencia, puesto que las dos religiones coinciden en la herencia común de la " Sagrada Escritura de Israel ".23
Pero desde un punto de vista hermenéutico, las perspectivas difieren. Para todas las corrientes del judaísmo del período correspondiente a la formación del canon, la Ley estaba en el centro. En efecto, en ella se encuentran las instituciones esenciales reveladas por Dios mismo y encargadas de gobernar la vida religiosa, moral, jurídica y política de la nación judía después del exilio. La colección de los Profetas contiene palabras inspiradas también por Dios, transmitidas por los profetas reconocidos como auténticos, pero no una ley que pueda servir de base a las instituciones. Bajo este aspecto, los Profetas ocupan un segundo lugar. Los " Escritos " no se componen ni de leyes ni de palabras proféticas: ocupan, por consiguiente, un tercer lugar.
Esta perspectiva hermenéutica no fue asumida por las comunidades cristianas, a excepción quizás de ambientes judeocristianos, unidos al judaísmo fariseo por su respeto hacia la Ley. La tendencia general en el Nuevo Testamento es la de dar más importancia a los textos proféticos, entendidos como anuncio del misterio de Cristo. El apóstol Pablo y la Carta a los Hebreos no dudan en polemizar contra la Ley. Por otra parte, el cristianismo primitivo se encuentra en relación con los celotas, la corriente apocalíptica y los esenios, con los que comparte la espera mesiánica apocalíptica. Del judaísmo helenístico adopta un conjunto de Escrituras más extenso y una orientación más sapiencial, susceptible de favorecer las relaciones interculturales.

Pero lo que distingue el cristianismo primitivo de todas esas corrientes es la convicción de que las promesas proféticas escatológicas no se deben considerar simplemente como objeto de esperanza para el futuro, pues su cumplimiento inició ya con Jesús de Nazaret, el Mesías. De él hablan en último término las Escrituras del pueblo judío, cualquiera que sea su extensión; a la luz de él deben ser leídas las Escrituras para poder ser plenamente comprendidas.

sábado, 12 de junio de 2010

UNIDAD 2: LA REVELACIÓN

DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

18 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Cc. Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.

LA REVELACION DE DIOS

19 "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (DV 2).
20 Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1,4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.
21 El designio divino de la revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una "pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo.

LAS ETAPAS DE LA REVELACION

Desde el origen, Dios se da a conocer
22 "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio" (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes.

23 Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, "después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3).

La alianza con Noé
24 Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9,9) expresa el principio de la Economía divina con las "naciones", es decir con los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10,5; cf. 10,20-31).
25 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rom 1,18-25), el politeísmo así como la idolatría de la nación y de su jefe son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no definitiva.
26 La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).

Dios elige a Abraham
27 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3 LXX; cf. Ga 3,8).
28 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de loa Iglesia (cf. Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes (cf. Rom 11,17-18.24).
29 Los patriarcas, los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.

Dios forma a su pueblo Israel
30 Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido (cf. DV 3).
31 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex 19,6), el que "lleva el Nombre del Señor" (Dt 28,10). Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo 13: oración universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham.
32 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más pura es María (cf. Lc 1,38).

CRISTO JESUS-" PLENITUD DE TODA LA REVELACION" (DV 2)

Dios ha dicho todo en su Verbo
33 "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb 1,1-2:
Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo 2,22,3-5:, p. 184.).

No habrá otra revelación
34 "La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.
35 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.
La fe cristiana no puede aceptar "revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas Religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes "revelaciones".
CATECISMO DE LA IGLESIA



CONSTITUCIÓN DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN
Concilio Vaticano II

CAPÍTULO I: LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA
Naturaleza y objeto de la revelación
2. Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación
Preparación de la revelación evangélica
3. Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruyó por los Patriarcas, por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.
En Cristo culmina la revelación
4. Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tit., 2,13).
La revelación hay que recibirla con fe
5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando "a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, a los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.
Las verdades reveladas
6. Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana".
Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la razón humana, partiendo de las criaturas"; pero enseña que hay que atribuir a Su revelación "el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la razón humana lo pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condición presente del género humano.

CAPÍTULO IV; EL ANTIGUO TESTAMENTO
La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento
14. Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes.
La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4).
Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación.
Unidad de ambos Testamentos
16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.

CAPÍTULO V: EL NUEVO TESTAMENTO
Excelencia del Nuevo Testamento
17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna. pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.
Origen apostólico de los Evangelios
18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Carácter histórico de los Evangelios
19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad.
Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf. Lc., 1,2-4).
Los restantes escritos del Nuevo Testamento
20. El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene también las cartas de San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (cf. Jn., 16,13).

La revelación

¿Qué es la Revelación?
Es la manifestación por la que Dios hace conocer a los hombres verdades que por sí mismos serían incapaces de conocer. Literalmente revelación quiere decir quitar el velo que oculta algo. Entre estas verdades está la verdad profunda de la Creación, la verdad de la Santísima Trinidad, las relaciones entre Dios y el hombre a través de la gracia que nos capacita para hablar con Dios y entrar en diálogo amoroso con Él, Dios como Padre lleno de misericordia, el destino del hombre a unirse a Dios en el cielo, las postrimerías o novísimos.
Dios se ha revelado, ha hablado para que lo conozcamos. Y el único motivo ha sido el amor a nosotros, el querer compartir con nosotros su vida divina y trinitaria.

Si la Revelación es la manifestación de Dios mismo y de su amor, nosotros, los hombres, no podemos quedar indiferentes; hemos de acoger a Dios, recibirlo, abrirle las puertas de nuestro corazón, corresponder a su amor. Como expresa san Agustín: “Para que, escuchando, crea, y creyendo espere, y esperando ame”. Sólo conociendo y creyendo en la Sagrada Escritura como Revelación divina, tendrá nuestra lectura bíblica un verdadero sentido y sólo así podremos escuchar con fe el mensaje que hoy Dios nos quiere decir a cada uno de nosotros.

Cuando esa manifestación de Dios se pone por escrito, tenemos la inspiración. En resumen, inspiración es la acción divina sobre la mente y la voluntad de unos hombres para que fijen en libros esa Revelación de Dios, transmitida de boca en boca. El concilio Vaticano II lo dice bellamente así: “La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, fiel a la fe de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia” (Dei Verbum, 11).
La Revelación tiene su plenitud en Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre que nos ha comunicado toda la verdad. Ya no habrá más revelaciones. Con Cristo se cerró la revelación. Él es la última palabra del Padre.

Por todo lo dicho concluimos: la Iglesia siempre ha afirmado que la Biblia no es un libro meramente humano, sino que hay en ella un valor superior, por estar inspirada por Dios, y así lo ha declarado en cuatro grandes concilios: Florentino, Tridentino y Vaticano I y II. Por tanto, es una verdad de fe revelada, que hay que creer.
Resumamos el significado de revelación :
¿Qué es? La Revelación es la manifestación de Dios mismo, de su intimidad.
¿Cómo se revela? Con palabras y hechos progresivos.
¿Por qué se revela? Por amor.
¿A quién se revela? Al hombre. Primero, al pueblo de Israel y después a todos.
¿Para qué se revela? Para invitarnos y recibirnos en su compañía, ofreciéndonos la salvación.
¿A través de quienes se revela? A través de los autores sagrados, a quienes les inspiró que escribiesen su mensaje de salvación. Ahora bien, la palabra divina pasa por la palabra humana, pero no se identifica con ella, como la gracia pasa por los sacramentos. En ella pone Dios su morada y desde ella dialoga y entabla el encuentro de salvación con los hombres.
En su mensaje, revelado en la Biblia, no hay ningún error concerniente a nuestra salvación, aunque haya imprecisiones de carácter histórico o científico, pues los autores sagrados no eran historiadores, ni querían hacer historia en el sentido del positivismo moderno. La inspiración ha sido concedida al autor humano en vista de un determinado mensaje que ha de comunicar en orden a la salvación del hombre.

Nuestra respuesta a la revelación de Dios es la fe. Para que el hombre se haga partícipe de los bienes divinos, que superan totalmente la inteligencia humana, debe escuchar para creer, para que creyendo espere, esperando ame y amando viva, y llegue a la salvación eterna, y así gozar de la presencia de Dios.

La Biblia y la Iglesia

Dios no entregó su Palabra al individuo, sino a una comunidad, a su Pueblo; y ese Pueblo, hoy, no es otro que la Iglesia.
Por otra parte, Dios tiene que querer de manera eficaz que su Verdad llegue íntegra a los hombres. Para llevar a cabo esto, ha confiado a su Iglesia la misión de transmitir su Palabra salvadora a todos los hombres, a fin de que participen de la vida divina.
De esta misión o deber sagrado, nace el derecho que la Iglesia tiene de proclamar la divina Palabra. Ella, la Iglesia, es la depositaria y la guardiana del tesoro sagrado de la Revelación y la única intérprete auténtica de la Biblia, siendo infalible en sus interpretaciones doctrinales sobre las cuestiones concernientes a la fe y a las costumbres. A este ejercicio divino y permanente de la enseñanza de la Iglesia se le llama “magisterio vivo”.
Según esto, debe afirmarse que fuera de la Iglesia no se puede alcanzar el pleno conocimiento de la Palabra de Dios.
En este sentido ha reaccionado siempre la Iglesia en su enseñanza ordinaria y en sus controversias contra los que desde el siglo II atacan la fe tradicional en nombre de la letra escrita. La predicación apostólica, expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los apóstoles, comunicando lo que ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre.

Esta tradición, que deriva de los apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.



Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque brotando ambas de la misma fuente se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin, ya que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo; y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles la Palabra de Dios a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del espíritu de la verdad, la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas –que están todas ellas implícitas en la Escritura-. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad.
La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura, constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a este depósito, todo el pueblo santo unido a sus pastores en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, persevera constante en la fracción del pan y en la oración, de suerte que prelados y fieles colaboren estrechamente en conservar, ejercer y profesar la fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida, como ya hemos dicho, ha sido confiado únicamente al magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo.
Desde los comienzos de la historia de la Iglesia, algunos se sirvieron de falsas interpretaciones de textos bíblicos para apoyar sus errores. El mal se acentuó con la reforma protestante que proclamaba, por medio del libre examen, la interpretación personal de la Sagrada Escritura. Así se explica que los Papas Pío IV (1559-1565), Clemente VIII (1592-1605) tomasen serias medidas, no para prohibir a los fieles la lectura de la Biblia, sino para limitarla. Pasado el grave peligro, las normas de la Iglesia se suavizaron y la cristiandad entera se inundó de nuevo de nuevas versiones y ediciones bíblicas bajo la aprobación de los obispos.
Es vana, por tanto, la tentativa de enfrentar a la Iglesia con la Biblia. La Biblia sólo se comprende rectamente dentro de la Iglesia, pues –conviene repetirlo- Dios no entregó su Palabra al individuo, sino a la comunidad, y es natural que esta comunidad –la Iglesia, fundada por Jesucristo sobre san Pedro y asistida por el Espíritu Santo- sea la única llamada a interpretarla.




El «Sentido» se hizo carne

Por Cardenal Joseph Ratzinger
Fragmento del mensaje de Navidad, año 2002

Lo que Juan denomina «la Palabra» o «el Verbo», significa en griego al mismo tiempo algo así como el sentido. Según eso, podemos también traducir nosotros: el sentido se ha hecho carne.
En la Navidad no celebramos el día natalicio de un hombre grande cualquiera, como los hay muchos. Tampoco celebramos simplemente el misterio de la infancia o de la condición de niño. Ciertamente que lo puro y lo abierto del niño nos hace esperar, nos proporciona esperanza. Nos da ánimos para contar con nuevas posibilidades del hombre. Pero si nosotros nos aferramos demasiado a eso solo, al nuevo comienzo de la vida que se da en el niño, entonces lo único que podría quedar en definitiva sería la tristeza: porque también esto «nuevo» acaba por hacerse algo viejo y usado. También el niño entrará en el campo de concurrencia y de rivalidad de la vida, participará en sus compromisos y en sus humillaciones, y, como remate de todo, acabará siendo, igual que todos, presa y botín de la muerte.
Si nosotros no tuviéramos otra cosa que celebrar que sólo el idilio del nacimiento de un ser humano y de la infancia, entonces en último extremo no quedaría nada de tal idilio. Entonces nada tendríamos que contemplar más que el morir y el volver a ser; entonces cabría preguntarse si el nacer no es algo triste, puesto que sólo lleva a la muerte. Por eso es tan importante observar que aquí ha ocurrido algo más: el Verbo se hizo carne. «Este niño es hijo de Dios», nos dice uno de nuestros villancicos navideños más antiguos. Aquí sucedió lo tremendo, lo impensable y, sin embargo, también lo siempre esperado: Dios vino a habitar entre nosotros. Él se unió tan inseparablemente con el hombre, que este hombre es efectivamente Dios de Dios, luz de luz y a la vez sigue siendo verdadero hombre.
Así vino a nosotros efectivamente el eterno sentido 2 del mundo de tal forma que se le puede contemplar e incluso tocar (cf. 1 Jn 1,1). Pues lo que Juan denomina «la Palabra» o «el Verbo», significa en griego al mismo tiempo algo así como el sentido. Según eso, podemos también traducir nosotros: el sentido se ha hecho carne. Pero este sentido no es simplemente una idea corriente que penetra en el mundo. El sentido se ha aplicado a nosotros y ha vuelto a nosotros. El sentido es una palabra, una alocución que se nos dirige. El sentido nos conoce, nos llama, nos conduce. El sentido no es una ley común, en la que nosotros desempeñamos algún papel. Está pensado para cada uno de una manera totalmente personal. Él mismo es una persona: el Hijo del Dios vivo, que nació en el establo de Belén.
A muchos hombres, tal vez nos parece esto demasiado hermoso para que sea verdadero. Aquí se nos dice: sí, existe un sentido. Y el sentido no es una protesta impotente contra lo que carece de sentido. El sentido tiene poder. Es Dios. Y Dios es bueno. Dios no es un ser sublime y alejado, al cual nunca se puede llegar. Se halla totalmente próximo, al alcance de la voz, y se le puede alcanzar siempre. Él tiene tiempo para mí, tanto tiempo que hubo de yacer en un portal y que permanece siempre como hombre. Pero nos volvemos a preguntar: ¿puede ser esto verdad? ¿se amolda efectivamente a Dios el ser o hacerse niño? No queremos creer que la verdad es hermosa; según nuestra experiencia, la verdad es, en fin de cuentas, por lo general cruel y sucia: y cuando alguna vez parece que no lo es, entonces horadamos y cavamos en torno a ella hasta confirmar nuevamente nuestra sospecha.
Del arte se dijo una vez que servía a lo bello y que esta belleza era, a su vez, splendor veritatis, el esplendor o el brillo de la verdad, su resplandor interior. Pero hoy día, el arte cree que su misión o tarea más alta consiste en desenmascarar al hombre como algo sucio y repugnante.
Si nosotros pensamos en los dramas de B. Brecht, toda la genialidad del poeta se aplica también aquí al descubrimiento de la verdad, pero no ya para mostrar sus luces, sino para demostrar que la verdad es sucia y que la suciedad es la verdad. El encuentro con la verdad no ennoblece, sino que envilece. De ahí que surja la mofa contra la Navidad y la burla contra nuestra alegría.
Pero, de hecho, si no hay Dios, entonces no hay ninguna luz, sino que sólo nos queda la sucia tierra. Ahí radica la realmente trágica verdad de tal «Poesía».
[...] Él vino como niño para quebrar nuestra soberbia. Tal vez nosotros capitularíamos antes frente al poder o a la sabiduria. Pero él no busca nuestra capitulación, sino nuestro amor. Él quiere librarnos de nuestra soberbia y así hacernos efectivamente libres. Dejemos, pues, que la alegría tranquila de este día penetre en nuestra alma. Ella no es una ilusión. Es la verdad. Pues la verdad, la última, la auténtica, es hermosa. Y, al mismo tiempo, es buena. El encontrarse con ella hace bueno al hombre. Ella habla a partir del Niño, el cual, sin embargo, es el propio hijo de Dios.